Tema 6: Incertidumbre calculada y plurivalencia verbal:
algunas consideraciones acerca de los estudios cervantinos.
Desde finales de los años ochenta los cervantistas estamos esclarecidos
de ciertas estratagemas literarias destinadas a provocar al lector
contemporáneo y atraerlo a un diálogo íntimo con el autor
socarrón1. Lo que a
primera vista parecen disparates enormes, discrepancias o básicos
errores, son en realidad artificiosas mañas intrincadas y
desorientadoras. Lo que vale funciona con el lector contemporáneo y tiene
efectos también en el cervantismo moderno: donde el lector contemporáneo
no sabía si era burla o algo dicho en serio, en gran parte de los casos
el lector moderno también está entre dos posibles sentidos, puntos de
vista, etc. En otras palabras, la situación de 1605 o de 1615 continúa
con su inseguridad alarmante: don Quijote ¿es loco o cuerdo?, Sancho, ¿un
simple o un astuto realista? ¿Es aconsejable estar conforme con don
Quijote de que el mundo en que vivimos es un gran estercolero, o es otra
idea fantasmagórica de su héroe enloquecido?
Existen ambivalencias básicas en casi todos sus personajes. El ventero
andaluz, quien lo arma caballero, visto de un lado es un pícaro taimado.
Pero en la riña mortal entre don Quijote y los arrieros enfurecidos da
pruebas de pacificador experto. Las dos mujeres en la venta son mozas de
partido. Sin embargo, ayudan al cansado héroe a desarmarse y lo cuidan
con caridad cristiana. Al lector experto en las novelas caballerescas,
esto evoca escenas eróticas. De otro lado, su miedo inicial y su empeño
caritativo evocan reminiscencias
hagiográficas2.
Semejantes incongruencias acompañan el episodio de Andrés y de Juan
Haldudo el Rico. En primer lugar, el lector ve al joven pastor atado al
árbol, gimiendo bajo los azotes de su amo. Está movido de compasión
e indignado por tanta crueldad. Luego oye lo que balbucea el mozo
azotado: „No lo
haré otra vez, señor mío; por la pasión de Dios, que no lo haré otra vez,
y yo prometo de tener de aquí adelante más cuidado con el hato“. Y
entiende lo que Cervantes insinúa con el ostensivamente repetido „no lo
haré otra vez“: es decir que „los zagales se comían los corderos y
echaban la culpa al
lobo“3.
Con
respecto a las protagonistas femeninas del «Quijote» de 1605, también se
puede llegar a conclusiones bastante diferentes. La esquiva Marcela, a
unos parece imagen de la virginal Ártemis, a otros un basilisco sediente
de sangre humana4.
Luscinda, novia de Cardenio, es una llorona, e incluso Dorotea, moza tan
simpática, no está libre de sospechas. Al ser inteligente y elocuente,
Cervantes insinúa con suma delicadeza, que su relato acerca de la escena
de Fernando, seductor aristocrático, podría ser modificado por la joven
en algunos detalles. Enmienda su declaración de haber leído muchos libros
devotos en libros de caballerías, cuando le parece aconsejable admitir
tal pecadillo5.
Inevitablemente,
esto nos hace llegar al concepto de la honra, omnipresente en la
literatura y el teatro de la
época6. Punto álgido
son los casamientos clandestinos, conocidos por las novelas
caballerescas, frecuentemente imitados, pero execrados por los Padres del
Concilio7. La unión de
don Fernando con Dorotea es tal casamiento clandestino, basado en el
consentimiento de las partes. Cuando don Fernando la deja, Dorotea se ve
deshonrada, y, travestida de mozo va a buscar a su
seductor8.
Cardenio,
traicionado por su amigo don Fernando, se retira a la Sierra Morena,
encuentra a don Quijote y Sancho y les cuenta su triste historia.
Interrumpido en su relato, tiene un acceso de locura, y denuncia a la
reina Madásima de haber dormido con un cirujano. Don Quijote, furioso,
protesta e insulta a Cardenio, quien les da una fuerte paliza y
desaparece entre las rocas de la montaña. Sancho, que no ha entendido el
motivo de la riña, es aleccionado por su amo sobre el noble concepto de
la honra. Pero el escudero declara con firmeza que no le interesa un
comino si la reina Madásima se acostó con ese cirujano o no. Veredicto
contundente que en tiempos de Cervantes, y del grupo aristocrático de
Lerma, parece revolucionario. Mientras los venerables Padres de Trento
prohibían los duelos, causados mayormente por asuntos de la honra
feudalizante.
