Don Chris, 
Gracias por sacarnos de nuestras nubes, como diria  Aristofanes.  Dario
 
In a message dated 9/7/2009 9:39:18 P.M. Central Daylight Time,  
[log in to unmask] writes:


Querido amigo  Roberto y, estimados/as amigos/as,
1. Primero, lo  que me sorprende es que los detenidos de GITMO leen la 
Biblia y Don Quijote de la Mancha cuando la  mayoría son musulmanes, y antes de 
haber sido llevados a GITMO sin duda alguna  leían el Corán; o creen Ustedes 
que Obama bin Laden como fundador de la  organización terrorista al-Qaeda 
les permitía a los miembros de su  organización terrorista a leer la Biblia 
en las montañas de Afganistán o  donde sea. Basta recordar el contenido de 
sus “famosas cartas” al gobierno  estadounidense y a sus aliados. 
2. Segundo, de  lo que yo sepa se encuentran las traducciones del Corán en 
GITMO, así qué  había ocurrido con la fe de los detenidos, de repente 
aprenden inglés,  estudian y leen la Biblia y Don Quijote, y parece que quieran  
llegar a ser cristianos “nuevos.” Por favor que no me digan que el gobierno  
estadounidense o el ex presidente George. W. Bush les forzaban a leer la 
Biblia o El Don Quijote de la Mancha en  GITMO. 
Interesante  noticia:  
     
Defense Department  Update       
         
September  14, 2006  - Ten Facts about  Guantanamo     
    1.  The  detainees at the  Guantanamo  Bay  detention facility include 
bin Laden’s bodyguards,  bomb makers, terrorist trainers and facilitators,  
and other suspected terrorists.  
    2.  More  money is spent on meals for detainees than on the  U.S.  
troops stationed there.  Detainees are offered  up to 4,200 calories a day.  The 
average weight  gain per detainee is 20  pounds.   
    3.  The  Muslim call to prayer sounds five times a day.  Arrows point 
detainees toward the holy city of  Mecca.   
    4.  Detainees  receive medical, dental, psychiatric, and optometric  
care at  U.S.  taxpayers’ expense.  In 2005, there were 35  teeth cleanings, 
91 cavities filled, and 174 pairs  of glasses issued.   
    5.  The  International Committee of the Red Cross visits  detainees at 
the facility every few months.  More than 20,000 messages between detainees  
and their families have been  exchanged.   
    6.  Recreation  activities include basketball, volleyball, soccer,  
pingpong, and board games. High-top sneakers are  provided.   
    7.  Departing  detainees receive a Koran, a jean jacket, a white  
T-shirt, a pair of blue jeans, high-top sneakers, a  gym bag of toiletries, and a 
pillow and blanket for  the flight home.   
    8.  Entertainment  includes Arabic language TV shows, including  World 
Cup soccer games.  The library has 3,500  volumes available in 13 languages —
 the most  requested book is “Harry Potter.”  
    9.  Guantanamo  is the most transparent detention facility in the  
history of warfare.  The Joint Task Force has  hosted more than 1,000 
journalists from more than 40  countries.  
    10. In  2005, Amnesty International stated that “the  detention 
facility at  Guantanamo  Bay  has become the gulag of our times.”  

From the Department of Defense  Office of Public Affairs – OSD Writers’  
Group 




«As I noted in June, the  Gitmo library was also stocked with Jihadi books 
and other radical Islamist  paraphernalia, according to Erik Saar, who 
served as an army sergeant at  Gitmo for six months and co-authored a negative, 
tell-all book about his  experience titled “Inside the Wire.”» En este caso 
mi pregunta  es: 
¿Creen Ustedes que Ramadán Bajá,  Rey de Argel, y Mamí Aranaute, capitán de 
los corsarios de Argel (en cuyo  poder estaba Miguel de Cervantes), 
hubieran permitido a leer a Cervantes y a  los demás cautivos los libros contra su 
reinado turco o cualquier otra cosa?  (o quejarse sobre las condiciones de 
la cárcel donde había más o menos 25,000  cristinos encarcelados y 
maltratados día y noche, sin mencionar los diez  puntos de arriba). 
3. Tercero, si  ya estamos con el encarcelamiento, entonces, qué leía 
Cervantes durante sus  encarcelamientos en España, qué leía en Argel y, qué 
libertad tenía para  practicar su fe cristiana.  
Cervantes, les  enseñaba a los turcos la historia de la Biblia del 
siguiente modo:   
«Comenzaron  desde la envidia y soberbia de Lucifer, y de su caída con la 
tercera parte de  las estrellas, que cayeron con él en los abismos; caída que 
dejó vacas y  vacías las sillas del Cielo, que las perdieron los ángeles 
malos por su necia  culpa. Declaréronle el medio que Dios tuvo para llenar 
estos asientos, criando  al hombre, cuya alma es capaz de la gloria que los 
ángeles malos perdieron.  Discurrieron por la verdad de la creación del hombre 
y del mundo y por el  misterio sagrado y amoroso de la Encarnación, y con 
razones sobre la razón  misma, bosquejaron el profundísimo misterio de la 
Santísima Trinidad. Contaron  cómo convino que la segunda persona de las tres, 
que es la del Hijo, se  hiciese hombre, para que, como hombre, Dios pagase 
por el hombre, y Dios  pudiese pagar como Dios, cuya unión hipostática solo 
podía ser bastante para  dejar a Dios satisfecho de la culpa infinita 
cometida, que Dios infinitamente  se había de satisfacer, y el hombre, finito por 
sí, no podía, y Dios, en sí  solo, era incapaz de padecer; pero, juntos los 
dos, llegó el caudal a ser  infinito, y así lo fue la paga. Mostráronle la 
muerte de Cristo, los trabajos  de su vida desde que se mostró en el pesebre 
hasta que se puso en la cruz.  Exageráronle la fuerza y eficacia de los 
Sacramentos, y señalaron con el dedo  la segura tabla de nuestro naufragio, que es 
la penitencia, sin la cual no hay  abrir la senda del Cielo, que suele 
cerrar el pecado. Mostráranle asimismo a  Jesucristo, Dios vivo, sentado a la 
diestra del Padre, estando tan vivo y  entero como en el Cielo, sacramentado 
en la Tierra, cuya santísima presencia  no la puede dividir ni apartar 
ausencia alguna, porque uno de los mayores  atributos de Dios, que todos son 
iguales, es el estar en todo lugar, por  potencia, por esencia y por presencia. 
Aseguráronle infaliblemente la venida  de este Señor a juzgar el mundo sobre 
las nubes del cielo, y asimismo la  estabilidad y firmeza de su Iglesia, 
contra quien pueden poco las puertas, o  por mejor decir, las fuerzas del 
infierno. Trataron del poder del Sumo  Pontífice, visorrey de Dios en la Tierra y 
llavero del Cielo.»   
