Don Chris,
Gracias por sacarnos de nuestras nubes, como diria Aristofanes. Dario
In a message dated 9/7/2009 9:39:18 P.M. Central Daylight Time,
[log in to unmask] writes:
Querido amigo Roberto y, estimados/as amigos/as,
1. Primero, lo que me sorprende es que los detenidos de GITMO leen la
Biblia y Don Quijote de la Mancha cuando la mayoría son musulmanes, y antes de
haber sido llevados a GITMO sin duda alguna leían el Corán; o creen Ustedes
que Obama bin Laden como fundador de la organización terrorista al-Qaeda
les permitía a los miembros de su organización terrorista a leer la Biblia
en las montañas de Afganistán o donde sea. Basta recordar el contenido de
sus “famosas cartas” al gobierno estadounidense y a sus aliados.
2. Segundo, de lo que yo sepa se encuentran las traducciones del Corán en
GITMO, así qué había ocurrido con la fe de los detenidos, de repente
aprenden inglés, estudian y leen la Biblia y Don Quijote, y parece que quieran
llegar a ser cristianos “nuevos.” Por favor que no me digan que el gobierno
estadounidense o el ex presidente George. W. Bush les forzaban a leer la
Biblia o El Don Quijote de la Mancha en GITMO.
Interesante noticia:
Defense Department Update
September 14, 2006 - Ten Facts about Guantanamo
1. The detainees at the Guantanamo Bay detention facility include
bin Laden’s bodyguards, bomb makers, terrorist trainers and facilitators,
and other suspected terrorists.
2. More money is spent on meals for detainees than on the U.S.
troops stationed there. Detainees are offered up to 4,200 calories a day. The
average weight gain per detainee is 20 pounds.
3. The Muslim call to prayer sounds five times a day. Arrows point
detainees toward the holy city of Mecca.
4. Detainees receive medical, dental, psychiatric, and optometric
care at U.S. taxpayers’ expense. In 2005, there were 35 teeth cleanings,
91 cavities filled, and 174 pairs of glasses issued.
5. The International Committee of the Red Cross visits detainees at
the facility every few months. More than 20,000 messages between detainees
and their families have been exchanged.
6. Recreation activities include basketball, volleyball, soccer,
pingpong, and board games. High-top sneakers are provided.
7. Departing detainees receive a Koran, a jean jacket, a white
T-shirt, a pair of blue jeans, high-top sneakers, a gym bag of toiletries, and a
pillow and blanket for the flight home.
8. Entertainment includes Arabic language TV shows, including World
Cup soccer games. The library has 3,500 volumes available in 13 languages —
the most requested book is “Harry Potter.”
9. Guantanamo is the most transparent detention facility in the
history of warfare. The Joint Task Force has hosted more than 1,000
journalists from more than 40 countries.
10. In 2005, Amnesty International stated that “the detention
facility at Guantanamo Bay has become the gulag of our times.”
From the Department of Defense Office of Public Affairs – OSD Writers’
Group
«As I noted in June, the Gitmo library was also stocked with Jihadi books
and other radical Islamist paraphernalia, according to Erik Saar, who
served as an army sergeant at Gitmo for six months and co-authored a negative,
tell-all book about his experience titled “Inside the Wire.”» En este caso
mi pregunta es:
¿Creen Ustedes que Ramadán Bajá, Rey de Argel, y Mamí Aranaute, capitán de
los corsarios de Argel (en cuyo poder estaba Miguel de Cervantes),
hubieran permitido a leer a Cervantes y a los demás cautivos los libros contra su
reinado turco o cualquier otra cosa? (o quejarse sobre las condiciones de
la cárcel donde había más o menos 25,000 cristinos encarcelados y
maltratados día y noche, sin mencionar los diez puntos de arriba).
3. Tercero, si ya estamos con el encarcelamiento, entonces, qué leía
Cervantes durante sus encarcelamientos en España, qué leía en Argel y, qué
libertad tenía para practicar su fe cristiana.
Cervantes, les enseñaba a los turcos la historia de la Biblia del
siguiente modo:
«Comenzaron desde la envidia y soberbia de Lucifer, y de su caída con la
tercera parte de las estrellas, que cayeron con él en los abismos; caída que
dejó vacas y vacías las sillas del Cielo, que las perdieron los ángeles
malos por su necia culpa. Declaréronle el medio que Dios tuvo para llenar
estos asientos, criando al hombre, cuya alma es capaz de la gloria que los
ángeles malos perdieron. Discurrieron por la verdad de la creación del hombre
y del mundo y por el misterio sagrado y amoroso de la Encarnación, y con
razones sobre la razón misma, bosquejaron el profundísimo misterio de la
Santísima Trinidad. Contaron cómo convino que la segunda persona de las tres,
que es la del Hijo, se hiciese hombre, para que, como hombre, Dios pagase
por el hombre, y Dios pudiese pagar como Dios, cuya unión hipostática solo
podía ser bastante para dejar a Dios satisfecho de la culpa infinita
cometida, que Dios infinitamente se había de satisfacer, y el hombre, finito por
sí, no podía, y Dios, en sí solo, era incapaz de padecer; pero, juntos los
dos, llegó el caudal a ser infinito, y así lo fue la paga. Mostráronle la
muerte de Cristo, los trabajos de su vida desde que se mostró en el pesebre
hasta que se puso en la cruz. Exageráronle la fuerza y eficacia de los
Sacramentos, y señalaron con el dedo la segura tabla de nuestro naufragio, que es
la penitencia, sin la cual no hay abrir la senda del Cielo, que suele
cerrar el pecado. Mostráranle asimismo a Jesucristo, Dios vivo, sentado a la
diestra del Padre, estando tan vivo y entero como en el Cielo, sacramentado
en la Tierra, cuya santísima presencia no la puede dividir ni apartar
ausencia alguna, porque uno de los mayores atributos de Dios, que todos son
iguales, es el estar en todo lugar, por potencia, por esencia y por presencia.
