COLOQUIO CERVANTES
<http://www.ou.edu/cervantes/coloquiocervantes.html>
Foro de discusión de Kurt Reichenberger & A. Robert Lauer

Para darse de alta o baja o para hacerse miembro del coloquio (la entrada 
es gratuita), favor de teclear el siguiente enlace:
<http://lists.ou.edu/archives/cervantes-l.html>

Sexto asunto crítico para dialogar:
17 de mayo-24 de mayo de 2005

Puede responder a la siguiente tesis, en español o inglés, mandando un 
mensaje a:
<http://lists.ou.edu/archives/cervantes-l.html> o al siguiente número 
electrónico: <<mailto:[log in to unmask]>[log in to unmask]>

Tema 6: Incertidumbre calculada y plurivalencia verbal: algunas 
consideraciones acerca de los estudios cervantinos.

Desde finales de los años ochenta los cervantistas estamos esclarecidos de 
ciertas estratagemas literarias destinadas a provocar al lector 
contemporáneo y atraerlo a un diálogo íntimo con el autor socarrón1. Lo que 
a primera vista parecen disparates enormes, discrepancias o básicos 
errores, son en realidad artificiosas mañas intrincadas y desorientadoras. 
Lo que vale funciona con el lector contemporáneo y tiene efectos también en 
el cervantismo moderno: donde el lector contemporáneo no sabía si era burla 
o algo dicho en serio, en gran parte de los casos el lector moderno también 
está entre dos posibles sentidos, puntos de vista, etc. En otras palabras, 
la situación de 1605 o de 1615 continúa con su inseguridad alarmante: don 
Quijote ¿es loco o cuerdo?, Sancho, ¿un simple o un astuto realista? ¿Es 
aconsejable estar conforme con don Quijote de que el mundo en que vivimos 
es un gran estercolero, o es otra idea fantasmagórica de su héroe enloquecido?

Existen ambivalencias básicas en casi todos sus personajes. El ventero 
andaluz, quien lo arma caballero, visto de un lado es un pícaro taimado. 
Pero en la riña mortal entre don Quijote y los arrieros enfurecidos da 
pruebas de pacificador experto. Las dos mujeres en la venta son mozas de 
partido. Sin embargo, ayudan al cansado héroe a desarmarse y lo cuidan con 
caridad cristiana. Al lector experto en las novelas caballerescas, esto 
evoca escenas eróticas. De otro lado, su miedo inicial y su empeño 
caritativo evocan reminiscencias hagiográficas2. Semejantes incongruencias 
acompañan el episodio de Andrés y de Juan Haldudo el Rico. En primer lugar, 
el lector ve al joven pastor atado al árbol, gimiendo bajo los azotes de su 
amo.  Está movido de compasión e indignado por tanta crueldad. Luego oye lo 
que balbucea el mozo azotado:

         „No lo haré otra vez, señor mío; por la pasión de Dios, que no lo 
haré otra vez, y yo prometo de tener de aquí adelante más cuidado con el 
hato“. Y entiende lo que Cervantes insinúa con el ostensivamente repetido 
„no lo haré otra vez“: es decir que „los zagales se comían los corderos y 
echaban la culpa al lobo“3.

         Con respecto a las protagonistas femeninas del «Quijote» de 1605, 
también se puede llegar a conclusiones bastante diferentes. La esquiva 
Marcela, a unos parece imagen de la virginal Ártemis, a otros un basilisco 
sediente de sangre humana4. Luscinda, novia de Cardenio, es una llorona, e 
incluso Dorotea, moza tan simpática, no está libre de sospechas. Al ser 
inteligente y elocuente, Cervantes insinúa con suma delicadeza, que su 
relato acerca de la escena de Fernando, seductor aristocrático, podría ser 
modificado por la joven en algunos detalles. Enmienda su declaración de 
haber leído muchos libros devotos en libros de caballerías, cuando le 
parece aconsejable admitir tal pecadillo5.

         Inevitablemente, esto nos hace llegar al concepto de la honra, 
omnipresente en la literatura y el teatro de la época6. Punto álgido son 
los casamientos clandestinos, conocidos por las novelas caballerescas, 
frecuentemente imitados, pero execrados por los Padres del Concilio7. La 
unión de don Fernando con Dorotea es tal casamiento clandestino, basado en 
el consentimiento de las partes. Cuando don Fernando la deja, Dorotea se ve 
deshonrada, y, travestida de mozo va a buscar a su seductor8.

