>Date: Tue, 03 May 2005 16:44:58 +0200
>From: Edition Reichenberger <[log in to unmask]>
>Subject: Coloquio Cervantes
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>El ataque a los molinos de viento:<?xml:namespace prefix = o ns =
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>
>trasfondos mitológicos y bíblicos
>
>
>
>Al ver los molinos de viento, don Quijote grita que son gigantes, y,
>desatendiendo las protestas de su escudero, espolea su caballo y ataca,
>con el resultado que conocemos. Vale la pena dar un breve vistazo a los
>trasfondos mitológicos y bíblicos. En ambos textos los gigantes son hijos
>de la Tierra; en ambos rebeldes soberbios y sacrílegos. Será aconsejable
>acertarse de lo que contribuyen los expertos:
>
>
>
>Gigantes, hijos de la Tierra engendrados al ser ésta fecundada por las
>gotas de sangre que cayeron cuando Cronos castró a su padre Ùrano. En el
>altar de Pérgamo y en pinturas de vasos tienen forma de serpiente de la
>cintura para abajo y están provistos de alas1.
>
>
>
>En su soberbia, se rebelan contra el dominio de los dioses olímpicos y son
>derrotados, con la ayuda de un mortal, el héroe tebano Hercules, en la
>famosa Gigantomaquía, presente en cantidad de textos antiguos, a comenzar
>con la «Teogonía» de Hesíodo y la «Biblioteca» de Apolodoro2, hasta las
>indispensables «Metamorfoses» de Ovidio y la «Gigantomaquía» de Claudio
>Claudiano, impresa en 1482 y 1493 en Vicenza y conocida por varias
>ediciones en el siglo XVI. Los gigantes bíblicos – el más conocido entre
>ellos el filisteo Goliat, vencido por el joven David – son mencionados en
>Génesis, capítuolo 6: Gigantes erant autem super terram in diebus illis.
>Covarrubias comenta:
>
>
>
>Éstos nacieron del ajuntamiento de los hijos de Seth con las hijas de
>Caín, fueron poderosos y tiranos, y, como dize luego dellos el mesmo texto
>sagrado: Isti sunt potentes a seculo viri famosi. Por la fábula de aver
>los gigantes guerra con los dioses, y querido alçarse con el cielo,
>poniendo un monte sobre otro. Macrobio, lib. I, Saturnales, capítulo 20, y
>Cicerón, lib. 2, De Natura Deorum, lo entiende moralmente, de los hombres
>locos, soberbios, impios y bestiales, que no levantan el pensamiento un
>dedo de la tierra, de la qual se llaman hijos; y por esso fingen tener los
>pies de colas de dragones, porque no pensavan cosa derecha y recta en su
>proceder; y lo demás es burla y desatino, y assi dize Cicerón: Haec
>dicuntur et creduntur stultissime, y en lo «De senectute»: Namquid aliud
>est gigantum more pugnare cum diis, nisi naturae repugnare3.
>
>
>
>Con respecto a los textos bíblicos, Covarrubias ajunta:
>
>
>
>En hebreo el gigante se llama naptil, del verbo naphal, cadere, ruere,
>eoquod cadat cor videntis illum quia admiratur de altitudine staturae
>eius. Bien se verifica esto en el espanto que ponía en el exército de Saúl
>aquel gigante filisteo, dicho Goliath por lo que el texto sagrado dize, I,
>Regum cap. 17: Omnes autem israelitae, cum vidissent eum, fugerunt a facie
>eius timentes eum valde.
>
>
>
>Tras haber mencionado brevemente los gigantes de Patagonia, Covarrubias
>concluye explicitamente:
>
>
>
>Bien es verdad que como tenemos dicho, podemos llamar gigantes
>metafóricamente a los soberbios desalmados, blasfemos, tiranos y hombres
>sin Dios y sin conciencia, por ser hijos de la tierra y no considerar que
>hay Dios en el cielo.
>
>
>
>En este texto erudito, dos observaciones son de importancia fundamental.
