Date: Sat, 21 Oct 2006 14:33:12 -0700 (PDT)
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Subject: Quixote-quixote: Filología ideológica y el doble moro - de Juergen Hahn
To: [log in to unmask]


Querido Roberto, estimados colegas,

En el último número de la revista CERVANTES (25.1)
suscitó mi interés un debate entre Carroll B. Johnson
y Alfredo Baras, el que--con el perdón de los
participantes--me provoca un poco a "meter baza", y a
extender el debate a este foro.

En aquel debate nuestro estimado colega Carroll
Johnson se enfrenta con la doble etimología de la
palabra "quixote" y su interesantísima homonimia:
1."muslera caballeresca"- la original, de origen
romance y 2."sayo moro" - menos conocida, de origen
árabe. Aprovechándose de una nota un tanto
problemática de Francisco Rico, Johnson propuso
ampliar el consabido significado del nombre "Quijote"
con un aura adicional mora, inspirándole así una
identidad doble, pensando tal vez en un posible
conglomerado sanchesco de tipo "baciyelmo", incluso
con leves sobretonos de ambigüedad sexual. Interesante
tentativa, pero insostenible, como demuestra Alfredo
Baras con filología impecable: El "quixote" moro
simplemente no cabe aquí, lo que Johnson
caballerosamente concede y acepta.

Ahora, lo que me parece menos caballeroso es el
comentario final de Johnson, en el que acusa
rotundamente, a modo de flecha del parto, a los
colegas de España de resistir la aceptación, en
términos generales, del componente moro en la cultura
española, mostrando así que a él, Johnson, le
interesaba menos el aspecto filológico de su argumento
que el ideológico.

Aquí se me ocurren dos puntos al respecto:

1. ¿No huele un poco a imperialismo moralizante el
tratar de imponer a toda costa una visión cultural a
una sociedad ajena? Se desprende aquí la impresión que
Johnson, tal vez inconscientemente, se deja arrastrar,
y hacerse así portavoz de aquel multiculturalismo
altamente frenético y políticamente correcto, típico
estos días de la intelectualidad norteamericana, el
que además está aquejando e inficionando a modo de
viro tanta crítica literaria bajo la rúbrica engañosa
de "estudios culturales", de mucha más valía
político-propagandística que científica, y que está
borrando la vista de tantos al valor objetivo del
texto mismo, el que sólo con esmero artesano,
filológico se deja descifrar. Creo que Anthony Close
calificó esta ideología de "delirio filosófico", ¡y
con razón!

2. Esta supuesta resistencia española al componente
cultural moro que alega Johnson, es interesante que
contradice por completo mi propia experiencia. En
1993, cuando tuve ocasión de publicar mi librito
"Miracles, Duels, and Cide Hamete's Moorish Dissent"
de medianamente profunda temática islámica, yo también
francamente esperaba precisamente esta misma
resistencia española de que habla Johnson. Pero
resultó completamente al revés, pues el venerado
Alberto Sánchez, entonces director de ANALES
CERVANTINOS, no sólo acogió mi librito con los brazos
abiertos en su reseña, sino que después en varias
ocasiones se refirió a él repetidas veces con tono
generoso.

Ahora, me atrevo a atribuir esta acogida positiva de
parte de Alberto Sánchez al esmero filológico con que
yo había elaborado mi tesis, en vez de servirme de
meros porrazos ideológicos. Porque se nota que en
España, gracias a Dios, todavía se comprende la
filología en bastantes sectores, como lo demuestra tan
bien Alfredo Baras, entre otros. En cambio, aquí en
Norteamérica es evidente que la filología, con
poquísimas excepciones ilustres, se la comprende ya
muy poco, como lo prueba ampliamente la reseña que
hizo entonces Edward Friedman de mi susodicho librito,
la cual, aunque no negativa, me pareció extrañamente
superficial.