Aseguráronle infaliblemente la venida de este Señor a juzgar el mundo sobre
las nubes del cielo, y asimismo la estabilidad y firmeza de su Iglesia,
contra quien pueden poco las puertas, o por mejor decir, las fuerzas del
infierno. Trataron del poder del Sumo Pontífice, visorrey de Dios en la Tierra y
llavero del Cielo.»
A título de ejemplo, el conocimiento de Cervantes de la Biblia es el
siguiente:
«Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito para que todo
el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Juan, 3: 16).
«Entonces se entabló una batalla en el cielo Miguel y sus ángeles
combatieron con el Dragón. También el Dragón y sus ángeles combatieron, pero no
prevalecieron y no hubo ya en el cielo lugar para ellos. Y fue arrojado el
gran Dragón, la Serpiente antigua, el llamado diablo y Satanás, el seductor
del mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con
él. Oí entonces una fuerte voz que decía en el cielo ‘Ahora ya ha llegado
la salvación, el poder y el reinado de nuestro Dios y la potestad de su
Cristo, porque ha sido arrojado el acusador de nuestros hermanos, el que los
acusaba día y noche delante de nuestro Dios. Ellos lo vencieron gracias a la
sangre del Cordero y a la palabra de testimonio que dieron, porque
despreciaron su vida ante la muerte. Por eso, regocijaos, cielos y los que en
ellos habitáis. ¡Ay de la tierra y del mar! Porque el diablo ha bajado a
vosotros con gran furor, sabiendo que le queda poco tiempo» (Apocalipsis, 12: 7–
9).
«Luego vi a un ángel que bajaba del cielo y tenía en su mano la llave del
abismo y una gran cadena. Dominó al Dragón, la serpiente antigua –que es el
diablo y Satanás– y lo encadenó por mil años. Lo arrojó al abismo, lo
encerró y puso encima los sellos, para que no seduzca más a las naciones hasta
que se cumplan los mil años. Después tiene que ser soltado por poco tiempo»
(Apocalipsis, 20: 1–3).
«Mirad, viene acompañado de nubes; todo ojo le verá, hasta los que le
traspasaron, y por él harán duelo todas las razas, de la tierra. Sí. Amén»
(Apocalipsis, 1: 7).
«Y seguí viendo. Había una nube blanca, y sobre la nube sentado uno como
Hijo de hombre, que llevaba en la cabeza una corona de oro y en la mano una
hoz afilada» (Apocalipsis, 14: 14).
«Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre; y entonces
se golpearán el pecho todas las razas de la tierra y verán al Hijo del
hombre venir sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria» (Mateo, 24:
30).
«Y entonces verán al Hijo del hombre que viene entre nubes con gran poder
y gloria» (Marcos, 13: 26).
«El mismo Señor bajará del cielo con clamor, en voz de arcángel y trompeta
de Dios, y los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar. Después
nosotros, los que vivamos, los que quedamos, seremos arrebatados en nubes,
junto con ellos, al encuentro del Señor en los aires. Y así estaremos
siempre con el Señor» (Primera Epístola a los Tesalonicenses, 4: 16–17).
«Pero os digo que a partir de ahora veréis al hijo del hombre sentado a la
diestra del Poder y viniendo sobre las nubes del cielo» (Mateo, 26: 64).
«Y dijo Jesús ‘sí, yo soy, y veréis al Hijo del hombre sentado a la
diestra del Poder y venir entre las nubes del cielo» (Marcos, 14: 62); «con esto,
el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la
diestra de Dios» (Marcos, 16: 19).
«Siéntate a mi diestra, hasta que haga de tus enemigos estrado de tus
pies» (Salmos, 110: 1).
«Fijaos los ojos en Jesús, el que inicia y consuma la fe, el cual, por el
gozo que se le proponía, soportó la cruz sin miedo a la ignominia y está
sentado a la diestra del trono de Dios» (Hebreos, 12: 2).
Y «no temas, soy yo, el Primero y el Último, el que vive; estuve muerto,
pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la
Muerte y del Hades» (Apocalipsis, 1: 17–18).
A pesar de ello, rezaba, pues, cada navío llegado de España fue esperado
por los cautivos con lágrimas y agradecido al Eterno Rey del Cielo
hincándose de rodillas según El trato de Argel así:
«Dios nos ha de remediar,
hermanos; mostrad buen pecho,
que el Señor que nos ha hecho
no nos tiene de olvidar.
Roguémosle, como a padre,
nos vuelva a nuestra mejora,
pues es nuestra intercesora
su Madre, que es nuestra Madre;
porque, con tan santo medio,
nuestro bien está seguro:
que ella es nuestra fuerza y muro,
nuestra luz, nuestro remedio.»
Y arrodillados rezaron:
«¡Vuelve, Virgen Santísima María,
tus ojos que dan luz y gloria al Cielo,
a los tristes que lloran noche y día
y riegan con sus lágrimas el suelo!
Socórrenos, bendita Virgen pía,
antes que este mortal corpóreo velo
quede sin alma en esta tierra dura
y carezca de usada sepultura.
Reina de las alturas celestiales,
Madre y Madre de Dios, Virgen y Madre,
espanto de las furias infernales,
Madre y Esposa de tu mismo Padre,
remedio universal de nuestros males:
si con tu condición es bien que cuadre
usar misericordia, úsala agora
y sácame de entre esta gente mora.
En Vos, Virgen dulcísima María,
entre Dios y los hombres medianera,
de nuestro mar incierto cierta guía.
Virgen entre las vírgenes primeras; en Vos.
Virgen y Madre; en Vos confía
mi alma, que sin Vos en nadie espera,
que me habréis de sacar con vuestras manos
de dura servidumbre de paganos.»
