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Coloquio Cervantes

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From:
"A. Robert Lauer" <[log in to unmask]>
Reply To:
A. Robert Lauer
Date:
Mon, 26 Sep 2005 12:58:48 -0500
Content-Type:
multipart/alternative
Parts/Attachments:
text/plain (13 kB) , text/html (13 kB)

>Date: Mon, 26 Sep 2005 16:48:12 +0200
>From: Edition Reichenberger <[log in to unmask]>
>Subject: Quijote
>To: [log in to unmask]
>X-Mailer: Microsoft Outlook Express 6.00.2900.2180
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>
><?xml:namespace prefix = o ns = "urn:schemas-microsoft-com:office:office" />
>
>
>Estimadas colegas, estimados colegas:
>
>
>
>El estupendo hallazgo de César Brandatiz que acabamos de comunicarles, 
>abre nuevos horizontes y nos parece de suma importancia para los estudios 
>cervantinos. El autor de Cervantes decodificado ha acertado: secuencias, 
>personajes, escenografía, todo está en correlación perfecta con los 
>capítulos correspondientes de la Segunda Parte del Quijote (II 30-57). 
>Pero hay mucho más: está de sumo interés para el entendimiento 
><?xml:namespace prefix = st1 ns = 
>"urn:schemas-microsoft-com:office:smarttags" />del proceso creativo 
>inaugurado por Cervantes. Agobiado de trabajo hasta la coronilla, adopta 
>el orden de sucesión que halla en el tratado de Andrés Muñoz, quien relata 
>„las fiestas que el conde de Benavente hizo en su villa al príncipe“, es 
>decir en ocasión del Viaje de Felipe Segundo a Inglaterra en 1554.
>
>
>
>Cervantes se sirve de esta estructura pormenorizada y llena de elogios 
>como de un concepto guía. Pero en vez de llenar ese saco vacío de encomios 
>entusiamados, le sirve de ocasión para dar principio a una invectiva 
>contra los grandes y poderosos. Invectiva, en comparación a la que el 
>discrédito de don Fernando en el Quijote de 1605 es zalamería lisonjera.
>
>
>
>             Sin embargo, había un inconveniente, y Brandariz, claro está, 
> lo sabe: Los duques de Benavente apartenían al grupo aristocrático 
> montañés, protectores de Miguel de Cervantes Saavedra. Ofenderles en las 
> personas de los duques de Benavente, atribuéndoles burlas e intrigas de 
> una crueldad excesiva, realmente criminal, no era posible. Si al 
> principio la duquesa de Benavente, habiá sido el blanco de la invectiva, 
> ahora su linaje aragonés insinuaba a Cervantes una escapatoria genial: 
> Sin pestañear, movió el escenario de los episodios tan ofensivas desde el 
> palacio de Granucillo, cerca de Benavente, a la residencia de placer de 
> los duques aragoneses no lejos de Zaragoza. Exactamente, se trataba de 
> los VII duques de Villahermosa, don Carlos de Borja y doña María Luisa de 
> Aragón, quienes poseían el palacio de Buenavía, en las inmediaciones de 
> Pedrola.
>
>
>
>             En otras palabras, la descripción de la casa de placer y del 
> ambiente, es la imagen de Granucillo, mientras los personajes apuntados 
> por la invectiva son los duques de Villahermosa: la duquesa, doña María 
> de Aragón fue menina y luego dama de la reina doña María de Austria, 
> esposa de Felipe III. A la muerte de su padre, heredó el ducado de 
> Villahermosa y Luna. Con un paso tan decidido el alcance político de los 
> episodios situados en el palacio de los duques resulta trastornado por 
> completo.
>
>
>
>             Llegados a este punto, parece aconsejable recordar ciertos 
> detalles en el trasfondo histórico, relacionados con Felipe II, su 
> Secretario de Estado Antonio Pérez y los duques de Hermosilla. No cabe 
> duda, las relaciones entre los miembros de la casa de los duques de 
> Villahermosa y Felipe II son un verdadero pandemonio. Éste insiste en sus 
> derechos de monarca enviado de Dios, y aquellos, como toda la nobleza y 
> el menudo pueblo de Aragón juran con fervor fanático en la validez 
> primaria de los fueros aragoneses. Un asunto espinoso que, en los últimos 
> decenios del reinado de Felipe II, se transforma en motines encarnecidos.
