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"A. Robert Lauer" <[log in to unmask]>
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A. Robert Lauer
Date:
Sun, 15 May 2005 19:19:39 -0500
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Cervantes y la gradación de las provocaciones en DQ 1.35: el ataque furioso 
de don Quijote a los cueros de vino

Comentario de Mary C. Beeler <<mailto:[log in to unmask]>[log in to unmask]>
The University of Oklahoma

         Desde el inicio de la novela de El ingenioso hidalgo don Quijote 
de la Mancha hasta el momento de la lucha con los cueros de vino, el 
personaje de don Quijote ha pasado por una serie de acontecimientos que lo 
llevan a reaccionar con gran furia y a imaginar una batalla contra un 
gigante.  Existe una curiosa metáfora entre los cueros rebosantes de vino 
que se derraman y la paciencia de don Quijote que, también rebosante, llega 
a su límite y se desborda en ira.  En este pasaje vemos a don Quijote 
furioso luchando en contra de un gigante.  El gigante representa al 
mundo.  La pérdida de la cabeza del gigante representa la falta de sensatez 
de las personas y el derramamiento del vino, representa el pecado que se 
desborda y tiñe todo lo que está a su paso.  Don Quijote lucha para vencer 
la injusticia, «desfacer agravios, socorrer viudas, amparar doncellas» 
(Cervantes, DQ [ed. Murillo] 141; 1.9).  Cuando lucha contra el gigante 
está luchando contra los anti-valores materializados en los cueros de vino 
que don Quijote ve como gigante.  De acuerdo al Diccionario de los símbolos 
de Chevalier, «el gigante representa todo lo que el hombre debe vencer para 
liberar y hacer florecer su personalidad» (Chevalier 532).

      Los capítulos anteriores muestran la lucha constante de don Quijote 
por defender sus ideales y proclamar la virtud.  En sus lecturas, el 
personaje ve las historias de los caballeros andantes que se preocupan por 
la justicia y la defensa de los mas débiles y, consiguientemente, decide 
convertirse en uno de ellos.  Sin embargo se da cuenta de que hay 
encantadores que tratan de hacer batallar a las personas y procurarles el 
mal.  Desde que sale de su casa hasta el momento en que lucha con los 
cueros de vino ha visto una serie de acontecimientos que le colman la 
paciencia y lo hacen reaccionar de una manera violenta.  En su imaginación 
ve materializados en el gigante los vicios, la injusticia y una serie de 
anti-valores que aumentan su enojo ya desbordante por previos incidentes.

      Recordemos algunas etapas de sus aventuras previas al suceso de los 
cueros de vino.  Cuando don Quijote sale al mundo en búsqueda de aventuras, 
su primer encuentro es con un labrador que está azotando a un joven 
(1.4).  Andrés, el joven, representa al débil, al desamparado y al 
imposibilitado de defenderse; mientras que Juan Haldudo representa el poder 
y el abuso.  Don Quijote sale en ayuda de Andrés y reta a Juan Haldudo el 
rico para que no siga maltratando al joven.

      Otro pasaje importante es el encuentro con seis toledanos que iban a 
comprar seda a Murcia.  Vale recalcar la importancia del seis, ya que es el 
número del pecado y de la revuelta.  Un enfrentamiento con el seis es en un 
nivel metafórico una lucha con el mismo demonio.  Aquí la lucha es para que 
confiesen que Dulcinea es la más bella mujer.  Simbólicamente Dulcinea 
representa la virtud, la pureza, el bien.  Los toledanos se burlan de don 
Quijote y se niegan a confesar lo que él les pide, o sea, reconocer la 
virtud en el mundo.  Uno de ellos lo golpea hasta dejarlo molido.  En este 
episodio vemos la lucha del bien contra el mal y, temporalmente, la 
victoria del segundo sobre el primero.

      Esto hace regresar al personaje a su casa, la casa como refugio, la 
casa como lugar de retiro.  La casa es el centro.  Así como el templo se 
construye en el centro de las ciudades, la casa es nuestro centro, nuestra 
fuerza, el lugar donde descansamos y tomamos energía para continuar la 
lucha.  En Egipto se llamaban casas de vida a los seminarios religiosos que 
estaban vinculados con santuarios, lugares donde los escribas copiaban 
figuras y textos religiosos (Chevalier 258).

      Si vemos la casa de don Quijote como un «seminario», ahí 
encontraremos muchos libros, tanto «buenos» como inútiles u ociosos.  Esto 
nos lleva a otro suceso importante que aumenta el enojo en don 
Quijote.  Mientras él duerme, el barbero y el cura pasan juicio sobre sus 
libros y mandan muchos a la hoguera.  A la vez, después culpan a un 
encantador por la desaparición de sus libros y de la habitación donde estaban.
      Después de este acontecimiento tan extraño, don Quijote retoma su 
búsqueda de aventuras.  Lucha con molinos a los que considera 
gigantes.  Esta es la primera vez que don Quijote se enfrenta a gigantes y 
sale derrotado.  La próxima vez que don Quijote hace frente a gigantes es 
durante su encuentro con los cueros de vino.  En esta ocasión, por 
supuesto, sale vencedor.

         En el capítulo de la lucha con los gigante del vino, el pasaje 
muestra que en los cueros llenos hay un mundo repleto de vicios y 
pecados.  Don Quijote manifiesta su desesperación y trata de dar fin al 
vicio que se desborda y se manifiesta como gigante.  En este momento ya ha 
tenido una serie de luchas contra el mal y ha adquirido experiencia.  Lleno 
de brío lucha y derrota al gigante del vino.  La ira y prepotencia que 
abraza a don Quijote es la misma ira que llevó a David a vencer a 
Goliat.  David era muy joven, casi un niño, molesto por las blasfemias y 
burlas de los filisteos al pueblo israelita y decide tomar justicia por su 
propia mano y logra vencer.  Don Quijote también es un joven de corazón y 
su inocencia lo lleva a tratar de vencer a los gigantes que agobian a la 
humanidad.  Sus sueños, sus ideales y sus valores siempre están en lucha 
constante contra el mal que reboza el mundo.  Don Quijote, colmado de ver 
la injusticia y el mal, materializa a su gigante en cueros de vino y 
obtiene la victoria.

Obras citadas

Cervantes Saavedra, Miguel de.  El ingenioso hidalgo don Quijote de la 
Mancha.  Ed. Luis A. Murillo.  Vol. 1.   Madrid: Editorial Castalia, 1978.

Chevalier, Jean y Alain Gheerbrant.  Diccionario de los símbolos.  Ed. 
Robert Laffont.  Barcelona: Editorial    Herder, 1993.


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