Cervantes no solamente componía versos divinos y enseñaba la fe cristiana,
sino rezaba en todos los momentos libres de que se presentan otras
pruebas, como éstas:
«mi buen Jesús me ayuda, cómo en mi alma no muda la fe, la promesa o
miedo;»
«creo en la Santísima Trinidad, Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu
Santo, tres personas distintas, y que todas tres son un solo Dios verdadero, y
que, aunque es Dios el Padre, y Dios el Hijo, y Dios el Espíritu Santo, no
son tres dioses distintos y apartados, sino un solo Dios verdadero;
finalmente creo todo lo que tiene y cree la Santa Iglesia Católica Romana, regida
por el Espíritu Santo y gobernada por el Sumo Pontífice, vicario y visorrey
de Dios en la Tierra, sucesor legítimo de San Pedro, su primer pastor
después de Jesucristo, primero y universal pastor de su esposa la Iglesia.
Díjome grandezas de la siempre Virgen María, reina de los cielos y señora de
los ángeles y nuestra, tesoro del Padre, relicario del Hijo y amor del
Espíritu Santo, amparo y refugio de los pecadores.» Asimismo, se lee lo
siguiente:
Juanico: «hazlo así Divino Amor,
que con tu querer me ajusto.
Deja aquesta niñería
del trompo ¡por vida mía!,
y repasemos los dos
las oraciones de Dios.»
Francisquito: «Bástame el Avemaría.»
Juanico: «¿Y el Padrenuestro?»
Francisquito: «También.»
Juanico: «Y el Credo?»
Francisquito: «Sélo de corro.»
Juanico: «y la Salve?...»
Francisquito: «Acude al Avemaría;
verás qué fuerzas que tiene.»
Cadí: «Pues, hijos, ¿en qué entendéis?»
Juanico: «En trompear, como veis,
mi hermano, señor, entiende.»
Carahoja: «Es niño, y, en fin; atiende
a su edad.»
Cadí: «Y vos, ¿qué hacéis?»
Juanico: «Rezando estaba.»
Cadí: «¿Por quién?»
Juanico: «Por mí, que soy pecador.»
Cadí: «todo aqueso está muy bien.
¿Qué rezábades?»
Juanico: «Señor,
lo que sé.»
Francisquito: «Respondió bien.
Rezaba el Avemaría....»
«¿Ya os turbáis?
Pues si es que aquesto os indina,
¿qué hará cuando me oigáis
decir la Salve Regina?
Para vuestras confusiones,
todas las cuatro oraciones
sé, y sé bien que son escudos
a tus alfanjes agudos
y a tus torpes invenciones.»
Lo que asombraba, es la relativa tolerancia por parte de los turcos, de
que podían celebrar Cervantes y los cautivos cristianos su misa, a título de
ejemplo:
Guardián: «Los españoles, por su parte, hacen
una brava comedia.»
Moro: «Son saetanes;
los mismos diablos son; son para todo.
Ya descuelgan cristianos a su misa...»
Sacristán: «De molde vienen para la comedia;
ahora me los chanto. ¡Sus, entremos!»
Guardián: «¿Adónde vais, cristiano?»
Padre: «¿Yo? A oír misa.»
Moro: «Pues paga.»
Padre: «¿Cómo paga? ¿Aquí se paga?»
Guardián: «¡Bien parece que es nuevo el padre viejo!»
Moro: «Dos ásperos, o apártate, camina.»
Padre: «No los tengo, por Dios.»
Moro: «Pues ve y ahórcate.»
Don Lope: «Yo pagaré por él.»
Moro: «Eso, en buena hora.»
Sacristán: «Fende, déjeme entrar, y este pañuelo,
que no ha media hora que hurté a un judío,
tome por prenda, o déme lo que vale,
que lo haré no más de por el costo,
o muy poquito más.»
Guardián: «Con otros cuatro
quedas muy bien pagado.»
Sacristán «Venga, y entro.»
Moro «¡Ea!; acudid a entrar, que se hace tarde.
Con los del rey, yo apostaré que pasen
de dos mil los que están en el banasto.
Entremos a mirar desde la puerta
cómo dicen su misa, que imagino
que tienen grande música y concierto.»
Guardián: «Poneos tras el postigo, y veréis todo
cuanto hacen los cristianos en el patio,
porque es cosa de ver.»
Moro: «Ya los he visto.
Hoy dicen que tornó a vivir su Cristo.»
Osorio: «Misterio es este no visto.
veinte religiosos son
los que hoy la Resurrección
han celebrado de Cristo
con música concertada,
la que llaman contrapunto.
Argel es, según barrunto,
arca de Noé abreviada;
aquí están de todas suerte
oficios y habilidades,
disfrazadas calidades.»
Vivanco: «Y aun otra cosa, si adviertes,
es de más admiración,
y es que estos perros sin fe
nos dejen, como se ve,
guardar nuestra religión.
Que digamos nuestra misa
nos dejen, aunque en secreto.
Ossorio: «Más de una vez con aprieto
se ha celebrado y con prisa:
que una vez, desde el altar,
al sacerdote sacaron
revestido y le llevaron
por las calles del lugar
arrastrando; y la crueldad
fue tal, que con él se usó
que en el camino acabó
la vida y la libertad.
Más dejémonos de aquesto,
y a nuestra holgura atendamos,
pues que nos dan nuestros amos
hoy lugar para hacer esto.
De nuestras pascuas tenemos
los primeros días por nuestros.»
Don Lope: «¿Y qué? ¿Hay músicos?»
Ossorio: «Y diestros;
Los del Cadí llamaremos.»
Vivanco: «Aquí están.»
Ossorio: «Y aquel que ayuda
Al coloquio ya está aquí.»
Don Fernando: «¡Bien cantan los del Cadí.»
Ossorio: «Antes que más gente acuda,
el coloquio se comience,
que es del gran Lope de Rueda,
impreso por Timoneda,
que en vejez al tiempo vence.
No pude hallar otra cosa
que poder representar
más breve y sé que ha de dar
gusto, por ser muy curiosa
su manera de decir
en el pastoril lenguaje.»
Vivano: «¿Qué pellicos?»
Ossorio: «De ropaje
humilde, y voyme a vestir.»
Vivanco: «¿Quién canta?»
Ossorio: «Aquí el sacristán,
que tiene donaire en todo.»
Vivanco: «¿Hay loa?»
Ossorio: «¡De ningún modo!»
Vivanco: «¡Oh, qué mendigos están!
