Date: Thu, 13 Apr 2006 12:31:15 +0200
From: "Jesús G. Maestro" <[log in to unmask]>
Subject: No todo es ideología
To: "'A. Robert Lauer'" <[log in to unmask]>, [log in to unmask]

Estimados y estimadas colegas:

En los últimos mensajes publicados en el foro se han hecho observaciones sobre las relaciones entre ideología e interpretación literaria.

La motivación de tales declaraciones está directamente relacionada con la forma de plantear los últimos temas de discusión del coloquio sobre Cervantes: cómo enseñar, entretener y deleitar con la literatura cervantina y cuál es el personaje más simpático del Quijote, a juicio de cada lector.

Debo confesar que tanto uno como otro tema discurren por los caminos de la crítica literaria impresionista o mundana, que es una de las tres modalidades en que actualmente se desarrolla la teoría y la crítica literarias contemporáneas. Las otras dos modalidades son la filología como método de interpretación literaria y las ideologías del intérprete vertidas sobre la literatura como creencias constitutivas de un mundo histórico, político y social (y por supuesto mitológico). (Y me permito aducir una cuarta, aún por explotar, que es el materialismo filosófico como Teoría de la Literatura pensada y concebida en español (no en inglés, subrayo esto por ser mucho más importante de lo que parece), y que inevitablemente se desenvuelve contra las mitologías de la posmodernidad, y en reacción contra el irracionalismo y la ausencia de criterios científicos que dominan actualmente el campo de la teoría literaria, saturada de ideologías sofisticadas, creencias políticas y mixtificaciones culturales).

En su mensaje, Alicia Parodi afirma, al mostrar sus diferencias con Robert Lauer, que poner en relación un texto con la problemática social cercana, es nefasta para el conocimiento de la literatura . ¿Por qué? ¿Acaso ponerlo en relación con una problemática metafísica lejana es más útil?

Los textos literarios forman parte de unos materiales literarios que pueden y deben analizarse conceptualmente en relación con todo tipo de problemas. Siempre interpretamos en el presente, desde el presente y para el presente[1]. ¿O es que alguien puede retrotraerse al paleolítico inferior, o más acá si lo prefiere, e interpretar el cosmos desde allí?

Frente a la interpretación filológica de la literatura, y en coexistencia con la crítica impresionista o mundana (me gusta o me gusta tal o cual personaje, me resulta o no simpático, etc., una suerte de platonismo literario), se desarrollan actualmente las ideologías que cada intérprete vierte sobre los textos literarios, habitualmente sin ningún rigor científico, y por supuesto al margen de todo criterio filológico, del que todo lector o lectora, ideologizado o ideologizada hasta los huesos, se permite prescindir impúdicamente en el mundo académico.

Se puede comparar la posible expulsión de los inmigrantes ilegales que viven en USA con la expulsión de los moriscos en 1609, pero no sin aceptar que semejante comparación es ideológica, no científica. No puede admitirse, sin embargo, que la expulsión de los moriscos (es decir, de los musulmanes que se quedaron en España después de la conquista de Granada) fuera injusta, ya que fue ejecutada conforme al ordenamiento jurídico de un estado de derecho, votado por un Consejo de Estado un 30 de enero de 1608. Se puede decir que es inhumano y cruel, pero no que es injusto. Otra cosa es que la justicia sea inhumana y cruel (y siempre lo será para unos, pero no para todos), si bien esa es cuestión que nos sitúa, entre otras, en las categorías de la moral y de la ética, las cuales son casi siempre incompatibles, y de las que, si quieren, podemos hablar.

Concluyo diciendo que ciencia e ideología son discursos con frecuencia dialécticos e también incompatibles. El primero es ante todo un saber crítico; el segundo, un interés pragmático inmediato. Si se pretende hoy día dedicarse a la teoría y a la interpretación de la literatura, conviene discriminar los términos ciencia, ideología y mitología. La ciencia es un conocimiento racional basado en la interpretación causal, objetiva y sistemática de la materia. Por su parte, la mitología es, esencialmente, una explicación ideal e imaginaria de hechos. Finalmente, la ideología es un discurso basado en creencias, apariencias o fenomenologías, constitutivo de un mundo social, histórico y político, cuyos contenidos materiales están determinados básicamente por estos tres tipos de intereses prácticos inmediatos, identificables con un gremio o grupo social, y cuyas formas objetivas son siempre resultado de una sofística. La ideología se mueve en el mundo de lo contado, lo verbal, lo retórico, lo dóxico (no hay especialista en retórica que no sea un sofista redomado). Evita siempre el mundo de lo verificado. La ciencia corresponde a la Filología. La ideología y la mitología son combustibles de la posmodernidad. Consúmanse cuanto antes y sobreviva a ellas la literatura.

Y, por supuesto, es inaceptable afirmar que todo es ideología , tal como escribió un posmoderno de cuyo nombre no quiero acordarme.

Muy cordialmente,

Jesús G. Maestro

Crítica Heterodoxa de la Literatura Académica




[1] La interpretación literaria que se desarrollo al margen de los problemas del mundo contemporáneo queda reducida hoy día a dos formas o modos de entender la literatura: el modo idealista o escolástico y el modo histórico o etnológico. El primero de estos modos se aproxima (digo que se aproxima, no que lo sea, ojo!) a la Filología, y el segundo al Historicismo decimonónico. Al ejercer la Filología de un modo idealista o escolástico el intérprete se sitúa y nos sitúa intencionalmente en un mundo histórico pero intemporal, que contiene ideas supuestamente eternas, como Lengua, Gramática, Literatura, Autor, Nación..., próximo en cierto modo a un espacio en el que habitan las causas primeras y los primeros principios. La Filología adopta así la forma de una doctrina enseñable y transmisible, y se convierte en un modelo semejante al de una escolástica de la literatura. Este modo de ejercer la filología ha entrado en innegable decadencia desde finales del siglo XX. En las universidades americanas nadie sabe hoy día lo que la filología es (y bien se nota esta carencia), y en las europeas, salvo los profesores de filologías clásicas, nadie conoce profesionalmente ni el latín ni el griego. La Filología no sobrevive en determinados ámbitos académicos porque no se han encontrado ni implantado modos de servirse de ella para construir una crítica efectiva sobre la realidad de nuestro mundo contemporáneo. Los conocimientos que surgen de la Filología son mucho más débiles que las creencias que mueven a los ideólogos. La Filología es hoy día la escolástica de la literatura. Para muchos, un saber arqueológico. Con su pan se lo coman. Por su parte, el segundo de estos modos, histórico o etnológico, ha sido y a veces sigue siendo una forma más de entender la literatura como algo ajeno al presente, y ha encontrado en el Historicismo decimonónico los caminos que conducen incesantemente ya no a un mundo intemporal, sino pretérito, histórico, donde la literatura resulta fosilizada, convertida en un saber arqueológico, sin implicaciones en el presente. La historia de la literatura representó durante décadas el cuerpo doctrinal de la literatura. Hoy constituye por excelencia un modelo de doxografía literaria.