>
>
>
>Gonzalo Pérez y Antonio Pérez, éste nacido en 1540, vienen de un linaje 
>aragonés. Tienen estrechas relaciones con don Fernando, duque de 
>Hermosilla. Antonio Pérez, designado en 1567 para el oficio de secretario 
>del Estado, sabe ganar la confianza absoluta del rey, pero cae en 
>desgracia en 1578. Había convencido a Felipe II de que Juan de Escobedo, 
>secretario de don Juan de Austria, era responsable del crimen de alta 
>traición. El duque de Villahermosa envió unos espadachines de su casa, y 
>con la concordancia de Felipe II, Escobedo fue asesinado. Pero tras la 
>muerte de don Juan de Austria, el rey aprendió que Escobedo era inocente, 
>y que su secretario lo había urdido para esconder sus maquinaciones 
>financiarias en Flandes. Para salvar su piel, los espadachines que 
>Villahermosa había enviado al secretario, lo traicionaron. Antonio Pérez, 
>encarcelado, logró a huir a Aragón. Organizó un motín de la nobleza 
>aragonesa, capitaneada por el duque de Villahermosa, y don Luis Jiménez 
>Urrea conde de Aranda. El motín se convirtió en excesos de la plebe 
>enfurecida; la nobleza aragonesa se distanció, y el motín fue derribado 
>por las tropas llegado de Castilla. Antonio Pérez pasó la frontera 
>francesa. Villahermosa y el conde de Aranda fueron sentenciados y murieron 
>en la carcel.
>
>
>
>             Resulta que, con el trueque de Granucillo al palacio de 
> Buenvía, y él de los duques de Benavente por los de Villahermosa, 
> Cervantes había acertado: en la corte madrileña, está claro, había poca 
> simpatía con la nobleza aragonesa, tan chiflados en hacer prevalecer la 
> validez de sus fueros.
>
>
>
>             De todos modos, los episodios en el palacio de los duques se 
> presentan como un laberinto intencionado. Cervantes, malicioso, no deja 
> ninguna oportunidad, da golpes tremendos a todas partes. Porque, no sólo 
> don Quijote y Sancho son blanco de sus burlas atrevidas, sino también los 
> duques aragoneses de Hermosilla y Luna.
>
>
>
>             ¿Un ejemplo? Nada más ilustrativo que el diálogo entre Sancho 
> y los duques en II 41, interpretado por Augustin Redondo. Después del 
> supuesto viaje por el aire, sentados sobre las ancas de Clavileño, los 
> duques van a preguntarle a Sancho „como le había ido en aquel viaje“, 
> pidiéndole detalles sobre lo que había divisado. Durante el simulado 
> vuelo por las regiones cósmicas, Sancho había apartado un poquito la 
> benda que le cubría los ojos. Por ello sabe que todo ha sido engaño y que 
> Clavileño nunca se ha movido del suelo. Pero decide aceptar el juego, 
> asume su papel de bufón e inventa una divertida evocación de lo que ha 
> visto. Dice que, gracias a ese „vuelo por encantamiento“, se han acercado 
> a las Siete Cabrillas, - es decir la constelación de las pleyades-, y 
> que, como fue cabrero en su tierra, se „entretuve con las cabrillas“, 
> evocando con el ambiguo „entretuve“ una situación delicada, veladamente 
> erótica. La duquesa, antes tan entusiasmada del escudero „discreto“, 
> quiere poner fin a sus burlas frescas, pero no puede admitir que la 
> supuesta aventura caballeresca se basaba en una mentira. Interviene el 
> duque, pero, en resumidas cuentas, es ese campesino iletrado quien domina 
> la situación. A finales, el duque, irritado de una resistencia que le 
> sorprende, pierde la paciencia y, para echarle la cremallera a ese 
> impertinente, recorre a una grosería vulgar:
>
>Decidme, Sancho - preguntó el duque -: ¿vistes allá entre esas cabras un 
>cabrón?
>
>Espera que el escudero, intimidado, se calle la boca. Pero, no es él quien 
>triunfa, sino un Sancho imperterrido, que, sin pestañear, le responde: „No 
>señor, pero oí decir que ninguno (quiere decir ningún cabrón) pasaba de 
>los cuernos de la luna“. Esta respuesta, a primera vista tan inocente, 
>hace que el duque se enmudece, efectivamente queda sin voz. No sin causa, 
>„el carísimo lector“ supone, que la breve respuesta de Sancho ha sido tan 
>aplastante, que el duque prefiere no entender la afrenta tremenda, 
>escondida entre palabras tan inocentes. A primera vista. La solución 
>definitiva está en una disemia del término luna, parecida a la que 
>corresponde a la palabra cuernos, relacionados al concepto de la honra: 
>concepto central en el mundo aristocrático del duque, cosa insignificante 
>en él del escudero. Se trata de un bulto de acontecimientos escandalosos 
>en la familia de los duques de Villahermosa y Luna.