A título de  ejemplo, el conocimiento de Cervantes de la Biblia es el 
siguiente:   
«Porque tanto  amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito para que todo 
el que crea en él  no perezca, sino que tenga vida eterna» (Juan, 3:  16). 
«Entonces se  entabló una batalla en el cielo Miguel y sus ángeles 
combatieron con el  Dragón. También el Dragón y sus ángeles combatieron, pero no 
prevalecieron y  no hubo ya en el cielo lugar para ellos. Y fue arrojado el 
gran Dragón, la  Serpiente antigua, el llamado diablo y Satanás, el seductor 
del mundo entero;  fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con 
él. Oí entonces  una fuerte voz que decía en el cielo ‘Ahora ya ha llegado 
la salvación, el  poder y el reinado de nuestro Dios y la potestad de su 
Cristo, porque ha sido  arrojado el acusador de nuestros hermanos, el que los 
acusaba día y noche  delante de nuestro Dios. Ellos lo vencieron gracias a la 
sangre del Cordero y  a la palabra de testimonio que dieron, porque 
despreciaron su vida ante la  muerte. Por eso, regocijaos, cielos y los que en 
ellos habitáis. ¡Ay de la  tierra y del mar! Porque el diablo ha bajado a 
vosotros con gran furor,  sabiendo que le queda poco tiempo» (Apocalipsis, 12:  7–
9). 
«Luego vi a un  ángel que bajaba del cielo y tenía en su mano la llave del 
abismo y una gran  cadena. Dominó al Dragón, la serpiente antigua –que es el 
diablo y Satanás– y  lo encadenó por mil años. Lo arrojó al abismo, lo 
encerró y puso encima los  sellos, para que no seduzca más a las naciones hasta 
que se cumplan los mil  años. Después tiene que ser soltado por poco tiempo» 
(Apocalipsis, 20:  1–3). 
«Mirad, viene  acompañado de nubes; todo ojo le verá, hasta los que le 
traspasaron, y por él  harán duelo todas las razas, de la tierra. Sí. Amén» 
(Apocalipsis, 1:  7). 
«Y seguí viendo.  Había una nube blanca, y sobre la nube sentado uno como 
Hijo de hombre, que  llevaba en la cabeza una corona de oro y en la mano una 
hoz afilada»  (Apocalipsis, 14: 14). 
«Entonces  aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre; y entonces 
se golpearán el  pecho todas las razas de la tierra y verán al Hijo del 
hombre venir sobre las  nubes del cielo con gran poder y gloria» (Mateo, 24:  
30). 
«Y entonces  verán al Hijo del hombre que viene entre nubes con gran poder 
y gloria»  (Marcos, 13: 26). 
«El mismo Señor  bajará del cielo con clamor, en voz de arcángel y trompeta 
de Dios, y los que  murieron en Cristo resucitarán en primer lugar. Después 
nosotros, los que  vivamos, los que quedamos, seremos arrebatados en nubes, 
junto con ellos, al  encuentro del Señor en los aires. Y así estaremos 
siempre con el Señor»  (Primera Epístola a los Tesalonicenses, 4:  16–17). 
«Pero os digo  que a partir de ahora veréis al hijo del hombre sentado a la 
diestra del Poder  y viniendo sobre las nubes del cielo» (Mateo, 26:  64). 
«Y dijo Jesús  ‘sí, yo soy, y veréis al Hijo del hombre sentado a la 
diestra del Poder y  venir entre las nubes del cielo» (Marcos, 14: 62); «con esto, 
el Señor  Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la 
diestra de  Dios» (Marcos, 16: 19). 
«Siéntate a mi  diestra, hasta que haga de tus enemigos estrado de tus 
pies» (Salmos,  110: 1). 
«Fijaos los ojos  en Jesús, el que inicia y consuma la fe, el cual, por el 
gozo que se le  proponía, soportó la cruz sin miedo a la ignominia y está 
sentado a la diestra  del trono de Dios» (Hebreos, 12:  2). 
Y «no temas, soy  yo, el Primero y el Último, el que vive; estuve muerto, 
pero ahora  estoy vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la 
Muerte y del  Hades» (Apocalipsis, 1: 17–18).   
A pesar de ello,  rezaba, pues, cada navío llegado de España fue esperado 
por los cautivos con  lágrimas y agradecido al Eterno Rey del Cielo 
hincándose de rodillas según  El trato de Argel así:  
«Dios nos ha de  remediar,  
hermanos;  mostrad buen pecho, 
que el Señor que  nos ha hecho 
no nos tiene de  olvidar.  
Roguémosle, como  a padre, 
nos vuelva a  nuestra mejora, 
pues es nuestra  intercesora 
su Madre, que es  nuestra Madre; 
porque, con tan  santo medio, 
nuestro bien  está seguro: 
que ella es  nuestra fuerza y muro, 
nuestra luz,  nuestro remedio.» 
Y arrodillados  rezaron:  
«¡Vuelve, Virgen  Santísima María, 
tus ojos que dan  luz y gloria al Cielo, 
a los tristes  que lloran noche y día 
y riegan con sus  lágrimas el suelo! 
Socórrenos,  bendita Virgen pía, 
antes que este  mortal corpóreo velo 
quede sin alma  en esta tierra dura 
y carezca de  usada sepultura. 
Reina de las  alturas celestiales, 
Madre y Madre de  Dios, Virgen y Madre, 
espanto de las  furias infernales, 
Madre y Esposa  de tu mismo Padre, 
remedio  universal de nuestros males: 
si con tu  condición es bien que cuadre 
usar  misericordia, úsala agora 
y sácame de  entre esta gente mora. 
En Vos, Virgen  dulcísima María, 
entre Dios y los  hombres medianera, 
de nuestro mar  incierto cierta guía. 
Virgen entre las  vírgenes primeras; en Vos. 
Virgen y Madre;  en Vos confía 
mi alma, que sin  Vos en nadie espera, 
que me habréis  de sacar con vuestras manos 
de dura  servidumbre de paganos.» 
Cervantes no  solamente componía versos divinos y enseñaba la fe cristiana, 
sino rezaba en  todos los momentos libres de que se presentan otras 
pruebas, como  éstas: 
«mi buen Jesús  me ayuda, cómo en mi alma no muda la fe, la promesa o  
miedo;» 
«creo en la  Santísima Trinidad, Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu 
Santo, tres personas  distintas, y que todas tres son un solo Dios verdadero, y 
que, aunque es Dios  el Padre, y Dios el Hijo, y Dios el Espíritu Santo, no 
son tres dioses  distintos y apartados, sino un solo Dios verdadero; 
finalmente creo todo lo  que tiene y cree la Santa Iglesia Católica Romana, regida 
por el Espíritu  Santo y gobernada por el Sumo Pontífice, vicario y visorrey 
de Dios en la  Tierra, sucesor legítimo de San Pedro, su primer pastor 
después de Jesucristo,  primero y universal pastor de su esposa la Iglesia. 
