Vapuleados por los pastores de Yanguas, don Quijote y Sancho llegan a la
venta de Juan Palomeque el Zurdo. Son acogidos por un trío femenino: la
mujer del ventero; su atractiva hija; y Maritornes, la moza asturiana,
mujer robusta y tan fea que parece un aborto del diablo. En un cobertizo
preparan una cama improvisada para don Quijote y, dado que su cuerpo es
todo golpes y heridas, la ventera y su hija le aplican un ungüento,
mientras Maritornes aguanta la candela. Don Quijote está convencido de
que la venta es un castillo y las tres mujeres damas ilustres. Cuando la
ventera y su hija desaparecen, Maritornes, caritativa, unta también a
Sancho, que está no menos maltrecho que su señor.