Coloquio Cervantes
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Octavo tema de discusión:

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>Date: Tue, 17 May 2005 16:28:45 +0200
>From: Edition Reichenberger <[log in to unmask]>
>Subject: Coloquio Cervantes
>
>Cervantes y las reformas iniciadas por los Padres del Concilio de Trento
>
>
>En un libro reciente propusimos la tesis de que Cervantes y Bernardo de 
>Sandoval y Rojas, cardenal arzobispo de Toledo, eran varones criados en 
>tiempos pretridentinos y que, por consiguiente, les gustaba tratar temas 
>de religión con indulgente humor: burlas sobre San Pedro, portero crédulo 
>del paraiso, o del santo patrón eran pasatiempo preferido en las tertulias 
>divertidas de clérigos o de feligreses1. En estas circunstancias se podría 
>suponer que tales hombres pretridentinos, y sobre todo un Cervantes, 
>desatacado y rebelde, se opondrían a reglamentos tan determinantes como 
>las reformas propuestas por los Padres del Concilio de Trento. Sin 
>embargo, resulta exactamente lo contrario: lo que, a primera vista, parece 
>una ofensa desfachatada contra los clérigos de su tiempo, se transforma 
>ante los ojos de sus compatriotas de la época en un elogio incondicional 
>de los preceptos tridentinos.
>
>
>
>Desde el principio hasta la última sesión los Padres del Concilio tenían 
>que tratar dos temas divergentes: por un lado, la reforma de las 
>instituciones eclesiásticas, fin anhelado por el emperador para llegar a 
>un acuerdo con los príncipes protestantes en Alemania. Por otro lado, la 
>discusión de los temas de aspecto dogmático, favorecidos por los papas y 
>la Curia Romana, indispensables para garantizar la unidad de la doctrina 
>cristiana. Intereses tan divergentes que en las negociaciones preliminares 
>no se logró llegar a un acuerdo sobre la preferencia, de modo que ambos 
>temas fueron tratados alternativamente. A lo largo de las tres fases del 
>Concilio2.
>
>
>
>En el «Quijote» de 1605, Cervantes ha integrado por lo menos tres 
>episodios relacionados con deliberaciones tridentinas. Camino del Puerto 
>Lápice, Don Quijote está convencido de estar enfrentado con el tope de una 
>aventura caballeresca: dos encantadores en hábitos negros han hurtado una 
>princesa, escena archiconocida por sus amados libros de caballerías3. 
>Sancho, más realista, ve una comitiva de viaje, compuesta de dos frailes 
>de San Benito, una dama en coche y su séquito. Pero Don Quijote no hace 
>caso de sus objeciones y ataca a los frailes4. ¿Broma atrevida e 
>irreverente de Cervantes? Con respecto a los trasfondos históricos parece 
>que no. Porque está perfectamente conforme con los decretos del Concilio 
>de Trento, que intentaban la reforma de las órdenes monásticas. Como 
>muchas veces, Cervantes desorienta al lector carísimo con una pista falsa. 
>En este caso, los verdaderos objetivos del ataque quijotesco no eran los 
>venerables benedictinos, orden contemplativa, sino los frailes 
>mendicantes, franciscanos y capuchinos. En Trento hubo vivos ataques 
>contra las órdenes, protagonizados por el obispo de Fiesole, quien, en su 
>juventud, había presenciado el regimen del terror, provocado por los 
>sermones horrorizantes de Girolamo Savonarola. La indignación contra los 
>abusos en las órdenes fue general, de modo que al fin los legados debieron 
>apaciguar la asamblea. Los inconvenientes eran muy diversos, para comenzar 
>con una vida liviana, poco ejemplar, en el seno de los conventos.
>
>
>
>Pero la irritación de los obispos y del clero secular se basaba sobre todo 
>en el hecho de que las órdenes mendicantes habían logrado usurpar casi por 
>completo la instrucción del pueblo lego. Ocupaban los púlpitos, 
>desarrollaban visiones apocalípticas y excitaban las pasiones de los 
>feligreses con sermones incendiarios. Ejemplo cervantino: el ama y la 
>sobrina, mujeres enfurecidas, fruto de tales predicadores, careciendo de 
>las virtudes femeninas ejemplares: piedad y misericordia5. Lo que una 
>mayoría de los Padres de Trento admonestaba fue la presuntuosa ignorancia 
>de los predicadores en las órdenes menores. Y lo que exigían fue, por un 
>lado, la coartación de las actividades irresponsables de su parte; y por 
>otro, una supervisión efectiva concedida a los obispos. Acabar con tales 
>abusos parecía un objetivo predominante de la reforma. Fue tema de la 
>Sessio IV del Concilio, discusiones que se prolungaron en la sesión 
>quinta. Considerado todo esto, el enfurecido ataque del enloquecido 
>protagonista de Cervantes a los pobres frailes no debe verse como un acto 
>malicioso, irreverente, sino como un aplauso fervoroso a la docta 
>perseverancia de los Padres de Trento.