>
>
>
>             El hermano del padre de doña María, don Juan Alonso de 
> Aragón, contrajo matrimonio con doña Luisa de Cabrera, hermana del 
> marqués de Villena. Esta señora era, según parece, muy liviana y, a pesar 
> de estar casada, tuvo una deshonesta y ostentosa relación con un noble 
> toledano. Su soltura de vida era tan pública que todos sabían que le 
> ponía cuernos a su marido. Éste exigió que su mujer se viniera a Pedrola, 
> pero poco después de emprender el viaje, murió de manera violenta. Se 
> murmuró que el marido era responsable de su muerte, por lo menos lo creyó 
> el cuñado de doña Luisa, el conde de Chinchón, que gozaba la confianza de 
> Felipe II. Afirmó que no hubo infidelidad conyugal y pretendió vengar a 
> doña Luisa. El marido, asustado, intentó pasar a Italia, pero fue preso 
> y, fulminado su proceso, se le condenó a muerte, sentencia que se ejecutó 
> en 1573 con el consiguiente agravio para el linaje de Villahermosa y 
> Luna. Considerado este trasfondo, la respuesta de Sancho cobra un sentido 
> preciso: „cuernos de la luna“ serán los de la Casa de Villahermosa y 
> Luna. Por ello, ningún cabrón, en sentido figurado, podía ser mas cornudo 
> que ese vástago de la Casa de Luna, es decir que ninguno podía sobrepasar 
> sus cuernos. Ya que la ominosa afrenta recaía sobre todo el linaje ducal, 
> el duque del Quijote no podía menos de hacerse el desentendido callar y 
> pasar a otra cosa. En resumidas cuentas, Cervantes intenta un efecto 
> bastante atrevido, preparando un juego entre dos destinatarios distintos: 
> la nobleza reunida en la Corte madrileña de Felipe III, y los nobles en 
> tierras de Aragón, tan orgullosos de sus fueros separatistas y tan 
> agresivos. Recordemos el encuentro de Sancho con la duquesa (II 30). La 
> apostrofe del escudero, abigarrada de locuciones caballerescas, ha 
> resultado estrafalaria. Pero la señora con el halcón en la mano le 
> contesta de manera benigna e indulgente:
>
>
>
>Por cierto, buen escudero – respondió la señora – , vos habéis dado la 
>embajada vuestra con todas aquellas circunstancias que tales embajadas 
>piden. Levantaos del suelo, que escudero de tan gran caballero como es el 
>de la Triste Figura, de quien ya tenemos acá mucha noticia, no es justo 
>que esté de hinojos, levantaos, amigo, y decid a vuestro señor que venga 
>mucho enhorabuena a servirse de mí y del duque mi marido, en una casa de 
>placer que aquí tenemos.
>
>
>
>La respuesta de la duquesa es precisa y detallada; menciona que sabe quien 
>es el Caballero de la Triste Figura, detalle que implica que ha leído la 
>Primera Parte del Quijote; sabe quien es Sancho, con admirable presencia 
>de ánimo preve las posibilidades de divertirse de los dos con 
>interminables burladas y, les ofrece sus servicios, los suyos y los del 
>duque su marido. Intercalando de manera discreta que es duquesa, pero no 
>lo determina con de Villahermosa y Luna. Ni menciona el nombre de su 
>residencia de placer que podría identificarla.
>
>
>
>        Cervantes, por lo general tan meticuloso – en el episodio del 
> manteamiento de Sancho, cita profesión y residencia de los guasones – 
> pero, en este caso, queda reservado y no dice nada. Calla la boca durante 
> once (!) capítulos que pasan en el palacio de placer. Son los duques que 
> se divierten, la duquesa que enhila las intrigas, y el duque que da las 
> órdenes. Once capítulos hasta la revelación cifrada a finales del diálogo 
> vehemente entre el duque irritado y un Sancho triunfante.
>
>
>
>        Para apreciar los efectos intentados por Cervantes, es aconsejable 
> cambiar al punto de vista y de situarnos en la persona del „carísimo 
> lector“, presente en los círculos de la corte madrileña. Al leer las 
> invectivas contenidas en los capítulos 30 hasta inclusive 40, estaba al 
> rojo vivo y rechinaba los dientes: Cervantes, un vil traidor que se mofa 
> tan impertinentemente de los grandes de España y de su nobleza. Luego, 
> tras la lectura del capítulo II 41, ¡qué alivio! No somos nosotros los 
> incriminados, no somos nos el culo del fraile, sino esos aragoneses, esos 
> rebeldes desvergonzados, tan orgullosos de sus fueros. Razones 
> acertadísimas. ¡Viva ese Cervantes ! Con esto resulta una vista 
> completamente nueva de gran parte del Quijote de 1615, particularmente 
> con respecto a las avventuras e intrigas en el palacio de los duques.
>
>
>
>A.R.L. 
 >   K.R.
>
>


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