         Cardenio, traicionado por su amigo don Fernando, se retira a la 
Sierra Morena, encuentra a don Quijote y Sancho y les cuenta su triste 
historia. Interrumpido en su relato, tiene un acceso de locura, y denuncia 
a la reina Madásima de haber dormido con un cirujano. Don Quijote, furioso, 
protesta e insulta a Cardenio, quien les da una fuerte paliza y desaparece 
entre las rocas de la montaña. Sancho, que no ha entendido el motivo de la 
riña, es aleccionado por su amo sobre el noble concepto de la honra. Pero 
el escudero declara con firmeza que no le interesa un comino si la reina 
Madásima se acostó con ese cirujano o no. Veredicto contundente que en 
tiempos de Cervantes, y del grupo aristocrático de Lerma, parece 
revolucionario. Mientras los venerables Padres de Trento prohibían los 
duelos, causados mayormente por asuntos de la honra feudalizante.

         Lo que faltaba en esta crítica era la persona del rey y el clero, 
asociados a la monarquía y al Estado. A Felipe III, Cervantes lo ataca en 
el episodio de los molinos de viento. Al lecho de la muerte de su padre, el 
joven monarca aprendió que los ingresos de la Corona de los años 1599 y 
1600 ya estaban empeñados a los banqueros genoveses. Su padre Felipe II 
siempre se había negado a devaluar las tradicionales monedas de plata. Dos 
años antes de su muerte, Felipe II había cedido a la voluntad del Consejo 
de Castilla, que quería recoger las monedas de plata para sustituirlas por 
monedas en cobre, llamadas vellones. Pero un mes más tarde, retornó a la 
aleación acostumbrada en plata. Felipe III, apenas coronado, hizo acuñar 
vellones de cobre en cantidades enormes. Un procedimiento desenfrenado que 
procuró a la Corona un beneficio de casi un cien por ciento. Pero las 
deudas del Estado no dejaron de aumentar. El resultado fue una devaluación 
inflacionaria de tales dimensiones, que causó un estancamiento fatal en la 
artesanía y el comercio del país.  Los compatriotas de Cervantes 
comprendían el sentido alegórico del episodio: don Quijote, por ser un loco 
de remate, inviste los molinos de viento. La acción del joven monarca, que 
por su descuido arruina las fortunas privadas de sus súbditos es no menos 
que un acto de locura. El ataque atrevido Cervantes lo repite en el 
episodio de los rebaños de las ovejas y en el de los cueros de vino. Una 
retractación la inserta finalmente en el «Quijote» de 1615, con el episodio 
de los leones10.

         Queda la crítica cervantina del clero, que en el fondo es 
tradicional, pero que, en tiempos postridentinos resulta alarmante11. 
Menciona varias veces a los beneficiados, a la mucha renta que va unida a 
tal beneficio, a las comidas opulentas de los clérigos y a la vida poco 
santa de muchos frailes12.

         Objetivo principal de las bromas a cargo de un clero corrompido es 
el „cura tracista“. En el primer capítulo del «Quijote» de 1605 aparece 
entre los amigos de Alonso Quijano, discute acertadamente con él y el 
barbero sobre los libros de caballerías que, según los preceptos de sus 
superiores, no debería conocer. En el escrutinio de la biblioteca se 
presenta, ante las miradas admiradoras del ama y de la sobrina, como un 
juez experto, y anima a sus ovejas fanatizadas a llevar a las víctimas a 
las llamas de la hoguera. Pero no sin reservar los ejemplares más ilustres 
para él y el barbero, Maese Nicolás13. Al aprender de Sancho que don 
Quijote hace penitencia en las montañas de la Sierra Morena, el cura 
tracista determina llevarlo a su pueblo, utilizando un motivo archiconocido 
de las novelas caballerescas: el de la princesa menesterosa, ejecutando él 
mismo este papel. Y son sólo las carcajadas con las que Sancho Panza saluda 
su cómico disfraz que lo hacen abandonar su plan disparatado.

         Por otro lado, no es tacaño, paga los cueros de vino arruinados 
por don Quijote, compra el famoso „baciyelmo“ del barbero y suelda a los 
cuadrilleros de la Santa Hermandad para acompañar al héroe enjaulado. Sin 
embargo, no cabe la menor duda de que su intriga de apoderarse de don 
Quijote, encarcelarlo en la jaula, es un atentado a la libertad del hombre. 
Por encima, pasearlo a mediodía del domingo por el lugar, ante los ojos 
curiosos de sus vecinos, lo humilla de manera ostentosa. Considerado de 
cerca, es un triunfo de la plurivalencia verbal, aspirada por Cervantes. 
Tipológicamente, se correlaciona la humillante vuelta al hogar con la 
pasión de Jesucristo, en uno de los momentos centrales del calendario 
eclesiástico14. Con respecto a las intenciones caritativas de los 
caballeros andantes, deshacer injusticias, ayudar a los menesterosos, 
impedir intentos sumamente cristianos de don Quijote, es maña diabólica15. 
Los Padres del Concilio de Trento insisten en la obligación de residencia, 
es decir que los curas se ocupen del trabajo pastoral que es el suyo.

