Estimados colegas,
Por petición del colega Pepe Rey, mando esta carta, mandada al Coloquio
Cervantes el sábado. El colega Juan José Pastor, si así lo desea,
puede contestar o adherirse a su preferencia de continuar el debate en
privado. Personalmente me es incómodo parar un debate o censurar a
nadie (algo que ni Kurt ni yo hemos hecho). En efecto, lo que se
está llevando a cabo es un debate intelectual y fructífero (como otros
que hemos tenido) respecto a aspectos de música relacionados con
Cervantes y su época y que acaso nosotros desconozcamos. También se
está llevando a cabo en forma cortés, elocuente y profesional: ergo, se
hará lo que los colegas deseen. Sé que en este tipo de encuentro se
puede llegar a un punto medio. Sé también que se continuará
haciendo de manera digna y amable.
Cordialmente,
Los editores
Date: Sat, 12 Nov 2005
15:30:24 +0100
From: Pepe Rey <[log in to unmask]>
Subject: De cómo Cervantes no dejaba escaramuzas mancas
To: "A. Robert Lauer" <[log in to unmask]>
Estimado Profesor Lauer:
De vuelta de mis obligaciones
laborales, me dispongo a cumplir la promesa de completar las
puntualizaciones comenzadas, pero encuentro que en el entretanto han
ocurrido algunas cosas relevantes. La principal de ellas es que, a
petición del Sr. Pastor, usted, como coordinador de este coloquio, nos ha
invitado amablemente a ambos a abandonar la plaza pública y continuar la
discusión en el ámbito privado. Si algún derecho tengo para hacerlo, debo
mostrar mi desacuerdo con la medida. En primer lugar, porque sería una
muestra de mal cervantismo dejar a dos contendientes "con las
espadas altas y desnudas", quedando la escaramuza "manca y
estropeada". Y en segundo, porque el Sr. Pastor ya ha descargado su
fendiente o, al menos, lo ha intentado, volviendo a enmarañar la madeja y
sin dar respuesta a lo que debería. Creo, por tanto, que me asiste un
cierto derecho, a la vez que obligación, a intervenir de nuevo. Espero
que usted así lo entienda también y publique este mensaje en el Coloquio
Cervantes. Creo también poder asegurar que será mi última intervención en
esta discusión ante el convencimiento de que resulta inútil, dada la
pertinacia del Sr. Pastor en no reconocer sus errores e intentar
erradamente subsanarlos cubriéndome de acusaciones envueltas en retórica
de calamar.
Buen ejemplo de esta última es
el comienzo de su reciente escrito, en el que saca a escena a un escudero
que enmienda la plana a un mal caballero, bla, bla, bla... ¿De qué y de
quién habla? ¿Quién es el escudero y quién el caballero? ¿Cuál es la
plana enmendada? Mis entendederas no alcanzan a aplicar el enxiemplo a la
actual circunstancia. Insiste a continuación en que nunca ha afirmado que
existiera la inexistente oda de Salvador Luis y que yo le he acusado de
este hecho sin motivo y para ello cita una frase mía en la que no me
refiero directamente a él sino a una colectividad irónicamente definida
como los "doctores de la iglesia cervantista", entre los que
naturalmente le incluyo, pero no como único miembro. ¿Acaso quiere
recabar para sí solo la gloria por la resurrección del pobre fantasma de
Salvador Luis, hurtando a don Francisco Rico la parte que le corresponde?
Insiste en que cercené para manipularla una cita suya, cuando por mi
parte cometí un acto piadoso para obviar los varios errores (ni es el nº
II, ni se trata de un minueto, ni hay minueto alguno ni música
instrumental) y el incendio que se destaparon al completar la cita. Un
incendio es algo muy grave. El Sr. Pastor nos debe una aclaración pública
del mismo y de los otros errores y no se puede ir de rositas como los
desalmados que en verano asuelan nuestra atormentada geografía con la
intención de convertirla en una gran Mancha. Y todo ello le produce
cansancio y fatiga. Vaya por Dios. ¿No debería precisamente él mostrar
suma diligencia en aclarar los errores y desmesuras vertidos en el
comentario de su libro-disco y pedir disculpas cuanto antes a quienes lo
hayan comprado? Porque, de lo contrario, se hace reo del fraude de vender
un producto que contiene errores en su interior, engañando al comprador
confiado. Así de claro y sencillo en transparente castellano.
En lo que respecta al
malhadado asunto de Salvador Luis no quiero añadir nada más y, desde
luego, no me desdigo ni me endiego un ápice de lo expuesto en anteriores
escritos. Las puntualizaciones que envié no eran para apuntalar endebles
argumentaciones mías anteriores, como quiere entender el Sr. Pastor, sino
para aclarar punto por punto su confusa y desacompasada respuesta. Si el
Sr. Pastor se empeña en no reconocer algo tan simple como que se equivocó
al sacar a colación un falso testimonio historiográfico (el Sr. Rico
parece, al menos, otorgar callando), añadiendo otros errores como remate,
hará que en adelante sus trabajos carezcan de credibilidad y, desde
luego, me eximirá de darle explicaciones sobre cualquier otro de los
asuntos en los que he mostrado mi discrepancia. Si su respuesta va a ser
similar, ¿para qué perder el tiempo?