Díjome grandezas de la  siempre Virgen María, reina de los cielos y señora de 
los ángeles y nuestra,  tesoro del Padre, relicario del Hijo y amor del 
Espíritu Santo, amparo y  refugio de los pecadores.» Asimismo, se lee lo 
siguiente:   
Juanico: «hazlo  así Divino Amor,  
que con tu  querer me ajusto.  
Deja aquesta  niñería 
del trompo ¡por  vida mía!, 
y repasemos los  dos 
las oraciones  de Dios.»   
Francisquito: «Bástame el  Avemaría.»  
Juanico: «¿Y el Padrenuestro?»   
Francisquito: «También.» 
Juanico:  «Y el Credo?»  
Francisquito:  «Sélo de corro.»   
Juanico:  «y la Salve?...»   
Francisquito:  «Acude al  Avemaría; 
verás qué fuerzas que tiene.»  
Cadí:  «Pues, hijos, ¿en qué entendéis?»   
Juanico:  «En trompear, como  veis, 
mi hermano,  señor, entiende.» 
Carahoja:  «Es niño, y, en fin;  atiende 
a su edad.»  
Cadí:  «Y vos, ¿qué hacéis?»   
Juanico:  «Rezando estaba.»  

Cadí:  «¿Por quién?»   
Juanico:  «Por mí, que soy pecador.»   
Cadí:  «todo aqueso está muy  bien. 
¿Qué rezábades?»  
Juanico:  «Señor, 
lo que sé.»  
Francisquito:  «Respondió  bien. 
Rezaba el Avemaría....»  
«¿Ya os  turbáis? 
Pues si es que aquesto os  indina, 
¿qué hará cuando me  oigáis 
decir la Salve  Regina? 
Para vuestras  confusiones, 
todas las cuatro  oraciones 
sé, y sé bien que son  escudos 
a tus alfanjes  agudos 
y a tus torpes invenciones.»  
Lo que  asombraba, es la relativa tolerancia por parte de los turcos, de 
que podían  celebrar Cervantes y los cautivos cristianos su misa, a título de  
ejemplo: 
Guardián: «Los españoles, por su  parte, hacen 
una brava comedia.» 
Moro:  «Son  saetanes; 
los mismos diablos son; son para  todo. 
Ya descuelgan cristianos a su  misa...» 
Sacristán:  «De molde vienen para  la comedia; 
ahora me los chanto. ¡Sus,  entremos!» 
Guardián:  «¿Adónde vais,  cristiano?» 
Padre:  «¿Yo? A oír  misa.» 
Moro:  «Pues paga.» 
Padre:  «¿Cómo paga? ¿Aquí se  paga?» 
Guardián:  «¡Bien parece que es  nuevo el padre viejo!» 
Moro:  «Dos ásperos, o  apártate, camina.» 
Padre:  «No los tengo, por  Dios.» 
Moro:  «Pues ve y  ahórcate.» 
Don Lope:  «Yo pagaré por  él.» 
Moro:  «Eso, en buena  hora.» 
Sacristán:  «Fende, déjeme  entrar, y este pañuelo, 
que no ha media hora que hurté a un  judío, 
tome por prenda, o déme lo que  vale, 
que lo haré no más de por el  costo, 
o muy poquito más.» 
Guardián:  «Con otros  cuatro 
quedas muy bien pagado.» 
Sacristán  «Venga, y entro.» 
Moro  «¡Ea!; acudid a  entrar, que se hace tarde. 
Con los del rey, yo apostaré que  pasen 
de dos mil los que están en el  banasto. 
Entremos a mirar desde la  puerta 
cómo dicen su misa, que  imagino 
que tienen grande música y  concierto.» 
Guardián:  «Poneos tras el  postigo, y veréis todo 
cuanto hacen los cristianos en el  patio, 
porque es cosa de ver.» 
Moro:  «Ya los he  visto. 
Hoy dicen que tornó a vivir su  Cristo.» 
Osorio:  «Misterio es este no  visto. 
veinte religiosos  son 
los que hoy la  Resurrección 
han celebrado de  Cristo 
con música  concertada, 
la que llaman  contrapunto. 
Argel es, según  barrunto, 
arca de Noé  abreviada; 
aquí están de todas  suerte 
oficios y  habilidades, 
disfrazadas calidades.» 
Vivanco:  «Y aun otra cosa, si  adviertes, 
es de más  admiración, 
y es que estos  perros sin fe 
nos dejen, como  se ve, 
guardar nuestra  religión. 
Que digamos  nuestra misa 
nos dejen,  aunque en secreto. 
Ossorio: «Más de  una vez con aprieto 
se ha celebrado  y con prisa: 
que una vez,  desde el altar, 
al sacerdote  sacaron 
revestido y le  llevaron 
por las calles  del lugar 
arrastrando; y  la crueldad 
fue tal, que con  él se usó 
que en el camino  acabó 
la vida y la  libertad. 
Más dejémonos de  aquesto, 
y a nuestra  holgura atendamos, 
pues que nos dan  nuestros amos 
hoy lugar para  hacer esto. 
De nuestras  pascuas tenemos 
los primeros  días por nuestros.» 
Don Lope: «¿Y  qué? ¿Hay músicos?» 
Ossorio: «Y  diestros; 
Los del Cadí  llamaremos.» 
Vivanco: «Aquí  están.» 
Ossorio: «Y  aquel que ayuda 
Al coloquio ya  está aquí.» 
Don Fernando:  «¡Bien cantan los del Cadí.» 
Ossorio: «Antes  que más gente acuda, 
el coloquio se  comience, 
que es del gran  Lope de Rueda, 
impreso por  Timoneda, 
que en vejez al  tiempo vence. 
No pude hallar  otra cosa 
que poder  representar 
más breve y sé  que ha de dar 
gusto, por ser  muy curiosa 
su manera de  decir 
en el pastoril  lenguaje.» 
Vivano: «¿Qué  pellicos?» 
Ossorio: «De  ropaje 
humilde, y voyme  a vestir.» 
Vivanco: «¿Quién  canta?» 
Ossorio: «Aquí  el sacristán, 
que tiene  donaire en todo.» 
Vivanco: «¿Hay  loa?» 
Ossorio: «¡De  ningún modo!» 
Vivanco:  «¡Oh, qué mendigos  están! 
