Date: Tue, 24 May 2005 20:15:48 +0200
From: Jesus G. Maestro <[log in to unmask]>
Subject: RE: Re: Maria Magdalena
In-reply-to: <[log in to unmask]>
To: "A. Robert Lauer" <[log in to unmask]>, [log in to unmask]
Reply-to: [log in to unmask]

Estimada Alicia:

Muchas gracias por tu valioso mensaje. Eres —como siempre has sido— muy amable y muy afectuosa.

El contexto en el que me sitúo para escribir lo que escribo (tanto en El mito de la interpretación literaria, 2004, como en La secularización de la tragedia en Cervantes, 2004), es el siguiente.

La interpretación literaria es una invención, y no un descubrimiento. (Y no sólo la interpretación alegórica, sino también la pretendidamente científica, que se basa al fin y al cabo en una ilusión epistemológica). Sin embargo, toda la crítica literaria de Occidente se ha construido históricamente sobre la inversión, o incluso sobre la equivocación, de este postulado. Cuando interpretamos un texto literario actuamos creyendo descubrir un significado. En realidad, simplemente, lo inventamos. Pero lo inventamos siempre de acuerdo con unas convicciones morales, con el fin de confirmar, subrepticiamente o no, una ética, es decir, una norma de interpretación cultural: aquella con la que nos sentimos, o queremos sentirnos, identificamos. Dámaso Alonso interpretaba el Polifemo desde la estilística con gran genialidad, tanta que nunca insistió en un aspecto moralmente decisivo: el contenido por completo pagano de esta fábula. La labor del crítico literario es, por tanto, mucho más astuta que modesta, y mucho menos humilde que moralista.

Por otro lado, me hablas de la alegoría en el seno del posmodernismo. En ese sentido, el problema no radica, en lo que a mí respecta, en la alegoría, sino en el posmodernismo. Éste es un movimiento que ha esclavizado académicamente al continente americano, y que se ha construido sobre infinidad de mitos: el mito de la identidad, el mito de la cultura, el mito de la fragilidad o relatividad del pensamiento, el mito de la interpretación... (Hoy la “identidad” es el opio del crítico posmoderno). Los resultados definitivos están por ver. Sabemos algo de las consecuencias de convertir lo absoluto en relativo, pero el posmodernismo nos está haciendo recorrer el camino a la inversa: instituye en absolutos valores genuinamente relativos y particulares. All goes, todo vale... ¿para qué?

Los últimos años del siglo XX y los primeros del siglo XXI se han caracterizado por ser —una vez más— profundamente religiosos. Esta intensificación de la “visión religiosa”, que sigue siendo creciente, se manifiesta con fuerza dentro del mundo académico; y sobre todo fuera de él, a través del discurso periodístico, en el que se objetivan y codifican verbalmente el poder, la vulgaridad y las creencias sociales (doxa), tres realidades con las que el conocimiento científico siempre ha mantenido relaciones conflictivas y disidentes. Las artes y las ciencias han sido, desde su nacimiento y por su naturaleza, actividades genuinamente seculares. Desvincular la “interpretación religiosa” del conocimiento científico, emanciparse de la revelación metafísica como forma primera del saber, para sustituirla por un método científico de interpretación, no es probablemente el objeto de la alegoría. El posmodernismo, en sus diferentes facetas (acaso con la excepción de los estudios culturales, que se han manifestado hasta el momento en el seno académico como una disolución vulgarizada de la antropología social), ha puesto de manifiesto realidades actualmente muy decisivas, haciendo del relativismo un valor absoluto, y conduciendo a unos resultados que en el mundo académico están determinados por el llamado “pensamiento débil” (Vattimo y Rovatti). Lo cierto es que la debilidad de este pensiero se limita a las tradicionales “ciencias humanas o del espíritu”, sin afectar en absoluto a las ciencias naturales, cuyo enérgico desarrollo trasciende día a día los límites de la astrofísica y de la biogenética, postulando un paradigma epistemológico que escapa por completo a toda la vanguardia e inteligencia posmoderna, tan académicamente presente y poderosa. Este pensiero devole es profundamente secular y laico, es decir, académico y filosófico. Ninguna fragilidad se observa hoy día en los dos sistemas de pensamiento más poderosos e influyentes en Occidente: el Cristianismo y el Islam.

Con todo, La Numancia no es un auto sacramental. Ni alegóricamente.

Con sincero afecto,

Jesús G. Maestro