Lo que
faltaba en esta crítica era la persona del rey y el clero, asociados a la
monarquía y al Estado. A Felipe III, Cervantes lo ataca en el episodio de
los molinos de viento. Al lecho de la muerte de su padre, el joven
monarca aprendió que los ingresos de la Corona de los años 1599 y 1600 ya
estaban empeñados a los banqueros genoveses. Su padre Felipe II siempre
se había negado a devaluar las tradicionales monedas de plata. Dos años
antes de su muerte, Felipe II había cedido a la voluntad del Consejo de
Castilla, que quería recoger las monedas de plata para sustituirlas por
monedas en cobre, llamadas vellones. Pero un mes más tarde, retornó a la
aleación acostumbrada en plata. Felipe III, apenas coronado, hizo acuñar
vellones de cobre en cantidades enormes. Un procedimiento desenfrenado
que procuró a la Corona un beneficio de casi un cien por ciento. Pero las
deudas del Estado no dejaron de aumentar. El resultado fue una
devaluación inflacionaria de tales dimensiones, que causó un
estancamiento fatal en la artesanía y el comercio del país. Los
compatriotas de Cervantes comprendían el sentido alegórico del episodio:
don Quijote, por ser un loco de remate, inviste los molinos de viento. La
acción del joven monarca, que por su descuido arruina las fortunas
privadas de sus súbditos es no menos que un acto de locura. El ataque
atrevido Cervantes lo repite en el episodio de los rebaños de las ovejas
y en el de los cueros de vino. Una retractación la inserta finalmente en
el «Quijote» de 1615, con el episodio de los
leones10.
Queda la
crítica cervantina del clero, que en el fondo es tradicional, pero que,
en tiempos postridentinos resulta
alarmante11. Menciona
varias veces a los beneficiados, a la mucha renta que va unida a tal
beneficio, a las comidas opulentas de los clérigos y a la vida poco santa
de muchos
frailes12.
Objetivo
principal de las bromas a cargo de un clero corrompido es el „cura
tracista“. En el primer capítulo del «Quijote» de 1605 aparece entre los
amigos de Alonso Quijano, discute acertadamente con él y el barbero sobre
los libros de caballerías que, según los preceptos de sus superiores, no
debería conocer. En el escrutinio de la biblioteca se presenta, ante las
miradas admiradoras del ama y de la sobrina, como un juez experto, y
anima a sus ovejas fanatizadas a llevar a las víctimas a las llamas de la
hoguera. Pero no sin reservar los ejemplares más ilustres para él y el
barbero, Maese
Nicolás13. Al aprender
de Sancho que don Quijote hace penitencia en las montañas de la Sierra
Morena, el cura tracista determina llevarlo a su pueblo, utilizando un
motivo archiconocido de las novelas caballerescas: el de la princesa
menesterosa, ejecutando él mismo este papel. Y son sólo las carcajadas
con las que Sancho Panza saluda su cómico disfraz que lo hacen abandonar
su plan disparatado.
Por otro
lado, no es tacaño, paga los cueros de vino arruinados por don Quijote,
compra el famoso „baciyelmo“ del barbero y suelda a los cuadrilleros de
la Santa Hermandad para acompañar al héroe enjaulado. Sin embargo, no
cabe la menor duda de que su intriga de apoderarse de don Quijote,
encarcelarlo en la jaula, es un atentado a la libertad del hombre. Por
encima, pasearlo a mediodía del domingo por el lugar, ante los ojos
curiosos de sus vecinos, lo humilla de manera ostentosa. Considerado de
cerca, es un triunfo de la plurivalencia verbal, aspirada por Cervantes.
Tipológicamente, se correlaciona la humillante vuelta al hogar con la
pasión de Jesucristo, en uno de los momentos centrales del calendario
eclesiástico14. Con
respecto a las intenciones caritativas de los caballeros andantes,
deshacer injusticias, ayudar a los menesterosos, impedir intentos
sumamente cristianos de don Quijote, es maña
diabólica15. Los
Padres del Concilio de Trento insisten en la obligación de residencia, es
decir que los curas se ocupen del trabajo pastoral que es el suyo.
Pero en el
Sermón de la Montaña Jesucristo elogia al buen pastor que deja atrás sus
noventa y nueve ovejas para salvar el cordero extraviado. Parábola
presente a todos, y por encima sumamente burlesca en el contexto: el
flaco don Quijote un cordero inocente. ¡Hallazgo ingenioso!