En fin; comedia  cautiva, 
pobre, hambrienta y  desdichada, 
desnuda y atarantada...» 
Don Lope: «La voluntad se  reciba.» 
Curalí:  «Sentaos, no os alborotéis, 
Que vengo a ver  vuestra fiesta.» 
Don Fernando:  «Quisiera que fuera esta, 
fe[n]de, cual la  merecéis.» 
Don Lope: «Aquí  os podéis asentar, 
Que yo me  quedaré en pie.» 
Curalí: «No, no;  amigo, siéntate, 
que salen a  comenzar.» 
Don Lope: «Ya  salen; sosiego y chite, 
que  cantan.» 
Vivanco: «mejor  sería 
que  llorasen.» 
Don Fernando:  «Este día 
Lágrimas no las  permite.» 
Asimismo, enseñó  que hubo momentos de libertad donde se  divertían: 
Ambrosio: «Pues,  amigos, ¿dónde vamos?» 
Julio: «Aunque  está de aquí un buen rato, 
al jardín de  Agimorato.» 
Don Fernando:  «Pues, ¡sus!, no nos detengamos.» 
Julio: «Allí  podremos estar a solas 
danzar, cantar y  tañer 
y hacer nuestras  cabriolas: 
que el mar no  suele tener 
siempre  alteradas sus olas. 
Demos vado a la  pasión, 
cuanto más, que  es la intención 
del Cadí que nos  holguemos 
y que los  viernes tomemos 
honesta  recreación.» 
De acuerdo con  la declaración llevada a cabo el 21 de octubre de 1580, por 
el doctor Antonio  de Sosa, Cervantes tenía «costumbres y señales de muy 
buen cristiano, y se  ocupaba en componer muchas veces versos en alabanza de 
Nuestro Señor, de su  Bendita Madre, del Santísimo Sacramento y otras cosas 
santas y devotas; y  algunas las comunicó con Sosa y se las envió que las 
viese.» Ya que «las obras  de servir a Dios no han de ser precipitadas, ni que 
parezcan que las mueven  accidentes,» pues «el cristiano está más obligado a 
su alma que a los respetos  humanos,» y «en solo conocer y ver a Dios está 
la suma gloria, y todos los  medios que para este fin se encaminan son los 
buenos, son los santos, son los  agradables; como son los de la caridad, de 
la honestidad y el de la  virginidad,» puesto que «cada uno en su oficio 
puede alabar a Dios.»   
4. Algunos sugieren que Cervantes era muy pobre para  abonar los libros, no 
consiento con esta opinión, por ejemplo, el precio de la  Sacra Biblia 
(1588 ó 1599) de  Venecia, era 2 reales. 
5. De acuerdo con el Profesor  Anthony Close, Cervantes ha leído: 
«toda la lírica  española, desde la época de los cancioneros hasta 
comienzos del siglo XVIII,  varios líricos italianos, a título de ejemplo, Francesco 
Petrarca (1304–1374),  Pietro Bembo (1470–1547), y Luigi Tansillo (1510–
1568), a quienes mencionó en  sus obras. Además, La Celestina (1499), de 
Fernando de Rojas  (1476–1541), el Lazarillo de Tormes (1554), y el Guzmán de  
Alfarache (1599, 1604) de Mateo Alemán (1547–1615?), La  Araucana (1569, 
completa 1590), del escritor  madrileño Alonso de Ercilla y Zúñiga (1533–1594), 
paje del «Fundador de El  Escorial,» el Orlando furioso (1516), de Ludovico 
Ariosto (1474–1533),  Amadís de Gaula (1508), de Garci Rodríguez de Montalvo 
(?–1505),  Tirante el Blanco (1511), traducción castellana de Joan 
Martorell,  La Diana (hacia 1559), de Jorge Montemayor (1520?–1561), Diana  enamorada 
(1564), y de Gaspar Gil Polo (1530?–1591). El teatro español de  su tiempo, 
en especial, el de Lope Félix de Vega Carpio (1562–1635);  los novellieri 
italianos y, sobre todo, Giovanni Boccaccio (1313–1375),  Matteo Bandello 
(1485?–1561?), el Galateo español (1593), de Lucas  Gracián Dantisco (1543–
1587), secretario «del Fundador de El Escorial,» la Biblia, los Diálogos de 
Amor  (1535), de León Hebreo (1465–1521), (tres traducciones españolas en el  
siglo XVI); las obras del fray Antonio de Guevara (1480?–1545), incluidas las 
 Epístolas familiares (1539), la Philosophia antigua poética  (1596), de 
Alonso López Pinciano (1547?–1627?, «El Pinciano»), libros  didácticos o de 
misceláneas, como: la Historia natural (los diez  primeros libros se 
publicaron en el año 77, mientras que los demás fueron  publicados tras la muerte del 
autor, probablemente por Plinio el Joven,  61–114) Plinio el Viejo (23 d.C.–
79), la Silva de  varia lección (1540), de Pero Mejía (1497–1551) y tal vez 
la  Miscelánea (1590), de Luis Zapata (1526–1595), y libros de  historia y 
biografías, como los citados por el canónigo de Toledo en el  Quijote.» 