>
>
>
>Procedamos al próximo asunto. En las montañas de la Sierra Morena, Don 
>Quijote y Sancho encuentran a Cardenio, un joven noble que, traicionado 
>por don Fernando, su amigo, está convencido de haber perdido a su amada 
>Luscinda y, desesperado, ha perdido el juicio. Acogido amablemente por don 
>Quijote, le cuenta su triste historia. Pero le advierte que no quiere ser 
>interrumpido. Al oír que a su Luscinda le gustan los libros de 
>caballerías, don Quijote olvida su promesa y, entusiasmado, interrumpe el 
>triste relato. Cardenio, tras un largo silencio, como despertado de un 
>sueño, constata ser convencido de que la reina Madásima ha dormido con 
>Elisabad, un cirujano. Don Quijote, enfurecido por tal injuria, llama a 
>Cardenio un mentiroso y un villano. Luego se insultan vice versa con 
>palabrotas infamantes y al fin el joven noble agarra una piedra grande y 
>la arroja al pecho de don Quijote; después muele a palos los demás y 
>desaparece entre las rocas.
>
>
>
>Sancho se queda perplejo. No ha entendido el motivo de tal camorra y 
>comienza a hacer preguntas a su señor. Don Quijote, muy contento de poder 
>hablar de materias caballerescas, le explica que Cardenio había hecho mal 
>difamando a la reina en su honra. Sancho delibera, no argumenta, sólo 
>constata que, a él, no le interesa ni un comino si la reina dormía con ese 
>Elisabad o no. Y a esto añade gran cantidad de refranes. Don Quijote le 
>reprocha usar tantos refranes y ... cambia el tema6. En tiempos de 
>Cervantes, el código del honor fue la causa primaria de una avalancha 
>tremenda de duelos mortales. En la Sessio XXIV, los Padres de Trento, 
>alarmados, prohibían los duelos, excomulgando a los duelistas. Otra vez, 
>Cervantes está en perfecta concordancia con los decretos del Concilio 
>Tridentino. Por encima hay mucho más que decir. Además en la Sessio XVIII 
>se había acabado con los matrimonios clandestinos. Declarando que el único 
>lazo autorizado por la Iglesia era el matrimonio celebrado por un prete, 
>en presencia de dos testigos. Quiere decir que el proceder de Cardenio y 
>de don Fernando con sus matrimonios clandestinos está opuesto a la 
>doctrina oficial. Y Cervantes no tarda en atribuir una tercera referencia 
>a los decretos tridentinos: menciona que Luscinda, asustada, se ha 
>refugiado en un convento y que don Fernando, descuidando la santidad del 
>lugar, la ha raptado. Otra vez, Cervantes está en total concordancia con 
>los Padres de Trento, que fulminaron contra el rapto de mujeres como un 
>acto sacrílego en la Sessio XXV.
>
>
>
>Por fin, existe un tercer complejo, tal vez el más importante de todos. 
>Por lo menos con respecto a las Sesiones del Concilio Tridentino. En el 
>«Quijote» parece una menudencia, por lo menos a primera vista. Encontramos 
>el asunto en el capítulo cincuenta del «Quijote». A lo largo del capítulo, 
>don Quijote contesta a las objeciones del canónigo de Toledo, declarando 
>que, a pesar de verse encerrado en la jaula, quiere ser rey de un reino 
>para poder mostrar el agradecimiento y la liberalidad, haciendo bien a sus 
>amigos, particularmente a Sancho Panza, su fiel escudero, a quien querría 
>dar un condado, prometido tantas veces, aun teniendo dudas de que el 
>sabría gobernarlo bien. Al oír estas palabras de su amo, Sancho interviene 
>diciendo que promete que no le falte la habilidad para gobernar. Añade que 
>cuando le faltare, siempre hay gente que toman en arrendamiento los 
>estados, les dan un tanto cada año y tienen cuidado del gobierno. 
>Entretanto, él gozaría la renta „como un duque“.