Claro que atribuir rasgos moros a Cide Hamete siempre
va a ser mucho más defendible por ser más verisímil.
El hacerlo con DQ, en cambio, como lo intentaba
Johnson, resulta ser mucho menos convincente en
terminos psicológicos, etnológicos y religiosos. Y
ninguna teoría literaria relativizadora posmoderna, a
mi modo de ver, basta para cambiar esta realidad
narratológica. Porque DQ ya sufre de suficiente
esquizofrenia espistemológica verisímil, debido a su
locura caballeresca. ¿Para qué entonces imponerle otra
más dudosa esquizofrenia hipotética, traída por los
pelos, cosa que Cervantes mismo claramente no
intentaba?

Sin embargo, se puede demostrar que DQ sí que tiene
una especie de doble, un "alter ego" de tipo moro,  y
se deja salvar así una parte de la intuición original
de Johnson. Pero este doble no es resultado de ningún
efecto autodesgarrador psicológico artificial, sino
que es representado por un personaje bastante íntegro:
Es Cide Hamete, el personaje-narrador con su propia
identidad autónoma, separada. Cide mismo reclama este
papel abiertamente. Escuchemos su famosa oración
final: "Para mí...nació don Quijote, y yo para
él...solos los dos para en uno..."(II,74). Esta
fervorosa exclamación va mucho más allá de un mero
abrazo de despedida sentimental. Es, sobre todo, un
signo de suma identificación, es decir, un abrazo de
peso ontológico, que sólo le conviene a un "alter
ego". Y veamos como Cervantes ya nos ha preparado para
esta identificación, habiendo programado a su narrador
ya desde el principio para su tarea: Primero, consta
que Cide, tal como DQ, también es manchego de origen.
Luego también, el honorífico "Cide" que Cervantes le
otorga lleva un fuerte eco del "Don" hidalgeño,
caballeresco de DQ. Así que, tendría derecho Cide a
llamarse "Cide Hamete de La Mancha," aunque Cervantes
mismo no lo hiciera, lo más probable por ser este
apodo más propio de a un caballero tradicional, y
reservado a éste sólo. Además, otra convergencia
impactante: ¡El Cide "arábigo", cristiano se está
cristianizando! El "jura como católico
cristiano"(II,27) y la tonalidad de sus comentarios
adquiere cada vez más una tonalidad cristiana a medida
que avanza su narración sobre DQ.

Los signos de esta convergencia son, pues, de peso
amplio, casi exagerados, porque trascienden toda
necesidad del papel de Cide de mero narrador. Cabe
preguntarse entonces, ¿por qué insiste Cervantes tanto
en esta convergencia? Y al mismo tiempo, ¿por qué
sigue insistiendo tanto en la moricidad de Cide, es
decir en la "alteridad" del "alter ego"? Mi respuesta
es, porque en ella se hallan exactamente las virtudes
islámicas relevantes a la temática caballeresca de DQ,
y quiere hacer máximo uso de ella. Como creo haber
probado en mi susodicho libro, estas virtudes
esenciales consisten en unas fuertes posturas de la
cultura islamo-árabe, las de anti-duelo y
anti-milagro, y las que Cide Hamete incorpora a la
perfección. Estas hacen de él un contrahente ideal,
insuperable de aquella ideología tan seductora,
adictiva de los libros de caballerías, cuyo mayor
atractivo consistía precisamente en estos
interminables duelos extravagantes y milagos absurdos
de que más se nutrían. Es por eso que Cervantes
introdujo a Cide en el texto, porque en un punto se
dio cuenta que la sociedad cristiana española tal como
se le presentaba en su época, estaba en el fondo
culturalmente incapaz para resistir eficazmente a la
gran tentación cultural y espiritual de estos libros,
esto es, incapacitada por los diferentes órganos
hegemónicos como la iglesia, la realeza, la
intelectualidad, y el comercio, porque todos éstos se
bloquearon uno al otro frente al asunto. Por eso
Cervantes decidió, o mejor dicho "se le ocurrió",
echar mano de la idea genial de servirse de un "otro"
cultural, quien por su trasfondo cultural e ideológico
radicalmente distinto, casi genético, estaba hecho a
la medida para esta tarea, y este "otro" iba a ser
Cide Hamete. Armado con esta su epistemología
especial, Cide cumple con su cargo anti-caballeresco
al pie de la letra, convirtiendo un serio, seco debate
público-literario en fino juego irónico y gozoso, y
asunto novelable. Pero a pesar de su comicidad
superficial, en el fondo Cide se mantiene serio, con
firme propósito y sumamente fiel a su papel exquisito
de "agente foráneo" cultural que Cervantes le
proporciona, el "agente-saboteador" enviado para
"desconstruir" la locura de DQ.