A.R.L.K.R.
Notas
1
Compárese James A. Parr, Don Quixote: An Anatomy of
Subversive Discourse. Newark: Juan de la Cuesta 1988 and Id., Don
Quixote: A Touchstone of Literary Criticism. Kassel 2005
2
Con respecto a los motivos tipológicos en el
«Quijote» de 1605 véase Walter Marx, Die Säkularisierung der analogen
theologischen Denkform der Typologie im Don Quixote von 1605. En:
Cervantes y su mundo I, editado por Eva Reichenberger / Kurt
Reichenberger. Kassel 2004, pp. 169-217.
3
Véase la edición del Instituto Cervantes, dirigida
por Francisco Rico, vol. I, p.63, nota 15.
4
Con respecto a la esquiva Marcela véase los artículos
de Salvatore Poeta, Elegiac Function in Cervantine Narrative Discourse:
Contextual, Sub-textual and Meta-fictional Dynamic in the
Marcela-Grisóstomo Episode of Don Quijote. En: Cervantes y su
mundo I, o.c., pp. 251-274. Kevin S. Larsen, Marcela y Marisalada
menosprecian el mandamiento. En: Cervantes y su mundo II. Kassel 2005,
pp. 257-282 y Thomas Austin O`Connor, Marcela, seguidora de Ártemis: El
fundamento social, cultural y mítico del episodio de Marcela y
Grisóstomo. En: Cervantes y su mundo II, o.c., pp. 369-390.
5
Compárese el artículo de María Carmen Marín Pina, Don
Quijote, las mujeres y los libros de caballerías. En: Cervantes y su
mundo II, o.c., pp. 309-340.
6
Véase Ignacio Arellano, Diccionario de los Autos
Sacramentales de Calderón (Ediciones de literatura 53). Kassel 2000, p.
112.
7
Con respecto al Concilio de Trento compárese Kurt
Reichenberger, Cervantes, ¿un gran satírico? Los enigmas peligrosos del
«Quijote» descifrados para el „carísimo lector“ (Estudios de literatura
97). Kassel 2005, Apéndice segundo: Cervantes, y el Concilio de Trento:
trasfondos histórico-culturales cervantinos.
8
Acerca de los acontecimientos turbulentos en la venta
de Juan Palomeque el Zurdo véase Kurt & Theo Reichenberger,
Cervantes, el Quijote y sus mensajes destinados al lector (Estudios de
literatura 93). Kassel / Barcelona 2004. Capítulos 19: La ingeniosa
Dorotea y su voluble don Fernando, y 20: El yelmo de Mambrino, el pobre
barbero y los cuadrilleros de la Santa Hermandad, l.c., pp. 123-140.
9
Con respecto al concepto de la honra y el veredicto
categórico de Sancho Panza véase Kurt Reichenberger, Cervantes and the
Hermeneutics of Satire (Estudios de literatura 94). Kassel 2005. Chapter
Nine: Don Quixote, Cardenio and the Honor of Queen Madásima: A Comical
Dispute of Two Madmen, and Sancho at His Best, l.c., pp. 59-64.
10
Para esta retractación graciosa de Cervantes
compárese «Cervantes and the Hermeneutics of Satire», Chapter Five, Coda:
Don Quixote and the Lion: A generous excuse, o.c., pp. 34-36.
11
Con respecto a los rigores de la censura eclesiástica
compárese «Cervantes and the Hermeneutics of Satire», Chapter Twelve: The
Curate, the Canon from Toledo and the Spanish Clergy: Cervantes Scating
on Thin Ice, o.c., pp. 75-82.
12
Para estos reparos véase Augustin Redondo, Otra
manera de leer el Quijote. Historia, tradiciones culturales y
literatura. Madrid 1997, p. 92.
13
Para el escrutinio de la biblioteca, el cura y sus
ovejas compárese «Cervantes, el Quijote y sus mensajes destinados al
lector, capítulo quinto, o.c., pp. 37-40.
14
Para este asunto véase el excelente artículo de
Walter Marx, Die Säkularisierung der analogen theologischen Denkformen
der Typologie im Don Quijote von 1605. En: «Cervantes y su
mundo»I, o.c., pp. 169-217.
15
Véase el artículo de Thomas A. Lathrop, Diablo = cura
en el Quijote. Lecturas y relecturas de textos españoles,
latinoamericanos y USlatinos. En: Actas Irvine 92, Asociación
internacional de Hispanistas 5. California 1994, pp. 178-184.