6. Huelga decir que Cervantes leía  la Biblia, la conocía 
irreprochablemente y aludía a sus citas a lo largo de  sus obras. ¿Dónde y cuándo la leía? y 
¿qué libros hubo en las cárceles  españolas durante la época de Cervantes y 
cuáles se permitía? Unos de los  ejemplos más trascendentales son: 
«Ego autem dico vobis diligite inimicos  vestros,» («habéis oído que se 
dijo Amarás a tu prójimo y odiarás a  tu enemigo,» Mateo, 5: 43–44 de la 
Vulgata); «yo te sacaré de  las manos de los caldeos,»  («en manos de los 
caldeos,» Jeremías, 22: 25–26); «de la caballería  andante se puede decir lo mismo 
que del amor se dice, que todas las cosas  iguala,» («porque todo el que se 
ensalce será humillado; y el que se humille  será ensalzado,» Lucas, 18: 14); 
«el buen paso, el regalo y el reposo,  allá se inventó para los blandos 
cortesanos; más el trabajo, la inquietud y  las armas sólo se inventaron e 
hicieron para aquellos que el mundo llama  caballeros andantes, de los cuales 
yo, aunque indigno, soy el menor de todos,»  («y en último término se me 
apareció también a mí, que soy el último un  aborto. Pues yo soy el último de los 
apóstoles indigno del nombre del apóstol,  por haber perseguido a la 
iglesia de Dios,» Primera Epístola a los  Corintios, 15: 8–9); «entró en la 
fortaleza de la caballería dicha, no por  la puerta, sino por las bardas, como 
salteador y ladrón,» («el que no entra  por la puerta en el redil de las 
ovejas, sino que escala por otro lado, ése es  un ladrón y un salteador,» Juan, 
10: 1); «el templo que derribó Sansón  cuando con su muerte se vengó de sus 
enemigos,» («Sansón invocó a Yahvé y exclamó ‘Señor Yahvé,  dígnate acordate 
de mí, hazme fuerte aunque sólo sea esta vez, oh Dios, para  que de un golpe 
me vengue de los filisteos por mis ojos.’ Y Sansón tanteó las  dos columnas 
centrales sobre las que descansaba el edificio, se apoyó en  ellas, en una 
con su brazo derecho, en la otra con el izquierdo, y gritó  ‘¡Muera yo con 
los filisteos!’ Apretó con todas sus fuerzas y el edificio se  derrumbó sobre 
los tiranos y sobre toda la gente allí reunida,» Jueces,  16: 28–30); «más 
con todo esto, sube en tu jumento, Sancho, el bueno, y vente  tras mí; que 
Dios, que es proveedor de todas las cosas, no nos ha de faltar, y  más andando 
tan en su servicio como andamos, pues no falta a los mosquitos del  aire, 
ni a los gusanillos de la tierra, ni a los renacuajos del agua, y es tan  
piadoso que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y llueve sobre los  
injustos y los justos,» («por eso os digo no andéis preocupados por vuestra 
 vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale 
más  la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves 
del  cielo no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro 
Padre  celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? Por lo demás,  
¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la 
 medida de su vida?» Mateo, 6: 26–27, «ni por la Tierra, porque  es el 
escabel de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la  ciudad del gran rey,» 
Mateo, 5: 35); «dar coces contra el aguijón,»  («cayó en tierra y oyó una voz que 
le decía ‘Saúl, Saúl, ¿por qué me  persigues?,» Hechos, 9: 4–5); «mal 
cristiano eres, Sancho–dijo, oyendo  esto, Don Quijote–, porque nunca olvidas 
la injuria que una vez te han  hecho,» («habéis oído que se  dijo Amarás a tu 
prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo Amad a  vuestros enemigos y 
rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de  vuestro Padre 
celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover  sobre justos e 
injustos,» Mateo, 5: 43–45, «que si vosotros perdonáis a  los hombres sus 
ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre  celestial; pero si no 
perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará  vuestras ofensas,» 
Mateo, 6: 14–15); «harta aventura tiene un  delincuente que está en su 
lengua su vida o su muerte,» «ollas de Egipto,»  («muerte y vida dependen de la 
lengua el que la aprecia comerá su fruto,»  Proverbios, 18: 21, «por la 
tarde, en efecto, vinieron las codornices y  cubrieron el campamento; y por la 
mañana había una capa de rocío en torno al  campamento,» Éxodo, 16: 13); 
menciona las doce tribus de  Israel, Génesis 49;  «desnudo nací, desnudo me 
hallo, ni pierdo, ni gano,» («desnudo salí del seno  materno y desnudo volveré a 
él. Yahvé me lo ha dado y Yahvé me lo ha quitado.  Bendito sea el nombre de 
Yahvé,» Job, 1: 21); «quien está en el  infierno nunca sale de él ni puede,» 
(«había un hombre rico que vestía de  púrpura y lino, y celebraba todos los 
días espléndidas fiestas. Y uno pobre,  llamado Lázaro, que, echado junto a 
su portal, cubierto de llagas, deseaba  hartarse de lo que caía de la mesa 
del rico, pero hasta los perros venían y le  lamían las llagas. Sucedió, 
pues, que murió el pobre y los ángeles le llevaron  al seno de Abrahán. Murió 
también el rico y fue sepultado. Estando en el Hades  entre tormentos, 
levantó los ojos y vio a lo lejos a Abrahán, y a Lázaro en su  seno. Y, gritando, 
dijo ‘Padre Abrahán, ten compasión de mí y envía a Lázaro a  que moje en 
agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy  atormentado en 
esta llama. Pero Abrahán le dijo ‘Hijo, recuerda que recibiste  tus bienes 
durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él  es aquí 
consolado y tú atormentado. Y además, entre nosotros y vosotros se  interpone 
un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a  vosotros, no 
puedan hacerlo; ni de ahí puedan pasar hacia nosotros. Replicó  ‘Pues entonces, 
te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque  tengo cinco 
hermanos, para que les advierta y no vengan también ellos a este  lugar de 
tormento.’ Abrahán le dijo ‘Tienen a Moisés y a los profetas; que les  oigan.’
 Él dijo ‘No, padre Abrahán, que si alguno de entre los muertos va a  
ellos, se convertirán.’ Le contestó» ‘Si no oyen a Moisés y a los profetas,  
tampoco se convencerán aunque un muerto resucite,» Lucas, 16: 19–31);  
«fraternal reprensión,» («le presentaban también los niños pequeños para que  los 
tocara y, al verlo, los discípulos, les reñían,» Lucas, 18: 15);  «Judas 
codicioso,» («pero no decía esto porque le preocuparon los pobres, sino  porque 
era ladrón, y como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella,»  Juan, 
12: 6); «¿quién pudiera imaginar que Don Fernando, caballero  ilustre, 
discreto, obligado de mis servicios, poderoso para alcanzar lo que el  deseo 
amoroso le pidiese donde quiera que le ocupase, se había de enconar,  como 
suele decirse, en tomarme a mí una sola oveja que aún no poseía,» (2  Samuel, 11 
y 12); «sin osar, como otro Lot, volver el rostro a miralla,»  («mientras 
los sacaban afuera, dijo uno ‘¡Escápate, por vida tuya! No mires  atrás ni te 
pares en toda la redonda. Escapa al monte, no vayas a ser  barrido,» 
Génesis, 19: 17); «y ¡cómo si llevaba azote!–dijo Don  Quijote–. Y aun una legión 
de demonios, que es gente que camina y hace  caminar, sin cansarse, todo 
aquello que se les antoja,’» («y llegaron al otro  lado del mar, a la región 
de los gerasenos. Apenas saltó de la barca, vino a  su encuentro, de entre 
los sepulcros, un hombre con espíritu inmundo que  moraba en los sepulcros y a 
quien nadie podía ya tenerle atado ni siquiera con  cadenas, pues muchas 
veces le habían atado con grillos y cadenas, pero él  había roto las cadenas y 