En fin; comedia cautiva,
pobre, hambrienta y desdichada,
desnuda y atarantada...»
Don Lope: «La voluntad se reciba.»
Curalí: «Sentaos, no os alborotéis,
Que vengo a ver vuestra fiesta.»
Don Fernando: «Quisiera que fuera esta,
fe[n]de, cual la merecéis.»
Don Lope: «Aquí os podéis asentar,
Que yo me quedaré en pie.»
Curalí: «No, no; amigo, siéntate,
que salen a comenzar.»
Don Lope: «Ya salen; sosiego y chite,
que cantan.»
Vivanco: «mejor sería
que llorasen.»
Don Fernando: «Este día
Lágrimas no las permite.»
Asimismo, enseñó que hubo momentos de libertad donde se divertían:
Ambrosio: «Pues, amigos, ¿dónde vamos?»
Julio: «Aunque está de aquí un buen rato,
al jardín de Agimorato.»
Don Fernando: «Pues, ¡sus!, no nos detengamos.»
Julio: «Allí podremos estar a solas
danzar, cantar y tañer
y hacer nuestras cabriolas:
que el mar no suele tener
siempre alteradas sus olas.
Demos vado a la pasión,
cuanto más, que es la intención
del Cadí que nos holguemos
y que los viernes tomemos
honesta recreación.»
De acuerdo con la declaración llevada a cabo el 21 de octubre de 1580, por
el doctor Antonio de Sosa, Cervantes tenía «costumbres y señales de muy
buen cristiano, y se ocupaba en componer muchas veces versos en alabanza de
Nuestro Señor, de su Bendita Madre, del Santísimo Sacramento y otras cosas
santas y devotas; y algunas las comunicó con Sosa y se las envió que las
viese.» Ya que «las obras de servir a Dios no han de ser precipitadas, ni que
parezcan que las mueven accidentes,» pues «el cristiano está más obligado a
su alma que a los respetos humanos,» y «en solo conocer y ver a Dios está
la suma gloria, y todos los medios que para este fin se encaminan son los
buenos, son los santos, son los agradables; como son los de la caridad, de
la honestidad y el de la virginidad,» puesto que «cada uno en su oficio
puede alabar a Dios.»
4. Algunos sugieren que Cervantes era muy pobre para abonar los libros, no
consiento con esta opinión, por ejemplo, el precio de la Sacra Biblia
(1588 ó 1599) de Venecia, era 2 reales.
5. De acuerdo con el Profesor Anthony Close, Cervantes ha leído:
«toda la lírica española, desde la época de los cancioneros hasta
comienzos del siglo XVIII, varios líricos italianos, a título de ejemplo, Francesco
Petrarca (1304–1374), Pietro Bembo (1470–1547), y Luigi Tansillo (1510–
1568), a quienes mencionó en sus obras. Además, La Celestina (1499), de
Fernando de Rojas (1476–1541), el Lazarillo de Tormes (1554), y el Guzmán de
Alfarache (1599, 1604) de Mateo Alemán (1547–1615?), La Araucana (1569,
completa 1590), del escritor madrileño Alonso de Ercilla y Zúñiga (1533–1594),
paje del «Fundador de El Escorial,» el Orlando furioso (1516), de Ludovico
Ariosto (1474–1533), Amadís de Gaula (1508), de Garci Rodríguez de Montalvo
(?–1505), Tirante el Blanco (1511), traducción castellana de Joan
Martorell, La Diana (hacia 1559), de Jorge Montemayor (1520?–1561), Diana enamorada
(1564), y de Gaspar Gil Polo (1530?–1591). El teatro español de su tiempo,
en especial, el de Lope Félix de Vega Carpio (1562–1635); los novellieri
italianos y, sobre todo, Giovanni Boccaccio (1313–1375), Matteo Bandello
(1485?–1561?), el Galateo español (1593), de Lucas Gracián Dantisco (1543–
1587), secretario «del Fundador de El Escorial,» la Biblia, los Diálogos de
Amor (1535), de León Hebreo (1465–1521), (tres traducciones españolas en el
siglo XVI); las obras del fray Antonio de Guevara (1480?–1545), incluidas las
Epístolas familiares (1539), la Philosophia antigua poética (1596), de
Alonso López Pinciano (1547?–1627?, «El Pinciano»), libros didácticos o de
misceláneas, como: la Historia natural (los diez primeros libros se
publicaron en el año 77, mientras que los demás fueron publicados tras la muerte del
autor, probablemente por Plinio el Joven, 61–114) Plinio el Viejo (23 d.C.–
79), la Silva de varia lección (1540), de Pero Mejía (1497–1551) y tal vez
la Miscelánea (1590), de Luis Zapata (1526–1595), y libros de historia y
biografías, como los citados por el canónigo de Toledo en el Quijote.»
