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Coloquio Cervantes

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From:
"A. Robert Lauer" <[log in to unmask]>
Reply To:
A. Robert Lauer
Date:
Tue, 24 May 2005 15:12:32 -0500
Content-Type:
multipart/alternative
Parts/Attachments:
text/plain (7 kB) , text/html (7 kB)

>Date: Tue, 24 May 2005 16:41:36 +0200
>From: Edition Reichenberger <[log in to unmask]>
>Subject: Coloquio Cervantes
>To: [log in to unmask]
>
>Dear Robert,
>
>           Estoy encantado con el rumbo que hace nuestro Coloquio 
> Cervantes y sobre todo con las discusiones tan importantes sobre los 
> molinos de viento – episodio sumamente conocido – y la contribución tan 
> acertada de Jesús Maestro sobre el aspecto ético de las imágenes 
> alegóricas. A este momento de la discusión, tal vez es aconsejable 
> exponer mi punto de vista personal: estoy aficionado a los aspectos 
> retóricos del «Quijote», lo que implica el interés en las intenciones del 
> autor, de ese Cervantes, varón erudito, veterano socarrón e – hidalgo 
> empobrecido. Manuales como M. Fabio Quintiliano «De institutione 
> oratoria» o Martianus Felix Capella, «Liber de arte rhetorica» enseñaron 
> a los litigantes las estratagemas aptas a suscitar la atención de los 
> jueces, a hacer comprenderles el punto de controversia y a convencerles 
> de la legitimidad de las reivindicaciones. No hubo grandes procesos 
> políticos en tiempos de los emperadores romanos, de modo que las artes 
> retóricas no continuaron siendo de interés para los estudios jurídicos y 
> acabaron floreciendo en los círculos filosófico-literarios y en la 
> literatura. Desde luego, no se trataba de convencer a los jueces, sino de 
> provocar a los lectores.
>
>             Más tarde la retórica es parte del curriculum de las Septem 
> artes liberales. Por ello, podemos estar seguros de que Cervantes 
> aprendió los estilemas y las amplificaciones retóricas con los padres 
> jesuitas en Sevilla, así bien que en las clases de Juan López de Hoyos, 
> erasmista de renombre. Los resultados se perciben en el «Quijote» de 
> 1605. A comenzar con las primeras páginas: „En un lugar de La Mancho de 
> cuyo nombre no quiero acordarme.“ Ejemplo clásico del hablar irónico, 
> combinado con la figura retórica que se llama litotes. Con el efecto de 
> que los compatriotas de Cervantes, a la vez desorientados y curiosos, se 
> preguntaron cual era ese lugar de La Mancha. Hoy en día, el resultado 
> triunfal es que todos los pueblos manchegos pretenden ser ese lugar 
> maravilloso.
>
>             Otra figura retórica preferida es la metáfora, a veces 
> alargada en alegorías. Puesto que en esta discusión se trata en primer 
> lugar de imágenes alegóricas, ocupémonos con el título de la novela. El 
> epíteto de La Mancha, dado a su protagonista de modo socarrón, insinúa 
> alegóricamente a una mancha genealógica en el escudo de nuestro héroe. 
> ¿Desaforado alegorismo o estratagema genial? Un problema de los más 
> interesantes e intricantes. Los incrédulos gritarán que faltan pruebas 
> convincentes. Sin embargo, en este caso, las hay. En el capítulo 46, el 
> barbero apostrofa a don Quijote como „furibundo léon manchado“, 
> maliciosamente no usando el epíteto „manchego“. Esto quiere decir, que 
> por lo menos uno de los personajes parece compartir la sospecha 
> incriminante, de que don Quijote sea uno ex illis, de la minoría 
> envidiada, despreciada y perseguida de los conversos. Por otro lado, los 
> barberos, por lo general, son parlanchines estúpidos o vanos. Cervantes 
> no lo ha dicho nunca con expressis verbis, sino lo insinúa solamente, 
> ayudado por estratagemas retóricas, en particular alegóricas que, en este 
> caso en particular, tienen la ventaja que el lector, de un lado 
