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From:
"Lauer, A Robert" <[log in to unmask]>
Reply To:
Lauer, A Robert
Date:
Sun, 21 Mar 2010 00:51:28 +0000
Content-Type:
multipart/mixed
Parts/Attachments:
text/plain (5 kB) , RespuestaLazarillo.doc (31 kB) , ATT00001.txt (31 kB)
From: Pablo Jauralde Pou [[log in to unmask]]
Sent: Saturday, March 20, 2010 6:07 PM
To: Lauer, A Robert
Subject: lazarillo

¿Y qué hacemos ahora con el Lazarillo?

     Mercedes Agulló ha encontrado un documento de época en el que por primera vez se cita al Lazarillo como obra. Probablemente los estudiosos de la novelita, que tan copiosamente han contribuido a crear un espesor crítico con incursiones en el texto, el autor, la época, etc. tendrán que incorporar ese dato a sus exposiciones, porque lo que hasta ahora han hecho cumplidamente ha sido desmenuzar los textos y sus circunstancias, sin otra documentación que los cuatro libritos en octavo que aparecieron en 1554 y algunas de sus derivaciones, alcanzando un grado de acuerdo, por cierto, que casa muy bien con el hallazgo: todos han venido a admitir que la edición de 1573 (la expurgada por Juan López de Velasco) manejaba sin duda una fuente (manuscrito, edición perdida, etc.) desconocida que le permitía enmiendas “fantásticas”, “esclarecedoras”, etc. Obtengo los adjetivos del coro de críticos. Supongo que, como tarea inmediata, habrán vuelto a leer el Lazarillo como si esas enmiendas provinieran de Diego Hurtado de Mendoza y el noble fuera su autor. Y que los resultados de esa lectura nos los van a dar también.

     No pertenezco a ese envidiable grupo de críticos que tanto han escrito sobre el Lazarillo y, por tanto, creo que tengo el derecho, como muchos lectores, a pedirles que nos expliquen convincentemente esa alusión a las enmiendas del Lazarillo entre los papeles de don Diego, y que esa explicación no resulte falsificada, ni tan alambicada que no pueda sustituir a la impresión inmediata de cualquier lector: ahí están y con su nombre porque son suyas.

     No nos vamos a conformar con una solución tan evidente y tan sencilla; preguntaría a la crítica especializada, que tendrá trabajado el tema y podrá reordenar ahora sus fichas, que me configure el nuevo mapa ¬–así sea para negar la autoría–, que rodea a estos actores, al menos a Juan López de Velasco y a Diego Hurtado de Mendoza, porque sin duda habrán encontrado fácilmente los puntos en común y se habrán apresurado a buscar si los indicios documentales van más allá del nuevo hallazgo, para refrendarlos o desecharlos. Les pediría que me dijeran qué han sacado del rico epistolario con Zurita, que habrán leído (el publicado por Dormer y el manuscrito), ya que era Zurita, como sabrán, secretario de Felipe II para asuntos de la Inquisición en 1572, además de corresponsal y amigo de Hurtado, es decir, compañero de tareas de Velasco. Yo espero que me restablezcan la situación histórica en torno a la iglesia en donde pidió don Diego que le enterraran, la del monasterio de la Concepción Francisca, en donde por esos años Teresa de Cepeda conoce a Hurtado y firma cartas (autógrafas), mientras cuida su relación con su confidente en la corte, Juan López de Velasco, cuya hermana era descalza en el convento de Segovia; seguro que han reconstruido el panorama a partir del epistolario de la santa, en donde se habla con cariño frecuentemente de Velasco. Humanistas inquietos, como otro discípulo de Zurita, Páez de Castro. ¿Habrán indagado si fue Páez de Castro el que llevó un texto del Lazarillo a Amberes, en 1553 o a comienzos de 1554? Pues unos meses antes estaba con don Diego Hurtado en Roma, y suspiraba por ser su secretario; y desde luego al norte se fue en esa fecha precisamente. Sus libros están en El Escorial, los de Páez. Ya habrán los críticos perseguido cómo fueron a parar allí al mismo tiempo que los de Hurtado, al fin y al cabo, la rica testamentaría de Páez de Castro, vigilada por Ambrosio de Morales, se conserva en el mismo legajo de papeles, no publicado, que la de don Diego. Los lazarillistas saben, por lo demás, que Ambrosio de Morales dedicó una de sus últimas obras a Hurtado…  Son tantas las cosas de las que nos pueden sacar ahora de dudas, que esperamos todos con impaciencia que, una vez agotado el tema textual, se emprenda el esclarecimiento histórico, en el que, sin duda, será nuevo componente el análisis de los papeles de Tomás Tamayo de Vargas, el cronista que atribuyo la obra a don Diego: no son tan difíciles de encontrar, aunque estén dispersos. ¿Le diría en Toledo el padre Mariana a Tamayo algo sobre la autoría del Lazarillo y la Inquisición? El padre Mariana trabajó para los índices, y Tamayo le admiraba y trataba con él. Seguro que entre los once o doce volúmenes de la British Library, autógrafos en su mayoría, se puede encontrar algo… ¡que apasionante camino les espera a los lazarillistas!

     Confieso que me resulta enormemente atractivo este itinerario crítico al que nos invita el hallazgo de Mercedes Agulló. Ojalá no se trivialice y sirva, finalmente, para el mejor conocimiento de nuestra historia y de ese texto deslumbrante que es el Lazarillo. Y que tampoco se trivialice la figura de López de Velasco,  humanista solterón entregado a las ciencias más prestigiosas (Grafton dixit) del s. XVI: la geografía, la astronomía, la lengua… nuestro modo natural de crear, de preguntarnos por nuestro pasado y por nuestro lugar en el universo. La forja de una nación que avanza a tientas.

Pablo Jauralde Pou


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