6. Huelga decir que Cervantes leía la Biblia, la conocía
irreprochablemente y aludía a sus citas a lo largo de sus obras. ¿Dónde y cuándo la leía? y
¿qué libros hubo en las cárceles españolas durante la época de Cervantes y
cuáles se permitía? Unos de los ejemplos más trascendentales son:
«Ego autem dico vobis diligite inimicos vestros,» («habéis oído que se
dijo Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo,» Mateo, 5: 43–44 de la
Vulgata); «yo te sacaré de las manos de los caldeos,» («en manos de los
caldeos,» Jeremías, 22: 25–26); «de la caballería andante se puede decir lo mismo
que del amor se dice, que todas las cosas iguala,» («porque todo el que se
ensalce será humillado; y el que se humille será ensalzado,» Lucas, 18: 14);
«el buen paso, el regalo y el reposo, allá se inventó para los blandos
cortesanos; más el trabajo, la inquietud y las armas sólo se inventaron e
hicieron para aquellos que el mundo llama caballeros andantes, de los cuales
yo, aunque indigno, soy el menor de todos,» («y en último término se me
apareció también a mí, que soy el último un aborto. Pues yo soy el último de los
apóstoles indigno del nombre del apóstol, por haber perseguido a la
iglesia de Dios,» Primera Epístola a los Corintios, 15: 8–9); «entró en la
fortaleza de la caballería dicha, no por la puerta, sino por las bardas, como
salteador y ladrón,» («el que no entra por la puerta en el redil de las
ovejas, sino que escala por otro lado, ése es un ladrón y un salteador,» Juan,
10: 1); «el templo que derribó Sansón cuando con su muerte se vengó de sus
enemigos,» («Sansón invocó a Yahvé y exclamó ‘Señor Yahvé, dígnate acordate
de mí, hazme fuerte aunque sólo sea esta vez, oh Dios, para que de un golpe
me vengue de los filisteos por mis ojos.’ Y Sansón tanteó las dos columnas
centrales sobre las que descansaba el edificio, se apoyó en ellas, en una
con su brazo derecho, en la otra con el izquierdo, y gritó ‘¡Muera yo con
los filisteos!’ Apretó con todas sus fuerzas y el edificio se derrumbó sobre
los tiranos y sobre toda la gente allí reunida,» Jueces, 16: 28–30); «más
con todo esto, sube en tu jumento, Sancho, el bueno, y vente tras mí; que
Dios, que es proveedor de todas las cosas, no nos ha de faltar, y más andando
tan en su servicio como andamos, pues no falta a los mosquitos del aire,
ni a los gusanillos de la tierra, ni a los renacuajos del agua, y es tan
piadoso que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y llueve sobre los
injustos y los justos,» («por eso os digo no andéis preocupados por vuestra
vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale
más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves
del cielo no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro
Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? Por lo demás,
¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la
medida de su vida?» Mateo, 6: 26–27, «ni por la Tierra, porque es el
escabel de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran rey,»
Mateo, 5: 35); «dar coces contra el aguijón,» («cayó en tierra y oyó una voz que
le decía ‘Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?,» Hechos, 9: 4–5); «mal
cristiano eres, Sancho–dijo, oyendo esto, Don Quijote–, porque nunca olvidas
la injuria que una vez te han hecho,» («habéis oído que se dijo Amarás a tu
prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo Amad a vuestros enemigos y
rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre
celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e
injustos,» Mateo, 5: 43–45, «que si vosotros perdonáis a los hombres sus
ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no
perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas,»
Mateo, 6: 14–15); «harta aventura tiene un delincuente que está en su
lengua su vida o su muerte,» «ollas de Egipto,» («muerte y vida dependen de la
lengua el que la aprecia comerá su fruto,» Proverbios, 18: 21, «por la
tarde, en efecto, vinieron las codornices y cubrieron el campamento; y por la
mañana había una capa de rocío en torno al campamento,» Éxodo, 16: 13);
menciona las doce tribus de Israel, Génesis 49; «desnudo nací, desnudo me
hallo, ni pierdo, ni gano,» («desnudo salí del seno materno y desnudo volveré a
él. Yahvé me lo ha dado y Yahvé me lo ha quitado. Bendito sea el nombre de
Yahvé,» Job, 1: 21); «quien está en el infierno nunca sale de él ni puede,»
(«había un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los
días espléndidas fiestas. Y uno pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a
su portal, cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa
del rico, pero hasta los perros venían y le lamían las llagas. Sucedió,
pues, que murió el pobre y los ángeles le llevaron al seno de Abrahán. Murió
también el rico y fue sepultado. Estando en el Hades entre tormentos,
levantó los ojos y vio a lo lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno. Y, gritando,
dijo ‘Padre Abrahán, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que moje en
agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en
esta llama. Pero Abrahán le dijo ‘Hijo, recuerda que recibiste tus bienes
durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él es aquí
consolado y tú atormentado. Y además, entre nosotros y vosotros se interpone
un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no
puedan hacerlo; ni de ahí puedan pasar hacia nosotros. Replicó ‘Pues entonces,
te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco
hermanos, para que les advierta y no vengan también ellos a este lugar de
tormento.’ Abrahán le dijo ‘Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan.’
Él dijo ‘No, padre Abrahán, que si alguno de entre los muertos va a
ellos, se convertirán.’ Le contestó» ‘Si no oyen a Moisés y a los profetas,
tampoco se convencerán aunque un muerto resucite,» Lucas, 16: 19–31);
«fraternal reprensión,» («le presentaban también los niños pequeños para que los
tocara y, al verlo, los discípulos, les reñían,» Lucas, 18: 15); «Judas
codicioso,» («pero no decía esto porque le preocuparon los pobres, sino porque
era ladrón, y como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella,» Juan,
12: 6); «¿quién pudiera imaginar que Don Fernando, caballero ilustre,
discreto, obligado de mis servicios, poderoso para alcanzar lo que el deseo
amoroso le pidiese donde quiera que le ocupase, se había de enconar, como
suele decirse, en tomarme a mí una sola oveja que aún no poseía,» (2 Samuel, 11
y 12); «sin osar, como otro Lot, volver el rostro a miralla,» («mientras
los sacaban afuera, dijo uno ‘¡Escápate, por vida tuya! No mires atrás ni te
pares en toda la redonda. Escapa al monte, no vayas a ser barrido,»
Génesis, 19: 17); «y ¡cómo si llevaba azote!–dijo Don Quijote–. Y aun una legión
de demonios, que es gente que camina y hace caminar, sin cansarse, todo
aquello que se les antoja,’» («y llegaron al otro lado del mar, a la región
de los gerasenos. Apenas saltó de la barca, vino a su encuentro, de entre
los sepulcros, un hombre con espíritu inmundo que moraba en los sepulcros y a
quien nadie podía ya tenerle atado ni siquiera con cadenas, pues muchas
veces le habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y