>
>
>
>A eso el canónigo mete baza, advirtiendo que no será tan fácil puesto que 
>es oficio del señor administrar justicia en el estado. A lo que Sancho 
>espeta que esto no le hará la más mínima dificultad. Y don Quijote 
>concluye que va a imitar el ejemplo de Amadís de Gaula, quien hizo a su 
>escudero conde de la Insula Firme. Como siempre, la escenificación de 
>Cervantes es perfecta. Y sumamente intrincada. Otra vez, el lector se ve 
>enfrentado con una pista falsa: Sancho termina su intervención con decir 
>que con la renta estará contento „como un duque“. Sin embargo, su 
>interlocutor no es un duque, sino un prelado. Por ello, el lector cuenta 
>con otra comparación, es decir „como un canónigo“. Evidentemente, el tema 
>al que alude es la acumulación exagerada de las prebendas.
>
>
>
>Es el programa tridentino, sin la menor duda, el tema central. Presente, 
>debatido con pasión durante todas fases del Concilio. Las negociaciones 
>resultaron dificilísimas puesto que en la materia de la nómina de 
>cardenales y la acumulación de prebendas y otros favores, era la Curia 
>Romana la que se encontraba en el centro de quejas y reclamaciones 
>acusatorias. Para dar un ejemplo de las discusiones apasionadas basta 
>mencionar la intervención de Pacheco, obispo de Jaén, que lamentaba que la 
>Sede de Pamplona, a causa de semejantes procedimientos había quedado 
>vacante por un intervalo de ochenta (!) años.
>
>
>
>No cabe duda de que este complejo y el de la acumulación de las prebendas 
>y emolumentos era un punto álgido de la reforma. Ocupaba e irritaba a los 
>Padres del Concilio durante los tres períodos de Trento, comenzando con la 
>Sessio VII hasta la XXIV7. Y una lectura detenida prueba que, a pesar de 
>los obstáculos casi insuperables, han logrado, con respecto a este punto, 
>una reforma que va de la cabeza hasta los pies. Por ello, Cervantes no 
>duda de tocar el tema espinoso y, al contrario, despierta la atención del 
>lector carísimo por una comparación atrevida: hace constatar a don 
>Quijote, deplorando su situación actual de enjaulado, que el 
>agradecimiento y la liberalidad generosa que solo consiste en el deseo es 
>cosa muerta, „como es muerta la fe sin obras“. Es esto la fórmula 
>concreta, aclamada por los Padres del Concilio en la Sessio VII, como 
>centro de la fe cristiana.
>
>
>
>
>
>Notas
>
>
>
>1                    Con respecto a este asunto véase mi libro Cervantes, 
>¿un gran satírico? (Estudios de literatura 97). Kassel 2005, pp. 93-103: 
>apéndice segundo: Cervantes y el Concilio de Trento, trasfondos 
>histórico-culturales cervantinos.
>
>2                    Para el Concilio de Trento compárese Ignasi Fernández 
>Terricabras, Felipe II y el clero secular: la aplicación del Concilio de 
>Trento. Madrid 2000 y Antonio María Rouco Varela, Estado e iglesia en la 
>España del siglo XVI. Madrid 2001.
>
>3                    Para los libros de caballerías compárese las 
>ediciones presentadas por el Centro de Estudios Cervantinos en Alcalá de 
>Henares. Por encima véase las ediciones críticas realizadas por Lilia E.F. 
>de Orduna
>
>4                    Con respecto a este episodio veáse Kurt /Theo 
>Reichenberger, Cervantes, el Quijote y sus mensajes destinadas al lector 
>(Estudios de literatura 93). Kassel 2004, capítulo octavo: Los 
>benedictinos, la dama de la carroza y el orgulloso vizcaíno, pp. 51-54.
>
>5                    Con respecto a este episodio compárese K. y Th. 
>Reichenberger, o.c., capítulo quinto: Cervantes, la crítica literaria 
>aplicada y el auto de fe de los libros de caballerías, pp. 37-40.
>
>6                    Para la disputa entre don Quijote y Cardenio acerca 
>de la honra de la reina Madasima véase Kurt Reichenberger, Cervantes and 
>the Hermeneutics of Satire (Estudios de literatura 94). Kassel 2005, 
>Chapter Nine: Don Quixote, Cardenio and the Honor of Queen Madasima: A 
>Comical Dispute of Two Madmen, and Sancho at His Best, pp. 49-58.
>
>7                    El tópico de la residencia obligatoria y de la 
>acumulación de las prebendas y emolumentos fue tratado en las siguientes 
>sessiones: Sessio VI capítulo 1; Sessio VII, capítulo 7; Sessio XXI, 
>capítulo 3; Sessio XXII, capítulo 1 y 3; Sessio XXIII, capítulo 1 y Sessio 
>XXIV, capítulo 12.
>
>