> desorientado e inseguro, tiene la posibilidad de elegir e interpretar lo 
> escrito de la manera que a él le conviene más.
>
>             Con el efecto de que la discusión, provocada por Cervantes, 
> irritaba no solamente a sus compatriotas sino siglos más tarde a los 
> eruditos del mundo entero: a partir de Américo Castro y Marcel Bataillon, 
> gran parte de los cervantistas en los Estados Unidos aseveran que don 
> Quijote es un cristano nuevo, mientras los círculos conservadores en 
> España estan firmamente convencidos de lo contrario. Por lo que concierne 
> los molinos de viento no veo la alternativa a una interpretación 
> alegórica. Por lo menos, hasta que se me da un motivo convincente – por 
> loco que uno sea – de arremeter contra unas torres ingentes que son 
> molinos de viento. Con su declaración que se trata de unos gigantes, don 
> Quijote (estimulado por el autor) da a sus lectores una indicación que no 
> se puede desatender. En el mito griego, los gigantes, hijos de la Tierra, 
> amontonan los montes Pelión y Osa, para comenzar la lucha contra los 
> dioses olímpicos. También en la Biblia aparecen gigantes, y en su 
> soberbia, los hijos de Seth, para igualarse a Dios, construyen la Torre 
> de Babel. En la Gigantomaquía, omnipresente en el mito griego, los 
> gigantes son vencidos por los dioses olímpicos con la ayuda de un mortal, 
> el héroe tebano Hércules. Hércules, como nuestro héroe, enloquece, y en 
> uno de sus trabajos tenía que limpiar las caballerizas del rey. Don 
> Quijote, enloquecido también, se considera estar en una situación 
> análoga: el mundo en el que vivimos le parece un estercolero inmenso, y, 
> como caballero cristiano, se considera obligado a una lucha altruista y 
> noble. Lo que ataca con ímpetu generoso, son torres enormes, símbolos de 
> los poderosos, arrogantes e injustos.
>
>           Por encima, Cervantes no se contenta con evocar la bíblica 
> Torre de Babel, símbolo de soberbia de los impíos, sino especifica: estas 
> torres alegóricas son especificadas como molinos de viento; con esta 
> estratagema evoca un procedimiento usado en la producción de las 
> tradicionales monedas de plata. Por razones solamente conocidas por los 
> expertos, estas monedas contenían una cantidad minimal – el uno por 
> ciento – de cobre. Para producir la aleación deseada, era necesario 
> fundir los metales y mezclarlos con vehemencia. Los operarios llamaban el 
> procedimiento braceaje de molino, puesto que les recordaba las rotaciones 
> vehementes de las astas de un molino de viento. En concordancia con este 
> procedimiento particular, las monedas de plata acuñadas en Castilla desde 
> finales del siglo XV se llamaban en la jerga de los técnicos moneda de molino.
>
>           En otras palabras, hay una analogía evidente entre los molinos 
> del episodio quijotesco con la moneda de molino, abolido por escandalosas 
> maquinaciones financieras. Para el enfurecido lector contemporáneo, era 
> obvia la correlación entre el maniático ataque de don Quijote a los 
> molinos de viento con el proceder de Felipe III, que transformó la 
> tradicional moneda de molino, moneda de plata, en moneda de cobre, el 
> vellón, en teoría equivaliente, pero prácticamente sin valor alguno. Los 
> conciudadanos de Cervantes, estaban al rojo vivo contra un rey 
> irresponsable, que arruinaba sus fortunas privadas para financiar las 
> festividades de la corte. En 1605, este mensaje cifrado, que frisaba el 
> crimen laesae majestatis, era de suma actualidad. Que los compatriotas de 
> Cervantes comprendían sus sugerencias alegóricas está comprobado por el 
> entusiasmo con que aclamaron el «Quijote» cuando fue impreso.
>
>Best
>
>Kurt


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