destrozado los grillos, y nadie podía dominarle. Y siempre, noche y día,
andaba entre los sepulcros y por los montes, dando gritos e hiriéndose con
piedras. Al ver de lejos a Jesús, corrió y se postró ante él y gritó con
fuerte voz ‘¿Qué tengo yo contigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Te conjuro
por Dios que no me atormentes.’ Es que él le había dicho ‘Espíritu inmundo,
sal de este hombre.’ Y le preguntó ‘¿Cuál es tu nombre?’ Le contesta ‘Mi
nombre es Legión, porque somos muchos. «Y le demandaba con insistencia que
no los echara fuera de la región. Había allí una gran piara de puercos que
pacían al pie del monte; y le suplicaron ‘Envíanos a los puercos para que
entremos en ellos.’ Y se lo permitió. Entonces los espíritus inmundos
salieron y entraron en los puercos, y la piara–unos dos mil–se arrojó al mar de
lo alto del precipicio y se fueron ahogando en el mar. Los porqueros
huyeron y lo contaron por la ciudad y por las aldeas; y salió la gente a ver qué
era lo que había ocurrido. Llegan junto a Jesús y ven al endemoniado, al
que había tenido la Legión, sentado, vestido y en su sano juicio, y se llena
de temor. Los que lo habían visto les contaron lo ocurrido al endemoniado y
lo de los puercos,» Marco, 5: 1–17); «había de ir a buscarle, y le había
de hallar, aunque se escondiese en el vientre de la ballena,» («Yahvé hizo
que un gran pez se tragase a Jonás, y Jonás estuvo en el vientre del pez tres
días y tres noches,» Jonas, 2: 1); «diré que me cupo en suerte la mujer
fuerte, de quien el Sabio dice que ¿quién la hallará?,» («¿quién encontrará a
una mujer ideal? Vale mucho más que las piedras preciosas,» Proverbios,
31: 10); «dice la divina Escritura que infundió Dios sueño en Adán, y que,
estando durmiendo, le sacó una costilla del lado siniestro, de la cual formó
a nuestra madre Eva, y así como Adán despertó y la miró, dijo Ésta es carne
de mi carne y hueso de mis huesos. Y dijo Dios Por ésta dejará el hombre a
su padre y a su madre y serán dos en una carne misma,» («entonces Yahvé
Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, que se durmió. Y le quitó
una de las costillas, rellenando el vacío con carne. De la costilla que
Yahvé Dios había tomado del hombre formó una mujer y la llevó ante el hombre.
Entonces éste exclamó ‘Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi
carne. Ésta será llamada mujer porque del varón ha sido tomada.’ Por eso
deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una
sola carne,» Génesis, 2: 21–24); «porque así como el dolor del pie o de
cualquier miembro del cuerpo humano lo siente todo el cuerpo, por ser todo de
una carne mesma, y la cabeza siente el daño del tobillo, sin que ella se le
haya causado,» («por tanto, muchos son los miembros, más uno el cuerpo. Y no
puede el ojo decir a la mano ‘¡No te necesito!’ Ni la cabeza a los pies
¡No os necesito!’ Más bien los miembros del cuerpo que tenemos por más
débiles, son indispensables. Y a los que nos parecen los más viles del cuerpo,
los rodeamos de mayor honor. Así a nuestras partes deshonestas las vestimos
con mayor honestidad. Pues nuestras partes honestas no lo necesitan. Dios
ha formado el cuerpo dando más honor a los miembros que carecían de él, para
que no hubiera división alguna en el cuerpo, sino que todos los miembros
se preocuparan lo mismo los unos de los otros. Si sufre un miembro, todos
los demás sufren con él. Si un miembro es honrado, todos los demás toman
parte en su gozo.» Primera Epístola a los Corintios, 12: 21–26); «usando en
esto del artificio que el demonio usa cuando quiere engañar a alguno que está
puesto en atalaya de mirar por sí; que se transforma en ángel de luz,
siéndolo él de tinieblas,» («y nada tiene de extraño que el mismo Satanás se
disfraza de ángel de luz,» Segunda Epístola a los Corintios, 11: 14);
«margarita preciosa,» («el Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido
en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la
alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel.
También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que anda buscando
perlas finas, y que, al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que
tiene y la compra,» Mateo, 13: 44–46); «a la salutación que el mejor
maestro de la tierra y del cielo enseñó a sus allegados y favorecidos fue
decirles que cuando entrasen en alguna casa dijesen Paz en esta casa,» («en la
casa en que entréis, decid primero ‘Paz a esta casa.’» Lucas, 10: 5); «y
otras muchas veces les dijo Mi paz os doy; mi paz os dejo,» («os dejo la paz,
mi paz os doy,» Juan, 14: 27); «como el que sale de las tinieblas a la
luz, de la muerte a la vida y de la pena a la gloria,» («porque en otro tiempo
fuisteis tinieblas; más ahora sois luz en el Señor. Vivid como hijos de la
luz,» Efesios, 5: 8 y «en verdad, en verdad os digo el que escucha mi
palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en
juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida,» Juan, 5: 24); en el capitula
se recomienda leer el libro de los Jueces; «el agradecimiento que sólo
consiste en el deseo es cosa muerta, como es muerta la fe sin obras,» («porque
así como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras
está muerta,» Santiago, 2: 26); «plega a Dios que nunca tenga abundancia
para que con sus obras, siendo él pobre, haga rico a todo el mundo,» («pues
conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico,
por vosotros se hizo pobre a fin de enriqueceros con su pobreza,» Segunda
Epístola a los Corintios 8: 9); «que no se mueve la hoja en el árbol sin la
voluntad de Dios,» («Porque no seréis vosotros los que hablaréis, sino el
Espíritu de vuestro padre el que hablará en vosotros. Entregará a la muerte
hermano a hermano y padre a hijo; se levantarán hijos contra padres y los
matarán. Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre; pero el que
persevere hasta el fin, éste se salvará. Cuando os persigan en una ciudad huid a
otra, y si también en ésta os persiguen, marchaos a otra. Yo os aseguro: no
acabaréis de recorrer las ciudades de Israel antes que venga el Hijo del
hombre. No está el discípulo por encima del maestro, ni el siervo por encima
de su amo. Ya le basta al discípulo ser como su maestro, y al siervo como
su amo. Si al dueño de la casa le han llamado Beelzebul, ¡cuánto más a sus
domésticos! No les tengáis miedo. Pues no hay nada encubierto que no haya de
ser descubierto, ni oculto que no haya de saberse. Lo que yo os digo en la
oscuridad, decidlo vosotros a la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo
desde los terrados. Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden
matar el alma; temed más bien al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo
en la gehenna. ¿No se venden dos pajarillos por un as? Pues bien, ni uno de
ellos caerá en tierra sin el consentimiento de vuestro Padre. En cuanto a
vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados,»
Mateo, 10: 20–30); «tiempos hay de acometer y tiempos de retirar,» («todo tiene
su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo Su tiempo el nacer, y su
tiempo el morir; su tiempo el plantar, y su tiempo el arrancar lo plantado.