destrozado los grillos, y nadie podía dominarle. Y  siempre, noche y día, 
andaba entre los sepulcros y por los montes, dando  gritos e hiriéndose con 
piedras. Al ver de lejos a Jesús, corrió y se postró  ante él y gritó con 
fuerte voz ‘¿Qué tengo yo contigo, Jesús, Hijo de Dios  Altísimo? Te conjuro 
por Dios que no me atormentes.’ Es que él le había dicho  ‘Espíritu inmundo, 
sal de este hombre.’ Y le preguntó ‘¿Cuál es tu nombre?’ Le  contesta ‘Mi 
nombre es Legión, porque somos muchos. «Y le demandaba con  insistencia que 
no los echara fuera de la región. Había allí una gran piara de  puercos que 
pacían al pie del monte; y le suplicaron ‘Envíanos a los puercos  para que 
entremos en ellos.’ Y se lo permitió. Entonces los espíritus inmundos  
salieron y entraron en los puercos, y la piara–unos dos mil–se arrojó al mar  de 
lo alto del precipicio y se fueron ahogando en el mar. Los porqueros  
huyeron y lo contaron por la ciudad y por las aldeas; y salió la gente a ver  qué 
era lo que había ocurrido. Llegan junto a Jesús y ven al endemoniado, al  
que había tenido la Legión, sentado, vestido y en su sano juicio, y se llena  
de temor. Los que lo habían visto les contaron lo ocurrido al endemoniado y 
lo  de los puercos,» Marco, 5: 1–17); «había de ir a buscarle, y le había  
de hallar, aunque se escondiese en el vientre de la ballena,» («Yahvé hizo 
que un gran pez se tragase  a Jonás, y Jonás estuvo en el vientre del pez tres 
días y tres noches,»  Jonas, 2: 1); «diré que me cupo en suerte la mujer 
fuerte, de quien el  Sabio dice que ¿quién la hallará?,» («¿quién encontrará a 
una mujer ideal?  Vale mucho más que las piedras preciosas,» Proverbios, 
31: 10); «dice  la divina Escritura que infundió Dios sueño en Adán, y que, 
estando durmiendo,  le sacó una costilla del lado siniestro, de la cual formó 
a nuestra madre Eva,  y así como Adán despertó y la miró, dijo Ésta es carne 
de mi carne y hueso de  mis huesos. Y dijo Dios Por ésta dejará el hombre a 
su padre y a su madre y  serán dos en una carne misma,» («entonces Yahvé 
Dios hizo caer un profundo  sueño sobre el hombre, que se durmió. Y le quitó 
una de las costillas,  rellenando el vacío con carne. De la costilla que 
Yahvé Dios había tomado del  hombre formó una mujer y la llevó ante el hombre. 
Entonces éste exclamó ‘Esta  vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi 
carne. Ésta será llamada mujer  porque del varón ha sido tomada.’ Por eso 
deja el hombre a su padre y a su  madre y se une a su mujer, y se hacen una 
sola carne,» Génesis, 2:  21–24); «porque así como el dolor del pie o de 
cualquier miembro del cuerpo  humano lo siente todo el cuerpo, por ser todo de 
una carne mesma, y la cabeza  siente el daño del tobillo, sin que ella se le 
haya causado,» («por tanto,  muchos son los miembros, más uno el cuerpo. Y no 
puede el ojo decir a la mano  ‘¡No te necesito!’ Ni la cabeza a los pies 
¡No os necesito!’ Más bien los  miembros del cuerpo que tenemos por más 
débiles, son indispensables. Y a los  que nos parecen los más viles del cuerpo, 
los rodeamos de mayor honor. Así a  nuestras partes deshonestas las vestimos 
con mayor honestidad. Pues nuestras  partes honestas no lo necesitan. Dios 
ha formado el cuerpo dando más honor a  los miembros que carecían de él, para 
que no hubiera división alguna en el  cuerpo, sino que todos los miembros 
se preocuparan lo mismo los unos de los  otros. Si sufre un miembro, todos 
los demás sufren con él. Si un miembro es  honrado, todos los demás toman 
parte en su gozo.» Primera Epístola a los  Corintios, 12: 21–26); «usando en 
esto del artificio que el demonio usa  cuando quiere engañar a alguno que está 
puesto en atalaya de mirar por sí; que  se transforma en ángel de luz, 
siéndolo él de tinieblas,» («y nada tiene de extraño que el mismo  Satanás se 
disfraza de ángel de luz,» Segunda Epístola a los Corintios,  11: 14); 
«margarita preciosa,» («el Reino de los Cielos es semejante a un  tesoro escondido 
en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a  esconderlo y, por la 
alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra  el campo aquel. 
También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que  anda buscando 
perlas finas, y que, al encontrar una perla de gran valor, va,  vende todo lo que 
tiene y la compra,» Mateo, 13: 44–46); «a la  salutación que el mejor 
maestro de la tierra y del cielo enseñó a sus  allegados y favorecidos fue 
decirles que cuando entrasen en alguna casa  dijesen Paz en esta casa,» («en la 
casa en que entréis, decid primero ‘Paz a  esta casa.’» Lucas, 10: 5); «y 
otras muchas veces les dijo Mi paz os  doy; mi paz os dejo,» («os  dejo la paz, 
mi paz os doy,» Juan, 14: 27); «como el que sale de las  tinieblas a la 
luz, de la muerte a la vida y de la pena a la gloria,» («porque  en otro tiempo 
fuisteis tinieblas; más ahora sois luz en el Señor. Vivid como  hijos de la 
luz,» Efesios, 5: 8 y «en verdad, en verdad os digo el que  escucha mi 
palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna y no  incurre en 
juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida,» Juan, 5:  24); en el capitula 
se recomienda leer el libro de los Jueces; «el  agradecimiento que sólo 
consiste en el deseo es cosa muerta, como es muerta la  fe sin obras,» («porque 
así como el cuerpo sin espíritu está muerto, así  también la fe sin obras 
está muerta,» Santiago, 2: 26); «plega a Dios  que nunca tenga abundancia 
para que con sus obras, siendo él pobre, haga rico  a todo el mundo,» («pues 
conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo,  el cual, siendo rico, 
por vosotros se hizo pobre a fin de enriqueceros con su  pobreza,» Segunda 
Epístola a los Corintios 8: 9); «que no se mueve la  hoja en el árbol sin la 
voluntad de Dios,» («Porque no seréis vosotros los que  hablaréis, sino el 
Espíritu de vuestro padre el que hablará en vosotros.  Entregará a la muerte 
hermano a hermano y padre a hijo; se levantarán hijos  contra padres y los 
matarán. Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre;  pero el que 
persevere hasta el fin, éste se salvará. Cuando os persigan en una  ciudad huid a 
otra, y si también en ésta os persiguen, marchaos a otra. Yo os  aseguro: no 
acabaréis de recorrer las ciudades de Israel antes que venga el  Hijo del 
hombre. No está el discípulo por encima del maestro, ni el siervo por  encima 
de su amo. Ya le basta al discípulo ser como su maestro, y al siervo  como 
su amo. Si al dueño de la casa le han llamado Beelzebul, ¡cuánto más a  sus 
domésticos! No les tengáis miedo. Pues no hay nada encubierto que no haya  de 
ser descubierto, ni oculto que no haya de saberse. Lo que yo os digo en la  
oscuridad, decidlo vosotros a la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo 
desde  los terrados. Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden 
matar el  alma; temed más bien al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo 
en la  gehenna. ¿No se venden dos pajarillos por un as? Pues bien, ni uno de 
ellos  caerá en tierra sin el consentimiento de vuestro Padre. En cuanto a 
vosotros,  hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados,» 
Mateo, 10:  20–30); «tiempos hay de acometer y tiempos de retirar,» («todo tiene 
su  momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo Su tiempo el nacer, y su 
tiempo  el morir; su tiempo el plantar, y su tiempo el arrancar lo plantado. 