>Primero: con respecto a la soberbia la antigüedad pagana y la era
>cristiana no son consideradas como opuestas, sino en tácita concordancia.
>Los gigantes que se rebelan contra los dioses olímpicos se consideran tan
>inicuos como los politeístas filisteos del Viejo Testamento. Segunda
>observación: por ello, el término gigante o gigantes, usado en metáforas,
>tacha a personajes poderosos o reinantes de „soberbios desalmados,
>blásfemos, tiranos y hombres sin Dios y sin conciencia“. Es conocida la
>técnica argumentativa de los grandes y de los teólogos de la época barroca
>de fundamentar el poder de los monarcas como otorgado por Dios.
>Covarrubias, gran letrado, presenta en su artículo un mundo al revés,
>dando a entender por los trasfondos mitológicos así bien que bíblicos, que
>el poder de los grandes y monarcas tiene dos caras: él del príncipe
>cristiano, que reina con aequitas et justicia, y el de los impíos,
>malvados y brutales tiranos, que oprimen sus subditos por su
>arbitrariedad, actos ilegales y impuestos exagerados, situación expuesta,
>no sin segunda intención, por Juan de Mariana en su tratado «De Rege et
>Regis Institutione» de 1599. El panorama cultural, expuesto por
>Covarrubias, es convincente: los gigantes, a los que Cervantes alude, no
>son personajes indiferentes sino agentes de un mundo diabólico.
>
>
>
>Esta tradición universal, reflejada en el «Quijote» de 1605, abre amplias
>perspectivas. En primer lugar, Cervantes, veterano de Lepanto, deja al
>„carísimo lector“ la decisión fatal, de colocar los reyes cristianísimos
>de Francia en esa categoría de los soberbios gigantes: aliados sacrílegos
>de los sultanes de Constantinopla, amenaza mortal de la cristiandad, un
>pacto diabólico concluido primero por Francisco I.
>
>
>
>Parece afrenta muy grave, pero existe también un aspecto bastante
>divertido. En su lucha contra los Gigantes, hijos feroces de la Tierra, un
>oráculo les había asegurado la victoria siempre que un mortal fuera su
>aliado. Por ello, la diosa Atenea condujo a Hercules hasta Flegras,
>escenario de la batalla. Él. campeón invicto de los dioses olímpicos, les
>aseguró la victoria, como pronosticado por el oráculo. El parangón es
>obvio: luchando contra los Gigantes inventados, que en realidad son los
>grandes y poderosos en el mundo, deshaciendo las injusticias más impías:
>un verdadero campeón de la cristiandad. Sin embargo, no hay que olvidar ni
>el potencial ambivalente de los motivos alegóricos que se prestan a
>asuntos muy variados, ni, en segundo lugar, la vena satírica de Cervantes.
>Como siempre, sus elogios están tachados de disparates: el ataque furioso
>de su héroe evoca de modo cifrado uno de los más grandes escándalos de la
>vieja Europa, y, por encima, ese campeón de la Fe cristiana no es un joven
>caballero glorioso, sino un anciano melancólico. Y, por encima, en vez de
>triunfar, acaba malogrando en el suelo. Triunfo absurdo, no del pobre
>hidalgo, sino del autor, socarrón e ingenioso.
>
>
>
>A.R.L.
> K.R.
>
>
>
>
>
>Notas
>
>
>
>1 Véase Diccionario de la mitología clásica, editado
>por Constantino Falcón Martínez, Emilio Fernández-Galiano y Raquel López
>Melero, Madrid 1986, vol. I, pp. 271-273, y 312.
>
>2 Compárese Hesiodo, La Teogonía y Apolodoro,
>Biblioteca mitológica, I 34 y II 138. En la literatura latina, la rebelión
>de los Gigantes está omnipresente, desde Ovido hasta Claudio Claudiano.
>
>3 Citado del «Tesoro de la Lengua Castellana o Española
>» de Sebastián de Cobarruvias Orozco. Dirigido a la Magestad Católica del
>Rey Don Felipe III, nuestro señor. Madrid 1611, pp. 638, 639.
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