Su tiempo el matar, y su tiempo el sanar; su tiempo el destruir, y su tiempo
el edificar. Su tiempo el llorar, y su tiempo el reír; su tiempo el
lamentarse, y su tiempo el danzar. Su tiempo el lanzar piedras, y su tiempo el
recogerlas; su tiempo el abrazarse, y su tiempo el separarse. Su tiempo el
buscar, y su tiempo el perder; su tiempo el guardar, y su tiempo el tirar. Su
tiempo el coser; su tiempo el callar, y su tiempo el hablar. Su tiempo el
amar, y su tiempo el odiar; su tiempo la guerra, y su tiempo la paz. ¿Qué
gana el que trabaja con fatiga?,» Eclesiastés, 3: 1–9); «que con esta carga
nacemos las mujeres, de estar obedientes a sus maridos, aunque sean unos
porros,» («a la mujer le dijo ‘tantas haré tus fatigas cuantos sean tus
embarazos con dolor parirás los hijos. Hacia tu marido irá tu apetencia, y él te
dominará,’» Génesis, 3: 16 y «sed sumisos los unos a los otros en el temor
de Cristo las mujeres a sus maridos, como al Señor, porque el marido es
cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia, el salvador del
cuerpo,» Efesios, 5: 21–23); «y sé que la senda de la virtud es muy estrecha y
el camino del vicio, ancho y espacioso, y sé que sus fines y paraderos son
diferentes, porque el del vicio, dilatado y espacioso, acaba en muerte, y
el de la virtud, angosto y trabajoso, acaba en vida, y no en vida que se
acaba, sino en la que no tendrá fin,» («entrad por la entrada estrecha; porque
ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son
muchos los que entran por ella; más ¡qué estrecha la entrada y qué angosto
el camino que lleva a la Vida!; y pocos son los que encuentran,» Mateo, 7:
13–14); «no hay para qué, señor–respondió Sancho–tomar venganza de nadie,
pues no es de buenos cristianos tomarla de los agravios,» («sin devolver a
nadie mal por mal; procurando el bien ante todos los hombres; en lo
posible, y en cuanto de vosotros dependa, en paz con todos los hombres; no tomando
la justicia por cuenta vuestra, queridos míos, dejad lugar a la ira, pues
dice la Escritura Mía es la venganza; yo daré el pago merecido, dice el
Señor. Antes al contrario si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si
tiene sed, dale de beber; haciéndolo así, amontonarás ascuas sobre su cabeza.
No te dejes vencer por el mal antes bien, vence al mal con el bien,»
Romanos, 12: 17–21); «de la abundancia del corazón habla la lengua,» («el hombre
bueno, del buen tesoro del corazón saca lo bueno, y el malo, del malo saca
lo malo. Porque de lo que rebosa el corazón habla su boca,» Lucas, 6: 45–
46); «en verdad que comemos el pan con el sudor de nuestros rostros, que es
una de las maldiciones que echó Dios a nuestros primeros padres,» («al hombre
le dijo ‘por haber escuchado la voz de tu mujer y comido del árbol del que
yo te había prohibido comer, maldito sea el suelo por tu causa con fatiga
sacarás de él el alimento todos los días de tu vida. Espinas y abrojos te
producirá, y comerás la hierba del campo. Con el sudor de tu rostro comerás
el pan, hasta que vuelvas al suelo, pues de él fuiste tomado. Porque eres
polvo y al polvo tornarás,» Génesis, 3: 17–19); «si el cielo guía al ciego,
ambos van a peligro de caer en el hoyo,» («dejadlos son ciegos y guías de
ciegos. Y si un ciego huía a otro ciego, los dos caerán en el hoyo,» Mateo,
15: 14); «reparto de mis bienes con los pobres, sin hacer alarde de las
buenas obras, por no dar entrada en mi corazón a la hipocresía y vanagloria,»
(«por tanto, cuando hagas limosna, no la vayas trompeteando por delante
como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser
honrados por los hombres; en verdad os digo que ya reciben si paga,»
Mateo, 6: 2); «¡oh hombre de poca fe!» («pero, viendo la violencia del viento,
le entró miedo y, como comenzara a hundirse, gritó ‘¡Señor, sálvame!’ Al
punto Jesús, tendiendo la mano, le agarró y le dice ‘hombre de poca fe, ¿por
qué dudaste?,» Mateo, 14: 30–31); «Dios, que da la llaga, da la medicina,»
(«porque hiere y pone la venda, golpea y él mismo sana,» Job, 5: 18);
«siendo el principio de la sabiduría el temor de Dios,» «se ha de amar a nuestro
Señor por si solo sin que nos mueva esperanza de gloria o temor de pena,»
y conforme con el Salmista nos enseñó que «primeramente, ¡oh hijo!, has de
temer a Dios, porque en el temer le está la sabiduría y siendo sabio no
podrás errar en nada,» puesto que «la sabiduría y la virtud son las riquezas
sobre quien no tienen jurisdicción los ladrones ni la que llaman fortuna,»
(«principio del saber es temer al Señor; son cuerdos los que lo practican.