Su tiempo  el matar, y su tiempo el sanar; su tiempo el destruir, y su tiempo 
el  edificar. Su tiempo el llorar, y su tiempo el reír; su tiempo el 
lamentarse, y  su tiempo el danzar. Su tiempo el lanzar piedras, y su tiempo el 
recogerlas;  su tiempo el abrazarse, y su tiempo el separarse. Su tiempo el 
buscar, y su  tiempo el perder; su tiempo el guardar, y su tiempo el tirar. Su 
tiempo el  coser; su tiempo el callar, y su tiempo el hablar. Su tiempo el 
amar, y su  tiempo el odiar; su tiempo la guerra, y su tiempo la paz. ¿Qué 
gana el que  trabaja con fatiga?,» Eclesiastés, 3: 1–9); «que con esta carga 
nacemos  las mujeres, de estar obedientes a sus maridos, aunque sean unos 
porros,» («a  la mujer le dijo ‘tantas haré tus fatigas cuantos sean tus 
embarazos con dolor  parirás los hijos. Hacia tu marido irá tu apetencia, y él te 
dominará,’»  Génesis, 3: 16 y «sed sumisos los unos a los otros en el temor 
de  Cristo las mujeres a sus maridos, como al Señor, porque el marido es 
cabeza de  la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia, el salvador del 
cuerpo,»  Efesios, 5: 21–23); «y sé que la senda de la virtud es muy estrecha y  
el camino del vicio, ancho y espacioso, y sé que sus fines y paraderos son  
diferentes, porque el del vicio, dilatado y espacioso, acaba en muerte, y 
el  de la virtud, angosto y trabajoso, acaba en vida, y no en vida que se 
acaba,  sino en la que no tendrá fin,» («entrad por la entrada estrecha; porque 
ancha  es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son 
muchos los  que entran por ella; más ¡qué estrecha la entrada y qué angosto 
el camino que  lleva a la Vida!; y pocos son los que encuentran,» Mateo, 7: 
13–14);  «no hay para qué, señor–respondió Sancho–tomar venganza de nadie, 
pues no es  de buenos cristianos tomarla de los agravios,» («sin devolver a 
nadie mal por mal; procurando el  bien ante todos los hombres; en lo 
posible, y en cuanto de vosotros  dependa, en paz con todos los hombres; no tomando 
la justicia por cuenta  vuestra, queridos míos, dejad lugar a la ira, pues 
dice la Escritura Mía es  la venganza; yo daré el pago merecido, dice el 
Señor. Antes al  contrario si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si 
tiene sed, dale  de beber; haciéndolo así, amontonarás ascuas sobre su cabeza. 
No te dejes  vencer por el mal antes bien, vence al mal con el bien,» 
Romanos, 12:  17–21); «de la abundancia del corazón habla la lengua,» («el hombre 
bueno, del  buen tesoro del corazón saca lo bueno, y el malo, del malo saca 
lo malo.  Porque de lo que rebosa el corazón habla su boca,» Lucas, 6: 45–
46);  «en verdad que comemos el pan con el sudor de nuestros rostros, que es 
una de  las maldiciones que echó Dios a nuestros primeros padres,» («al hombre 
le dijo  ‘por haber escuchado la voz de tu mujer y comido del árbol del que 
yo te había  prohibido comer, maldito sea el suelo por tu causa con fatiga 
sacarás de él el  alimento todos los días de tu vida. Espinas y abrojos te 
producirá, y comerás  la hierba del campo. Con el sudor de tu rostro comerás 
el pan, hasta que  vuelvas al suelo, pues de él fuiste tomado. Porque eres 
polvo y al polvo  tornarás,» Génesis, 3: 17–19); «si el cielo guía al ciego, 
ambos van a  peligro de caer en el hoyo,» («dejadlos son ciegos y guías de 
ciegos. Y si un  ciego huía a otro ciego, los dos caerán en el hoyo,» Mateo, 
15: 14);  «reparto de mis bienes con los pobres, sin hacer alarde de las 
buenas obras,  por no dar entrada en mi corazón a la hipocresía y vanagloria,» 
(«por tanto,  cuando hagas limosna, no la vayas trompeteando por delante 
como hacen los  hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser 
honrados por  los hombres; en verdad os digo que ya reciben si paga,» 
Mateo, 6: 2);  «¡oh hombre de poca fe!» («pero, viendo la violencia del viento, 
le entró  miedo y, como comenzara a hundirse, gritó ‘¡Señor, sálvame!’ Al 
punto Jesús,  tendiendo la mano, le agarró y le dice ‘hombre de poca fe, ¿por 
qué dudaste?,»  Mateo, 14: 30–31); «Dios, que da la llaga, da la medicina,» 
(«porque  hiere y pone la venda, golpea y él mismo sana,» Job, 5: 18); 
«siendo el  principio de la sabiduría el temor de Dios,» «se ha de amar a nuestro 
Señor  por si solo sin que nos mueva esperanza de gloria o temor de pena,» 
y conforme  con el Salmista nos enseñó que «primeramente, ¡oh hijo!, has de 
temer a Dios,  porque en el temer le está la sabiduría y siendo sabio no 
podrás errar en  nada,» puesto que «la sabiduría y la virtud son las riquezas 
sobre quien no  tienen jurisdicción los ladrones ni la que llaman fortuna,» 
(«principio del saber es temer al Señor;  son cuerdos los que lo practican. 