         Pero en el Sermón de la Montaña Jesucristo elogia al buen pastor 
que deja atrás sus noventa y nueve ovejas para salvar el cordero 
extraviado. Parábola presente a todos, y por encima sumamente burlesca en 
el contexto: el flaco don Quijote un cordero inocente. ¡Hallazgo ingenioso!


A.R.L.                                                  K.R.



Notas
1            Compárese James A. Parr, Don Quixote: An Anatomy of Subversive 
Discourse. Newark: Juan de la Cuesta 1988 and Id., Don Quixote: A 
Touchstone of Literary Criticism. Kassel 2005
2             Con respecto a los motivos tipológicos en el «Quijote» de 
1605 véase Walter Marx, Die Säkularisierung der analogen theologischen 
Denkform der Typologie im Don Quixote von 1605. En: Cervantes y su mundo I, 
editado por Eva Reichenberger / Kurt Reichenberger. Kassel 2004, pp. 169-217.
3            Véase la edición del Instituto Cervantes, dirigida por 
Francisco Rico, vol. I, p.63, nota 15.
4            Con respecto a la esquiva Marcela véase los artículos de 
Salvatore Poeta, Elegiac Function in Cervantine Narrative Discourse: 
Contextual, Sub-textual and Meta-fictional Dynamic in the 
Marcela-Grisóstomo Episode of Don Quijote. En: Cervantes y su mundo I, 
o.c., pp. 251-274.  Kevin S. Larsen, Marcela y Marisalada menosprecian el 
mandamiento. En: Cervantes y su mundo II. Kassel 2005, pp. 257-282 y Thomas 
Austin O`Connor, Marcela, seguidora de Ártemis: El fundamento social, 
cultural y mítico del episodio de Marcela y Grisóstomo. En: Cervantes y su 
mundo II, o.c., pp. 369-390.
5           Compárese el artículo de María Carmen Marín Pina, Don Quijote, 
las mujeres y los libros de caballerías. En: Cervantes y su mundo II, o.c., 
pp. 309-340.
6          Véase Ignacio Arellano, Diccionario de los Autos Sacramentales 
de Calderón (Ediciones de literatura 53). Kassel 2000, p. 112.
7          Con respecto al Concilio de Trento compárese Kurt Reichenberger, 
Cervantes, ¿un gran satírico? Los enigmas peligrosos del «Quijote» 
descifrados para el „carísimo lector“ (Estudios de literatura 97). Kassel 
2005, Apéndice segundo: Cervantes, y el Concilio de Trento: trasfondos 
histórico-culturales cervantinos.
8           Acerca de los acontecimientos turbulentos en la venta de Juan 
Palomeque el Zurdo véase Kurt & Theo Reichenberger, Cervantes, el Quijote y 
sus mensajes destinados al lector (Estudios de literatura 93). Kassel / 
Barcelona 2004. Capítulos 19: La ingeniosa Dorotea y su voluble don 
Fernando, y 20: El yelmo de Mambrino, el pobre barbero y los cuadrilleros 
de la Santa Hermandad, l.c., pp. 123-140.
9          Con respecto al concepto de la honra y el veredicto categórico 
de Sancho Panza véase Kurt Reichenberger, Cervantes and the Hermeneutics of 
Satire (Estudios de literatura 94). Kassel 2005. Chapter Nine: Don Quixote, 
Cardenio and the Honor of Queen Madásima: A Comical Dispute of Two Madmen, 
and Sancho at His Best, l.c., pp. 59-64.
10        Para esta retractación graciosa de Cervantes compárese «Cervantes 
and the Hermeneutics of Satire», Chapter Five, Coda: Don Quixote and the 
Lion: A generous excuse, o.c., pp. 34-36.
11        Con respecto a los rigores de la censura eclesiástica compárese 
«Cervantes and the Hermeneutics of Satire», Chapter Twelve: The Curate, the 
Canon from Toledo and the Spanish Clergy: Cervantes Scating on Thin Ice, 
o.c., pp. 75-82.
12        Para estos reparos véase Augustin Redondo, Otra manera de leer el 
Quijote. Historia, tradiciones culturales y literatura. Madrid 1997, p. 92.
13         Para el escrutinio de la biblioteca, el cura y sus ovejas 
compárese «Cervantes, el Quijote y sus mensajes destinados al lector, 
capítulo quinto, o.c., pp. 37-40.
14       Para este asunto véase el excelente artículo de Walter Marx, Die 
Säkularisierung der analogen theologischen Denkformen der Typologie im Don 
Quijote von 1605. En: «Cervantes y su mundo»I, o.c., pp. 169-217.
15         Véase el artículo de Thomas A. Lathrop, Diablo = cura en el 
Quijote. Lecturas y relecturas de textos españoles, latinoamericanos y 
USlatinos. En: Actas Irvine 92, Asociación internacional de Hispanistas 5. 
California 1994, pp. 178-184.