Su alabanza permanece para siempre,» Salmos, 111: 10); «¡no, sino ponedla
tacha en el brío y en el talle, y no la comparéis a una palma que se mueve
cargada de racimos de dátiles,» («tu talle es como palmera, tus pechos son
los racimos; pienso subir a la palmera, voy a cosechar sus dátiles; serán tus
pechos racimos de uvas, tu aliento, aroma de manzanas,» Cantar de los
Cantares, 7: 8); «a los dos que Dios junta no podrá separar el hombre,» («de
manera que ya son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió no lo
separe el hombre,» Mateo, 19: 6); «ahora acabo de conocer que todos los
contentos desta vida pasan como sombra y sueño, o se marchitan como la flor
del campo,» («una voz dice ‘¡Grita!’ Y digo ‘¿Qué he de gritar? –Toda
carne es hierba y todo su esplendor como flor del campo. La flor se marchita,
se seca la hierba, en cuanto le dé el viento de Yahvé (pues, cierto, hierba
es el pueblo),’» Isaías, 40: 6–7); «que a Dios sólo está reservado conocer
los tiempos y los momentos, y para Él no hay pasado ni porvenir,» («Él les
contestó ‘no es cosa vuestra conocer el tiempo y el momento que el Padre
ha fijado con su propia autoridad; al contrario, vosotros recibiréis una
fuerza, cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros, y de este modo seréis
mis testigos en Jerusalén,» Hechos de los Apóstoles, 1: 7); «operibus
credite et non verbis,» («si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; pero si
las hago, aunque a mí me creáis, creed por las obras, y así sabréis y
conoceréis que el Padre está en mí y yo en el Padre,» Juan, 10: 37–38); «porque
Jesucristo, Dios y hombre verdadero, que nunca mintió, ni puede mentir,
siendo legislador maestro, dijo que su yugo era suave y su carga ligera,»
(«venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré
descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y
humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es
suave y mi carga ligera,» Mateo, 11: 28–30); «más vale el buen nombre que
las muchas riquezas,» («más vale buena fama que suaves perfumes; y el día de
la muerte más que el día del nacimiento,» Eclesiastés, 7: 1); «así, que es
menester que el que ve la mota en el ojo ajeno, vea la viga en el suyo,»
(«¿cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas
en la viga que hay en tu ojo? ¿o cómo vas a decir a tu hermano ‘deja que
te saque la brizna del ojo,’ teniendo la viga de tu ojo, y entonces podrás
ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano,» Mateo, 7: 3–5); «tened
todas las cosas como si no las tuviésedes,» («os digo, pues, hermanos el
tiempo apremia. Por tanto, los que tienen mujer, vivan como si no la tuviesen.
Los que lloran, como si no llorasen. Los que están alegres, como si no lo
estuviesen. Lo que compran, como si no poseyesen. Los que disfrutan del mundo,
como si no disfrutasen. Porque la representación de este mundo pasa,»
Primera Epístola a los Corintios, 7: 29–31); «porque para decir la verdad,
señor Gobernador, mi hijo es endemoniado, y no hay día que tres o cuatro veces
no le atormenten los malignos espíritus, y de haber caído una vez en el
fuego, tiene el rostro arrugado como pergamino, y los ojos algo llorosos y
manantiales,» («cuando llegaron donde la gente, se acercó a él un hombre que,
arrodillándose ante él, le dijo ‘Señor, ten piedad de mi hijo, porque es
lunático y sufre mucho; pues muchas veces cae en el fuego y muchas veces en
el agua,» Mateo, 17: 14–15); «todo eso es cosa de risa–respondió el mozo–.
El caso es que no me harán dormir en la cárcel cuantos hoy viven. Dime,
demonio–dijo Sancho–¿tienes algún ángel que te saque y que te quite los
grillos que te pienso mandar echar?,» («cuando ya Herodes le iba a presentar,
aquella misma noche estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, atado con dos
cadenas; también unos centinelas ante la puerta custodiaban la cárcel. De
pronto se presentó el ángel del Señor y la celda se llenó de luz. El ángel
golpeó a Pedro en el costado, le despertó y le dijo ‘Levántate aprisa.’ Y
cayeron las cadenas de sus manos,» Hechos de los Apóstoles, 12: 6–7);
«cielo, el cual del estiércol sabe levantar los pobres y de los tontos hacer
discretos,» («levanta del polvo al desvalido, alza al pobre del estiércol,»
Salmos, 113: 7); «que el principal asunto de mi profesión es perdonar a los
humildes y castigar a los soberbios,» («de igual manera, jóvenes, sed
sumisos a los ancianos; revestíos todos de humildad en vuestras mutuas
relaciones, pues Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes,» Primera
Epístola de San Pedro, 5: 5); «la vida humana corre a su fin ligera más
que el tiempo,» («mis días corren más que la lanzadera, se consumen sin nada
de esperanza,» Job, 7: 6); «se fue como en sombra y humo el gobierno de
Sancho,» («de ayer somos nosotros, nada sabemos; nuestra vida en la tierra
pasa como sombra,» Job 8 9 y «pues mis días como humo se disipan, mis huesos
calientan como brasas,» Salmos, 102: 4); «ruego siempre a Dios me abra los
ojos del entendimiento y me dé a conocer cómo le tengo de servir,»
(«iluminando los ojos de vuestro corazón para que conozcáis cuál es la esperanza a
que habéis sido llamados por él; cuál la riqueza de la gloria otorgada por
él en herencia a los santos,» Efesios, 1: 18); «ellos conquistaron el cielo
a fuerza de brazos, porque el cielo padece fuerza, y yo hasta agora no sé
lo que conquisto a fuerza de mis trabajos,» («desde los días de Juan el
bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos
lo arrebatan,» Mateo, 11: 12); «post tenebras spero lucem,» («quieren
hacerme ver que la noche es día, que está cerca la luz cuando sólo hay
tinieblas,» Job, 17: 12 y «no te postrarás ante ellas ni les darás culto, porque yo
Yahvé, tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres
en los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me odian, pero
tengo misericordia por mil generación con los que me aman y guardan mis
mandamientos,» Éxodo, 20: 5–6).
7. Finalmente, después de haber leído la Biblia (El Antiguo Testamento y
el Nuevo Testamento) en alemán, español, inglés, y polaco…, sin duda alguna
me voy con la Biblia a la cárcel adonde sea, sonrien y reciben un muy
fuerte abrazo, Chris.
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