Es de su condición islámica más que nada, entonces,
que deriva el papel clave, primordial de Cide que
Cervantes quería impartirle. Cerrar los ojos a esta
condición, como lo hace una cantidad de comentaristas
mayores, los lleva a subvalorar, y--me
temo--comprender mal su importancia. Esta cerrazón es
verdaderamente sorprendente verla tan repartida, no
sólo entre los cervantista de orientación puramente
teórica, narratológica (más que filológica) como Paz
Gago, Parr, Maestro, pero aun entre los más
tradicionales como Mancing, El Saffar, Martín Morán y
Riley! Y entre muchos más. Se pregunta uno, ¿por qué?
¿Será por algún miedo epistemológico? (¡Aquí tal vez
invocaríamos el celo de Johnson!) Porque ninguno de
ellos (con leve excepción de Stagg y López Navia)
parece tomar en serio el hecho fundamental que más
salta a la vista: Cide es islámico, y lo es por
profundo propósito de su creador. Y comparado con
esto, toda la narratología escurridiza que emana de
él, y que obsesiona tanto a estos críticos es pura
mecánica ejecutiva de este propósito, es decir,
puramente derivativa, de importancia secundaria.
Divertida, sí, gustosa, sí, y muy funcional e
ilustrativa, pero con todo, desde el punto de vista de
Cervantes, de importancia secundaria. Y es casi seguro
que a ningún otro autor que a Cervantes le podría
haber llegado tal idea, porque ninguno había acumulado
e interiorizado su propia experiencia vital islámica
en la misma medida como él, siendo él quien puebla
tantas obras suyas con asuntos y personajes
moros/moriscos, y quien los inspira con su empatía tan
única. De la misma manera, su concepción de Cide
también es absolutamente única.

                 *    *    *    *    *    *

Habiendo, pues, identificado al verdadero doble moro
de DQ, sólo nos cumple cerrar el círculo, y volver a
nuestro punto de partida: La cuestión del otro
"quixote", del indumentario moro que tanto hace
resaltar Johnson: Y ahora podemos ver que, más que
nadie, Cide Hamete sería precisamente el perfecto
candidato-usuario de este "quixote"-sayo. De hecho, no
cuesta en absoluto imaginarse a Cide, el "alter ego"
que se reviste del correspondiente "alter id" de la
muslera de DQ. Entonces cabe preguntarse, ¿podría
haber pensado Cervantes en esta correspondencia a la
hora de crear a su narrador? Lo frágil de esta tesis
es que el personaje de Cide, a lo que parece, todavía
no se le había ocurrido a Cervantes cuando primero
hace uso de este vocablo en el capítulo 1. ¿Pero pudo
haberle influído en su creación posteriormente? Pues,
tengo una justa sospecha que sí. Pero allí se queda,
por el momento más bien una gloriosa sospecha que una
respuesta definitiva. Pero al menos creo que le hemos
dado una posible segunda vida a la interesante
intuición inicial de Johnson, y hemos llegado allí por
medio del "círculo filológico" tipo Leo Spitzer,
todavía el instrumento crítico más fino y más lúcido
que, en mi opinión, ha producido todo el siglo XX.
Porque muchas veces la filología paciente todavía
puede en terreno donde la ideología y la teoría ya no
pueden más.

Claro, como buen filólogo no me doy por satisfecho
todavía, y preferiría tener una respuesta más clara y
contundente al asunto. Y esto me mueve a ofrecer la
cuestión a este foro público para más discusión, con
la esperanza de que tal vez a algún colega agudo se la
occurra. Como quien dice, "forse altri canterà con
miglior plettro". Porque esta correspondencia me sigue
pareciendo una posibilidad muy evocadora, y tal vez,
después de todo, no debiéramos desechar tan rápido
este componente moro del "quixote".

Saludos cordiales,

Juergen Hahn
CCSF
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Prof. A. Robert Lauer
The University of Oklahoma
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