Su alabanza permanece para siempre,»  Salmos, 111: 10); «¡no, sino ponedla 
tacha en el brío y en el talle, y  no la comparéis a una palma que se mueve 
cargada de racimos de dátiles,» («tu  talle es como palmera, tus pechos son 
los racimos; pienso subir a la palmera,  voy a cosechar sus dátiles; serán tus 
pechos racimos de uvas, tu aliento,  aroma de manzanas,» Cantar de los 
Cantares, 7: 8); «a los dos que Dios  junta no podrá separar el hombre,» («de 
manera que ya son dos, sino una sola  carne. Pues bien, lo que Dios unió no lo 
separe el hombre,» Mateo, 19:  6); «ahora acabo de conocer que todos los 
contentos desta vida pasan como  sombra y sueño, o se marchitan como la flor 
del campo,» («una voz dice  ‘¡Grita!’ Y digo ‘¿Qué he de gritar? –Toda 
carne es hierba y todo su esplendor  como flor del campo. La flor se marchita, 
se seca la hierba, en cuanto le dé  el viento de Yahvé (pues, cierto, hierba 
es el pueblo),’» Isaías, 40:  6–7); «que a Dios sólo está reservado conocer 
los tiempos y los momentos, y  para Él no hay pasado ni porvenir,» («Él les 
contestó ‘no es cosa vuestra conocer el  tiempo y el momento que el Padre 
ha fijado con su propia autoridad; al  contrario, vosotros recibiréis una 
fuerza, cuando el Espíritu Santo venga  sobre vosotros, y de este modo seréis 
mis testigos en Jerusalén,» Hechos de  los Apóstoles, 1: 7); «operibus 
credite et non verbis,» («si  no hago las obras de mi Padre, no me creáis; pero si 
las hago, aunque a mí me  creáis, creed por las obras, y así sabréis y 
conoceréis que el Padre está en  mí y yo en el Padre,» Juan, 10: 37–38); «porque 
Jesucristo, Dios y  hombre verdadero, que nunca mintió, ni puede mentir, 
siendo legislador  maestro, dijo que su yugo era suave y su carga ligera,» 
(«venid a mí todos los  que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré 
descanso. Tomad sobre  vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y 
humilde de corazón; y  hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es 
suave y mi  carga ligera,» Mateo, 11: 28–30); «más vale el buen nombre que 
las  muchas riquezas,» («más vale buena fama que suaves perfumes; y el día de 
la  muerte más que el día del nacimiento,» Eclesiastés, 7: 1); «así, que es 
 menester que el que ve la mota en el ojo ajeno, vea la viga en el suyo,»  
(«¿cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas 
 en la viga que hay en tu ojo? ¿o cómo vas a decir a tu hermano ‘deja que 
te  saque la brizna del ojo,’ teniendo la viga de tu ojo, y entonces podrás 
ver  para sacar la brizna del ojo de tu hermano,» Mateo, 7: 3–5); «tened  
todas las cosas como si no las tuviésedes,» («os digo, pues, hermanos el  
tiempo apremia. Por tanto, los que tienen mujer, vivan como si no la tuviesen.  
Los que lloran, como si no llorasen. Los que están alegres, como si no lo  
estuviesen. Lo que compran, como si no poseyesen. Los que disfrutan del mundo, 
 como si no disfrutasen. Porque la representación de este mundo pasa,»  
Primera Epístola a los Corintios, 7: 29–31); «porque para decir la  verdad, 
señor Gobernador, mi hijo es endemoniado, y no hay día que tres o  cuatro veces 
no le atormenten los malignos espíritus, y de haber caído una vez  en el 
fuego, tiene el rostro arrugado como pergamino, y los ojos algo llorosos  y 
manantiales,» («cuando llegaron donde la gente, se acercó a él un hombre  que, 
arrodillándose ante él, le dijo ‘Señor, ten piedad de mi hijo, porque es  
lunático y sufre mucho; pues muchas veces cae en el fuego y muchas veces en 
el  agua,» Mateo, 17: 14–15); «todo eso es cosa de risa–respondió el mozo–.  
El caso es que no me harán dormir en la cárcel cuantos hoy viven. Dime,  
demonio–dijo Sancho–¿tienes algún ángel que te saque y que te quite los  
grillos que te pienso mandar echar?,» («cuando ya Herodes le iba a presentar,  
aquella misma noche estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, atado con dos  
cadenas; también unos centinelas ante la puerta custodiaban la cárcel. De  
pronto se presentó el ángel del Señor y la celda se llenó de luz. El ángel  
golpeó a Pedro en el costado, le despertó y le dijo ‘Levántate aprisa.’ Y  
cayeron las cadenas de sus manos,» Hechos de los Apóstoles, 12: 6–7);  
«cielo, el cual del estiércol sabe levantar los pobres y de los tontos hacer  
discretos,» («levanta del polvo al desvalido, alza al pobre del estiércol,»  
Salmos, 113: 7); «que el principal asunto de mi profesión es perdonar a  los 
humildes y castigar a los soberbios,» («de igual manera, jóvenes, sed  
sumisos a los ancianos; revestíos todos de humildad en vuestras mutuas  
relaciones, pues Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los  humildes,» Primera 
Epístola de San Pedro, 5: 5); «la vida humana  corre a su fin ligera más 
que el tiempo,» («mis días corren más que la  lanzadera, se consumen sin nada 
de esperanza,» Job, 7: 6); «se fue como  en sombra y humo el gobierno de 
Sancho,» («de ayer somos nosotros, nada  sabemos; nuestra vida en la tierra 
pasa como sombra,» Job 8 9 y «pues mis días  como humo se disipan, mis huesos 
calientan como brasas,» Salmos, 102:  4); «ruego siempre a Dios me abra los 
ojos del entendimiento y me dé a conocer  cómo le tengo de servir,» 
(«iluminando los ojos de vuestro corazón para que  conozcáis cuál es la esperanza a 
que habéis sido llamados por él; cuál la  riqueza de la gloria otorgada por 
él en herencia a los santos,»  Efesios, 1: 18); «ellos conquistaron el cielo 
a fuerza de brazos,  porque el cielo padece fuerza, y yo hasta agora no sé 
lo que conquisto a  fuerza de mis trabajos,» («desde los días de Juan el 
bautista hasta ahora, el  Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos 
lo arrebatan,»  Mateo, 11: 12); «post tenebras spero lucem,» («quieren 
hacerme ver que  la noche es día, que está cerca la luz cuando sólo hay 
tinieblas,» Job,  17: 12 y «no te postrarás ante ellas ni les darás culto, porque yo 
Yahvé, tu  Dios, soy un Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres 
en los hijos  hasta la tercera y cuarta generación de los que me odian, pero 
tengo  misericordia por mil generación con los que me aman y guardan mis  
mandamientos,» Éxodo, 20: 5–6). 
7. Finalmente,  después de haber leído la Biblia (El Antiguo Testamento y 
el Nuevo Testamento)  en alemán, español, inglés, y polaco…, sin duda alguna 
me voy con la Biblia a  la cárcel adonde sea, sonrien y reciben un muy 
fuerte abrazo,  Chris.