Sin embargo, estimado
profesor, creo que debe concederse al Sr. Pastor una segunda oportunidad,
no tanto por los méritos contraidos por él hasta aquí, cuanto porque
quizá pueda aportar algo de interés para los coloquiantes cervantistas.
Le propongo centrar el asunto en el párrafo que viene a continuación en
el libro-disco de referencia, porque en él se expresa un cierto desafío a
los estudiosos de la biografía de Cervantes, algunos de los cuales se
contarán entre los contertulios. Copio sin mover una coma:
“Ahora bien, ¿qué sabemos acerca de la proximidad de nuestro escritor al
hecho musical y de las influencias que pudo recibir? Pocos son los que
hoy conocen la afición de su padre, Rodrigo de Cervantes, a la música y
su destreza, a pesar de algunas afecciones de oído, en la vihuela,
instrumento que, junto a otros objetos, le fue confiscado de la casa por
el impago de un préstamo de cuarenta mil maravedíes a un acreedor llamado
Gregorio Romano.”
Me
permito subrayar los conceptos “afición a la música” y “destreza en la
vihuela”, aparte de la expresión “pocos son los que hoy conocen”, en la
que más de uno puede darse por aludido. Pero ahora invirtamos el orden de
los procedimientos que por cortesía hemos seguido hasta aquí. El Sr.
Pastor es quien afirma estas cosas, yendo varios pasos más allá que
cualquier biógrafo cervantino. Demuéstrelas, por tanto. No pido que
demuestre que en casa de Rodrigo de Cervantes había una vihuela, que es
lo más que los documentos nos permiten deducir a quienes conservamos
todavía una gota de sangre positivista. No. Tiene que demostrar
precisamente lo que afirma: que el padre de Miguel de Cervantes era
aficionado a la música y diestro en la vihuela. Porque los mismos
documentos hablan de una espada y nadie ha osado inventar por ello que
fuera un hábil esgrimidor y le gustara salir por las noches a medir su
habilidad con los valentones que pululaban por las calles de Valladolid,
contándose en su haber varios muertos en desafío. Debe explicarnos a los
muchos que no lo sabemos por qué afirma exactamente lo que afirma, si es
que se basa en nuevos datos que muy pocos conocen o es una sutil
deducción suya a partir de los generalmente conocidos o por cualquier
otra razón que no se me alcanza a causa de mi cortedad.
En
tanto se produce esta respuesta, que espero de corazón que usted le
conceda y que sea enriquecedora para la comunidad cervantista, yo me
retiro de nuevo, no sin antes hacer dos promesas, una absoluta y otra
condicional. La absoluta es que no replicaré en este coloquio a lo que el
Sr. Pastor exponga sobre los vihuelismos de Rodrigo de Cervantes, por la
sencilla razón de que tengo comprometido un artículo al respecto para el
nº 3 de Hispanica Lyra, órgano de la recién nacida Sociedad de la
Vihuela, a la que aprovecho para publicitar entre los cervantistas (
http://www.sociedaddelavihuela.com/),
puesto que don Quijote era, él sí, un consumado vihuelista, de modo que
el mundo vihuelístico no debería quedar muy apartado de los intereses
cervantistas. Sería por mi parte poco hábil y hasta poco honesto
anticipar resultados y sustraer interés a la incipiente publicación.
Quédese, pues, el Sr. Pastor con todo el campo para su lucimiento. La
promesa condicionada es también bastante comprensible: si la explicación
del Sr. Pastor es medianamente convincente, es decir, si con papeles en
la mano o silogismos en el caletre nos demuestra a los muchos que no lo
sabemos e incluso a quienes no lo creemos posible que Rodrigo de
Cervantes era aficionado a la música y diestro en la vihuela, prometo
públicamente contestar a los mensajes que en privado me remite el Sr.
Pastor. De lo contrario, consideraré tales mensajes como correo no
deseado y acabarán sin respuesta en la papelera. No es grosería por mi
parte, sino efecto de la honrilla de un viejo bachiller sin más medios
que los que él mismo se procura, que exige una mínima seriedad y claridad
a quienes disponen de subvenciones y apoyos institucionales. Y a ti te lo
digo, Juan, para que me entiendas, Pedro... ¿o no era Pedro?
Finalmente, profesor Lauer, quiero agradecerle de nuevo la hospitalidad
recibida en este Coloquio Cervantes. Espero no tener que molestarle en lo
sucesivo. Es más, si en algún momento cree interesante proponer algún
tema de discusión en el que la música sea parte importante (y hay más de
uno), dé por supuesto que intervendré de mil amores aportando las
cosillas que pueda haber ido cosechando con los años, porque los
bachilleres, como los diablos, sabemos más por viejos que por bachilleres
y no es eso lo único en que nos parecemos.
Un
cordial saludo
Pepe
Rey